EL NUEVO FIRMAMENTO DE LAS RELACIONES DE FUERZA EN EL MUNDO II
“Este cuadro exige una clara interpretación
estratégica de los gobiernos en momentos
donde las circunstancias de acelerados cambios, los someten a problemas de corto plazo”
EL NUEVO FIRMAMENTO DE LAS RELACIONES DE FUERZA EN EL MUNDO II
Por Eduardo Dalmasso*
Abril de 2019
Hemos contemplado en anterior artículo, la génesis
y expansión de la crisis en el capitalismo. Con ese recorrido podemos ver cómo,
dentro de ese firmamento, aparece un poder
creciente de la China Continental. Poder que se rige por un sistema político de
aparato único, y que por su brutal tasa de crecimiento en los últimos 40 años, hoy está en condiciones de disputar no sólo
mercados, sino avances tecnológicos y científicos, basamentos de la nueva etapa
capitalista.
Dentro de esa realidad, se va pergeñando otro centro
de poder mundial en el sudeste asiático, al que naciones desarrolladas como
Japón y países con fuerte raíz occidental, no pueden ignorar. Todo este cuadro
de carácter sistémico tiene consecuencias imprevisibles, ya que la propia
estructura del desarrollo Chino depende hasta ahora del crecimiento de las
economías Occidentales. Dentro de este cuadro, el desconcierto de la clase
política Británica agudizada por el Brexit
y los brotes populistas de características xenófobas, muestra muy bien
el estado de confusión reinante, que es propio de los momentos de quiebre de
una determinada onda de desarrollo. Para echar luz sobre esto, vale la pena
retomar un escrito de Zygmunt Bauman:
“El capitalismo es en esencia un sistema
parásito. Como todos los parásitos, puede prosperar un tiempo una vez que
encuentra el organismo aún no explotado del que pueda alimentarse, pero no
puede hacerlo sin dañar al anfitrión ni sin destruir tarde o temprano las
condiciones de su prosperidad o hasta de su propia supervivencia”.
Agrega: “Rosa Luxemburgo, que escribió en una era
de imperialismo rampante y conquista territorial, no pudo prever que las
tierras premodernas de continentes exóticos no eran los únicos posibles
"anfitriones" de los que el capitalismo podía alimentarse para
prolongar su vida e iniciar sucesivos ciclos de prosperidad. El capitalismo
reveló desde entonces su asombroso ingenio para buscar y encontrar nuevas
especies de anfitriones cada vez que la especie explotada con anterioridad se
debilitaba. Una vez que anexó todas las tierras vírgenes
"precapitalistas", el capitalismo inventó la "virginidad
secundaria". Millones de hombres y mujeres que se dedicaban a ahorrar en
lugar de a vivir del crédito fueron transformados con astucia en uno de esos
territorios vírgenes aún no explotados”.
“Del Capitalismo
como sistema parásito” Bauman y Clarín, 2009. Traducción de Joaquín Ibarburu.
Esta
cita nos refleja que, el cuadro de la crisis que describo a grandes rasgos, no
responde sólo a políticas incorrectas (aunque seguramente estas la agravan),
sino a un proceso que responde a ciclos de cambio signados fundamentalmente por
abandonos de sistemas de producción, que son reemplazados por uno de mayor
productividad e ingenio. Este último aspecto, ya ha tenido vastos tratamientos
por parte de Joseph Schumpeter. A lo
anterior, no podríamos dejar de agregar la depredación ecológica, que se deriva
del modelo de producción adoptado y que se agrava ante la irrupción del sudeste
asiático bajo el mismo modelo.
El
propio Banco Mundial, dentro de un clima de incertidumbre, destaca la
desaceleración de la economía china, dentro de un marco de incertidumbre por
sus elevados niveles de endeudamiento, el enfrentamiento comercial con EEUU,
los crecientes recelos internacionales frente a las inversiones propias, etc. Típico
de los enfrentamientos que caracterizaron a los finales del siglo XlX y
principios del siglo XX. Dentro de este
marco, las cifras pesimistas u optimistas sobre el crecimiento de los Productos
Brutos, son más lo que oscurecen que lo que aclaran. No obstante, transcribo la
proyección del Banco Mundial en lo que
respecta a la Economía China: por el momento
prevé una desaceleración suave, desde el 6,7% de crecimiento en 2016 a
un 6,0% en 2021. Cifra que en sí misma, es superior a la cualquier economía de
Occidente, revelando la situación de cambio en las relaciones de fuerza
internacionales.
