REPENSANDO NUESTRA CULTURA Y NUESTROS ERRORES, UNA VEZ MÁS

Repensando nuestra cultura  y nuestros errores, 
una vez más

Por Prof. Doctor Eduardo Dalmasso*
Febrero de 2019

Indicadores
Los argentinos debiéramos reconocer que hemos estado sujetos a un sistema capitalista sumergido en contradicciones manifiestas y, en cierto modo, autodestructivo.
En este  período, el Gobierno que esgrime una ideología de carácter desarrollista, ha agravado  la situación de crisis precedente, por error de diagnóstico, de implementación  y seguramente por  un sesgo manifiesto en la interpretación de la realidad.  Ajustar a los sectores medios, a los trabajadores y gran parte de la industria nacional para pagar intereses y amortizar un endeudamiento sin sentido, es el precio de ese sesgo y de intereses ajenos a nuestra realidad social y económica.

Este juicio surge del porcentaje de población que ha quedado fuera del mercado, de la composición de la propiedad del capital y de nuestra heterogénea interpretación sobre el significado de la democracia.  Los 12 años de los Gobiernos populares, no pudieron bajar el índice de pobreza ni tampoco pudieron o quisieron plantear  una política de desarrollo sustentable.  Entonces, el  mérito inicial  de sus primeros cuatro años de Gobierno posteriores la profunda crisis del 2001 y 2002, quedó diluido ante el resultado de políticas centradas en la búsqueda de la continuidad  en el poder.

A gran parte de la dirigencia de Argentina,  le cuesta reconocer  que el sistema democrático se refiere  no sólo a gobiernos elegidos democráticamente, sino también al reconocimiento de que nadie es dueño de la verdad. Por lo tanto, la divergencia y el logro creciente de mayor equidad social, son sus pilares fundamentales.
Este planteo de carácter maniqueo  que carece de grandeza,  se refleja objetivamente en el retroceso social y económico de nuestro país por décadas.

Contradicciones
Sin dudas, uno de los factores que inciden en esta aludida falta reconocimiento sobre la genuina democracia, han sido las permanentes contradicciones entre los intereses objetivos e ideológicos del sector de la producción primaria y los del sector industrial. Este último, jaqueado por políticas neoliberales y crisis recurrentes. De hecho, el sector industrial como resultado de este proceso ha disminuido su incidencia y demanda de mano de obra  por  razones ajenas  a una expansión de los servicios; como sí se pudiera argumentar para algunos de los países de mayor desarrollo.
El aumento de la pobreza y de la mendicidad,  merma la demanda  efectiva  y agota  la clase media.  En esta dinámica,  el proceso de sustitución de importaciones puede incidir en  una estructura cada vez más desigual, por su propia conformación. Además, en este proceso de  mal manejo  de los recursos del estado, el sector más favorecido es el financiero, y no precisamente por su aporte al sistema  productivo.

Esperanza fallida
En el año 2003 nos pareció que este cuadro contradictorio podría cambiar. La durísima toma de conciencia del significado de las políticas neoliberales en la realidad socioeconómica, impuso la implementación de políticas públicas con fuerte sesgo industrializador, la profundización de la alianza con Brasil y –una decisión fundamental– la renegociación de la deuda externa en condiciones muy favorables para la recuperación de la soberanía y la liberación de recursos.

En este contexto, el mayor consenso lo obtuvieron las políticas deliberadas de mantener el superávit fiscal y de comercio exterior, dado la previsibilidad que daban a la recuperación económica. “Evitar la inflación, evitar las crisis recurrentes de la balanza de pagos y resguardar la competitividad”. Dentro de ese cuadro, los excedentes agrarios jugaron un papel fundamental; pues permitieron en la primera fase el financiamiento del desarrollo industrial e incluso la redistribución de rentas.

