Presente y Pasado - “La Década infame” - 1° Parte
Continúo con la edición de la 2da nota de una serie, que he titulado “Presente y Pasado".
Esas notas, tiene la pretensión de destacar climas de épocas en función de hechos políticos y culturales, que desde mi punto de vista han signado en gran parte, por sus consecuencias las siguientes fases, aunque estas parezcan a la distancia muy diferentes de las instancias previas. Sobre su importancia me remito a Henry Kissinger, quien como político, intelectual y hombre de acción, siempre destacó la importancia de conocer la historia para aprender de ella y aplicar esos conocimientos en la conducción del Estado. Kissinger argumentaba que la historia ofrece una perspectiva sobre las consecuencias de ciertas acciones y políticas, lo que puede ayudar a los líderes a tomar decisiones más informadas y efectivas.
Nuestros excelentes historiadores, desde distintas vertientes han ido describiendo los hechos, dando diferentes énfasis u orientaciones según sus marcos ideológicos u objetivos.
En mi caso, el objetivo se centra en pintar o tratar de pintar cada clima de época, que a mi juicio ha ido influyendo en nuestros problemas políticos y la acentuada decadencia de los últimos 50 años.
Década Infame - 1° Parte
Estado y oligarquía
El control del estado durante los años 30 permitió a los intereses de la oligarquía rescatar, de la debacle ocasionada por la gran crisis del capitalismo, el modelo económico que habían instaurado los padres del estado moderno en el último tramo del siglo XlX.
El discurso emancipador de Irigoyen y el ordenamiento institucional y progresista de la Presidencia de Alvear, se revelaron, como frágiles ante el impacto de la crisis capitalista.
En el 29, ante la gravedad de la crisis, el Gobierno de Irigoyen suspende los pagos en Oro. H.H. Ferns (1968) destaca que “El 16 de diciembre hubo un atentado contra la vida del presidente, y al año siguiente el partido radical sufre una grave derrota electoral en la ciudad de Bs.As. Movilizaciones de derecha e izquierda pedían la renuncia del presidente, sectores del estudiantado hacían lo propio. La Sociedad Rural manifestaba su abierta oposición. Al mismo tiempo, se fracturaba el partido radical.
El 6 de septiembre de 1930, el general José Félix Uriburu encabezó un golpe militar que derrocó al presidente Irigoyen. Un presidente muy debilitado en su salud, en extremo personalista y muy dubitativo ante las consecuencias de la crisis económica. Los sectores pro golpe de Estado se jactaron de que nadie salió a defender la investidura presidencial.
Ante esa realidad, la corte suprema de justicia -cuya presidencia estaba a cargo de un expresidente de la república, Figueroa Alcorta- jugó un papel crucial en la consolidación del régimen autoritario, al plantear una doctrina sobre los gobiernos de facto. Para peor, una corte muy débil o prescindente de las decisiones del régimen que atentaban contra el espíritu y la letra de la constitución.
La República fue nuevamente sometida al fraude electoral. La proscripción de partidos políticos y la manipulación de los resultados electorales fueron comunes. Incluso hubo una fuerte represión contra los opositores políticos, con detenciones arbitrarias, torturas y censura de prensa. Los líderes sindicales eran detenidos y las huelgas eran violentamente disueltas. La sociedad se vio afectada por el clima de miedo y represión imperante. Uriburu fracasa en sus objetivos filo fascistas y convoca a elecciones.
Alvear regresa de Francia para encabezar el partido radical. Su regreso preocupó a los jefes de la revolución, por lo que vetan su candidatura presidencial y es deportado. Regresa en el 32. Permanentemente estuvo jaqueado, por un lado, por los sectores intransigentes encuadrados en FORJA, quienes le exigían una actitud más dura contra los Gobiernos fraudulentos y, por el otro, por sectores dispuestos a negociar.
El grupo antipersonalista conforma, con la fracción demócrata y socialistas independientes lo que se denominó “Concordancia”, que lleva a la presidencia al Gral. Justo y a Roberto M. Ortiz en la siguiente elección. Una situación difícil para el líder del partido radical, puesto que dos de sus exministros llegan a presidentes por el fraude.
Es posible que Alvear comprendiera la necesidad de las políticas económicas que representaban a su clase social pero siempre se negó a aceptar sus métodos. Los trataba de oligarquía venal y traidora a su propia historia de clase. Para Alvear, el problema de Argentina era eminentemente político. Leandro Losada (2015) cita la carta que este envía a Rómulo Naon (1938), “no creo que las reacciones saludables para el país, para su moralidad, para la probidad de sus mandatarios, para la vida auténtica institucional y política, puedan venir sino de otras generaciones o de otras clases sociales.” Para Losada, ni la dependencia, el fascismo o el comunismo en el país, ni la problemática obrera eran objeto de su atención. Nunca apoyó los conatos de rebeldía armados.
Alberto Ciria (1964) argumenta que la Década Infame marcó la descomposición de los partidos políticos tradicionales en Argentina. La corrupción, el fraude electoral y la represión política los debilitaron, especialmente a la Unión Cívica Radical, que fue uno de los más afectados. Esta situación, generó que nuevos grupos de poder comenzaran a influir en la política argentina. De forma creciente lo hizo la estructura militar, muy favorecida en el período de Justo, y, en paralelo, la Iglesia Católica.
Uno de los casos más emblemáticos de corrupción fue el negociado de las carnes, denunciado por el senador Lisandro de la Torre en 1935. De la Torre acusó a los frigoríficos extranjeros de evadir impuestos con la complicidad de altos funcionarios del gobierno, lo que llevó al asesinato en el Senado de su colega Enzo Bordabehere. Este hecho conmovió a la sociedad, no así al gobierno.
*Eduardo Dalmasso - Dr. en Ciencia Política.
N. de R: En la próxima edición, a publicarse jueves 10/07, la 2° parte de este artículo.
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