TRILOGÍA DE LA REFORMA UNIVERSITARIA 1 - Sobre nuestra Universidad
SOBRE NUESTRA UNIVERSIDAD
1918-2018
¿Cuál es el significado de la Gesta Reformista? ¿Hacia dónde camina nuestra Universidad? ¿Qué se rescata del
pensamiento reformista? ¿Qué tendríamos
que modificar, pensando en las exigencias del siglo 21?
Por
Eduardo Dalmasso*
Posiblemente, lo existente resulte
difícil de modificar. Sin embargo, los estados y sus sociedades requieren
centros educativos que nutran a sus elites. Esto no sucede en nuestra
Universidad. Son pocos los estudiantes que tienen conciencia del significado de
la gesta reformista. Movimiento que no sólo detenta vida universitaria, sino
también progreso intelectual, político y social de la República. Meta de los
rebeldes militantes anti-dogmáticos.
Para
los líderes de la revuelta, la Universidad tenía la misión de constituirse en
fuente de irradiación, de los valores que hacen a la vida democrática y a la
búsqueda de la verdad científica. Con
José Ingenieros a la cabeza, esta pléyade de intelectuales y estudiantes,
insistían en la importancia de combatir la mediocridad dentro del sistema. Consideraban a la libertad del hombre, como
atributo fundamental para el ejercicio de la voluntad y de búsqueda, para
alterar la realidad y desarrollar un mundo social y político más armónico. Su
primer objetivo era revolucionar la Universidad Nacional de Córdoba.
Institución dogmática, acientífica, controlada y amordazada por un sector
social que se reconocía como "Corda Frates".
En
el discurso de este grupo, no existía una consideración de clases, sino de un
carácter libertario de profunda sensibilidad social. ¿De qué otro modo, se
podría interpretar el entrañable acompañamiento de Alfredo Palacios, primer
Diputado socialista de América?
Los
miembros de la Asociación Córdoba Libre -compañeros e ideólogos de la gesta- no
concebían una República sin un pueblo, al que se le reconociera la dignidad y
la igualdad de oportunidades. No sólo participaban en acciones estudiantiles,
sino también en actos del movimiento sindical, y en actividades dentro de las
bibliotecas populares. Por cierto, abominaban las prácticas clienterales porque
entendían en ellas , vulneraciones a la dignidad de las personas.
Su
norte era el trabajo por la identidad Latinoamericana, el logro de una sociedad
que aboliera prebendas y respetara las jerarquías de mérito y de ética. Por lo
tanto, no aceptaban a profesores ignorantes ni a estudiantes conformistas y no
negociaban sus principios con los del régimen.
La identidad del país, era tema
corriente de deliberaciones, impregnado por el alto impacto de la Reforma. Punto
de inflexión, que se ha convertido en mito latinoamericano de la Reforma.
Instruir
sin educar
Carolina
Scotto, en una interesante publicación del Centro de Estudios Avanzados en
2011, plantea la necesidad de iniciar un diálogo franco y fundamentado. En él,
el objetivo será conocer lo que sabemos y lo que no, lo que queremos y lo que
no, lo que podemos y lo que no.
En
esta misma publicación, Scotto cita: "La Universidad se reconoce a sí
misma, como institución cuya razón de ser y de estrategias para el cumplimiento
de sus funciones , o si se prefiere de su misión, dependen en una importante
medida de su propia capacidad de repensarse, rediseñarse y cambiar". Para
esto, nos invita a atrevernos a mirar con desprejuicio a nuestros adorados mitos,
a nuestros consagrados dogmas y a nuestros inconfesables pecados de acción y
omisión, para enfrentarnos con la realidad y hacernos responsables.
Las palabras de Scotto y de otros
académicos, se asemejan en demasía al estado de situación de la Universidad
pre-reformista. La necesidad de modificar el status quo estaba, y parecer estar
hoy, en boca de importantes dirigentes conservadores y liberales. Sin embargo,
la esencia de la Universidad no ha cambiado. Estamos ante una Universidad
masiva, de facultades independientes, que no está en condiciones de planificar
su futuro, de definir prioridades, y de modificar concepciones sobre curriculas
inflexibles. Tampoco se encuentra en condiciones de discutir desde lo propio,
desde el diálogo científico, debido a su propia estructura de poder político.
En suma, una Universidad que imparte instrucción pero no educa.
Marcela Mollis, afirma que lo
institucional no alcanza para disimular que, en la práctica, seguimos
desarrollando características de una institución de carácter terciario; donde
los alumnos se nutren de apuntes para superar materiales, con escasa
posibilidad de desarrollar pensamientos críticos y reflexivos. De esta Universidad,
emergen miles de profesionales sin la adecuada cosmovisión que plantea el
artículo 2 de sus estatutos, y que caracteriza Ortega: "Educar personas
que contribuyan a regular y enriquecer la vida pública, mediante la aplicación
de la capacidad desarrollada en su ámbito,
a través de conductas signada por valores y una clara comprensión del
sistema de ideas vivas, que encarnan una cultura de su tiempo".
Sin
dudas, existen alumnos brillantes. Pero se pierden por ser minoría dentro de
este sistema.
Las
autoridades, con escasas excepciones, soslayan el hecho de que la Universidad
no logra estar en un buen nivel dentro de las mediciones internacionales. Las
excusas frente a esto son múltiples. Se enuncia por ejemplo, el alto nivel de
exigencia a los alumnos (lo que en
general es muy cierto), pero no se reconoce el despilfarro exorbitante de
recursos. Tampoco se contempla que la mayoría de los alumnos que egresan,
carece de una sólida formación en valores sociales y casi nulo sedimento
cultural. El esfuerzo científico que se desarrolla, termina diluyéndose en el
conjunto de restricciones y exigencias burocráticas, con sus correspondientes
excepciones.
La Universidad necesita recrearse.
Es posible que lo que existe, sea muy difícil de modificar. Pero los estados y
las sociedades requieren centro de educación, que nutran realmente a sus
elites, realidad que no ocurre en nuestra Universidad. Al mito de la gesta
reformista, habría que recrearlo. Para ello, será necesario abandonar el
pensamiento dogmático y esforzarnos en repensar juntos. Juventud, sectores de
intelectuales, políticos y otros, debemos reunirnos en pos de nuevos caminos
para recuperar, la tan ineludible misión de la Universidad.
*Profesor de la cátedra de Liderazgo y
Estrategia de la Universidad Nacional de Córdoba, expresidente internacional de
la Sociedad Latinoamericana de Estrategia.
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