Nuestro historial
Con nuestro historial, el sostenimiento de políticas públicas coherentes resulta esencial para revertir cuadros de distorsión tan agudos como los que hemos vivido en la Argentina. Se han conformado factores estructurales de no fácil solución,  y eso también hay que admitirlo para no caer en voluntarismos suicidas.  Esto significa que hay que acordar  una matriz de crecimiento posible, aunque paulatino y sólido,  como única forma de preservar   las conquistas logradas.  Para ello debemos sostener una política de precios relativos, en línea con las posibilidades de intercambio y crecimiento a mediano y largo plazo.  Vale aquí menconar que respecto a esto,  hubo una  tarea de demolición en los dos últimos Gobiernos del período K. 
Revertir estas situaciones es  gravoso, y por lo general se realiza a costa del mismo pueblo al que se intenta beneficiar.  Por supuesto que este principio sólo se puede señalar, porque es justamente lo que desde hace décadas no tenemos.  Mientras que lo que si tenemos es un cuadro de ganadores y perdedores  como resultado de vastas contradicciones.
De modo que cuando predomina el espíritu voluntarista sobre la intención real de cambio, las medidas fáciles, y aparentemente progresistas, terminan siendo un boomerang.  Aspecto que se les puede imputar tanto a los gobiernos K como al oficialismo.

Sin sector hegemónico

En nuestra historia, todos los que se han creído dueños de la verdad han terminado vencidos por la realidad. Hasta Juan Domingo Perón,  a su regreso en los aciagos setenta, formuló la necesidad de cambiar el discurso único por uno de consenso: ¿por qué? Porque Argentina, mal que les pese a algunos intelectuales de izquierda, no tiene un sector hegemónico;  no prima un discurso ideológico  que sustente el accionar político. Incluso, por lo que hemos analizado, lo que ocurre es todo lo contrario. Los sectores prominentes, que hoy  incluyen al  sector industrial de la producción agropecuaria, no han sido capaces de construir un discurso coherente en línea con el espíritu de la constitución.  Expresan reivindicaciones que no contribuyen a superar el estancamiento que vive nuestra sociedad. Sí posee aún hoy,  aunque  en franco retroceso, una importante clase obrera organizada, con peso propio y con una fuerte tradición de lucha. Tradición que, por sus fundamentos corporativos, ha vetado hasta ahora  la posibilidad de  plantear un programa político y económico  inclusivo.

De lo enumerado hasta aquí, se derivan nuestros permanentes cambios de frente y de perspectiva de lo que suponemos correcto. Dentro de esta compleja realidad, un discurso único no puede menos que provocar anticuerpos. Anticuerpos sedimentados en una historia de graves enfrentamientos. Por nuestra  cultura, nos cuesta entender los límites del poder.

Contradanzas
¿Dónde se visualizan estas contradanzas? En la debilidad de nuestras instituciones. Ejemplos claros de esta situación son: el sistema de justicia, la carencia de elites, el hecho de que el igualitarismo o mediocridad predominan sobre el mérito como fundamento de la dirigencia social, las dificultades de innovar un sistema educativo en franco deterioro y diseñado para principios del siglo XX, en una  burocracia sindical sin imaginación y en la falta de liderazgos auténticos.

Cuando un gobierno no es capaz de desarrollar algún nivel de autocrítica y cree que por su ideología debe mantenerse en el poder o peor aún negar la realidad, asistimos no sólo a un discurso omnipotente, sino a algo peor: el retroceso de gran parte de los logros obtenidos y la anárquica movilización de todas las fuerzas contrapuestas que nos caracterizan.

El 90 por ciento de nuestra dirigencia política es  graduada universitaria.  Sin embargo, la cultura autoritaria y la falta de visión a largo plazo es factor común al conjunto.  Los giros de posición exceden largamente lo táctico y aparece en sus acciones una gran proclividad al oportunismo. Todo esto responde a sus aprendizajes y valores.
La pregunta es entonces: ¿cómo generar otros aprendizajes y valor diferentes, dentro de los cuadros de conducción política? ¿Dónde, cómo y con quiénes? Pregunta que me hago y reitero, pregunta que comparto para la reflexión propia y de todos desde hace mucho tiempo.

* Dr. en Ciencia Política.  Sus últimos libros: 1918 Orígenes y  valores del movimiento reformista (Editorial de la UNC) y DOS MIRADAS Y UN DESTINO en colaboración con el profesor Guillermo de Baena de Colombia. (Editorial Colección Empresarial. Barranquilla – Colombia)

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