Lo
descripto no es demasiado diferente
del que asomó ante el estallido
financiero del 2008. Estallido que surge como consecuencia de llevar al extremo
diferentes políticas de expansión de la
demanda, que no se vinculan con procesos de crecimiento genuino, por las
instancias de cambios tecnológicos e irracional distribución del ingreso. Esto,
no nos habla de algo inminente pero sí de los característicos s procesos de
incubación hasta que el proceso logra su estabilidad dentro de un nuevo modelo
tecnológico.
Los
informes de la CEPAL de hace 7 u 8 años,
mostraban que los indicadores líderes describían la íntima vinculación del
sistema del mundo, a través del efecto cascada de la desaceleración de los
países industrializados. Hoy sus informes parecen ser copias de estos periodos
“post crisis”, dentro de un proceso en el que uno de los emergentes más
importantes, ha mostrado signos de estancamiento muy peligroso para su realidad
social como es el caso de Brasil. De la misma forma, un menor ritmo de crecimiento
en las economías emergentes, sumado al escenario de debilitamiento en las
economías centrales, se reflejaría en menores precios internacionales de los
productos básicos. Esta realidad afectaría los saldos comerciales y la cuenta
corriente de los países que los exportan.
Un dato muy
interesante es el que se refiere a la volatilidad los precios internacionales
de los productos básicos, lo que implica otro freno a la expansión de las
inversiones. Esto no sucede en el mismo
grado de variación en los commodity, que
tienen que ver con su aplicación en las nuevas tecnologías. Un caso paradigmático de esto es el litio.
Fragmentación:
Los problemas que surgen de la fragmentación del mundo (por la diversidad de intereses de los
jugadores), se manifiesta en la imposibilidad de llegar a los acuerdos fundamentales dentro de las
rondas de comercio (Doha) y del Grupo de los 20 (G20). Imposibilidad que se
acrecienta con el creciente proteccionismo aludido y, fundamentalmente, por las agresivas políticas defensivas del
Imperio Estadounidense, cuyas políticas
financieras repercuten en el resto del mundo.
Así como se presenta la situación, si no se
impone una visión de futuro común entre
EEUU y China, las dificultades para acordar en términos globales pueden terminar
en una guerra de todos contra todos. Dicho de otra manera: en
una continuidad más agresiva aun de las
tentaciones proteccionistas y de ello su impacto en el comercio mundial y en
los niveles de producción.
Hay un nuevo juego: han aparecido o ya existían con reglas de
juego diferente, otros jugadores de peso en el concierto mundial con sus
específicos juego de intereses. Me refiero a mero título de ejemplo, a Japón, Corea,
India y Rusia. Brasil, sexta economía
del mundo, podría jugar dentro de ese marco, en la medida que logre
re-establecer un proceso genuino de desarrollo. Pero lo que quiero señalar, es
que aun logrando un acuerdo Chino Estadounidense, este tendrá características
precarias.
Estamos en el siglo XXI, y es evidente que a otro
nivel y escala se producen efectos muy similares a los de principios del siglo
XX. La diferencia es que si existiera un enfrentamiento entre las potencias, lo
que se pondría en juego sería la suerte del planeta. O sea: viviremos en un mundo de tensiones, con ejes
muy diferentes a los que dominaron en la guerra fría. Este cuadro exige una
clara interpretación estratégica de los gobiernos en momentos que las circunstancias de acelerados cambios, los
someten a los problemas de corto plazo.
De ello que si la dirigencias políticas fueran mediocres
o no logran concebir la complejidad de Gobierno, las consecuencias de la
situación que visualizamos, repercutirán directamente en mayores tensiones
sociales, políticas y económicas.
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