ARGENTINA DENTRO DEL MARCO DE UNA CRISIS MUNDIAL II


Que la dirigencia del campo se sentara a conversar con los representantes de los trabajadores de la industria y los servicios sería un paso fundamental para el cambio cultural que necesitamos.”

ARGENTINA DENTRO DEL MARCO DE UNA CRISIS MUNDIAL II

Por Eduardo Dalmasso*
20-04-2020

Las epidemias en la historia nos han servido  para vernos tal cual somos. Una especie depredadora, que no aprende, que desarrolla la ciencia y la  tecnología, dentro de modelos  económicos que rompen el equilibrio ecológico, poniendo en peligro la vida de las futuras generaciones. Recordemos que no es la primera pandemia;  y que entre la Gran Guerra y la 2da Guerra, murieron 60 millones de personas.

El mundo después de la crisis del  2008, no se recuperó. Si bien la economía mundial dejó de caer a partir del 2012,  también siguió,  como lo hemos descripto en nuestra saga sobre las crisis económicas,  en una situación de inestabilidad  y serias dificultades  para lograr un crecimiento sostenible (Alfil diario 2019-14). El sistema capitalista no lograba crecer genuinamente, y los problemas de empleo  en el período que va del 2008 al 2019, se agudizaban.  Dentro de ese cuadro, aún con tasas menores  a las que se sostuvieron hasta la primera década del siglo, China toma una creciente relevancia; pero también otros  países del  sudeste asiático, dentro de un arco que por primera vez en cientos de años, traslada el eje económico del planeta por fuera del eje Europeo y Norteamericano.

EEUU, al revés de lo que se vaticinaba con la Caída del muro de Berlín, se encontró con diversos jugadores que obstruyen su hegemonía. Tal como lo explicamos en nuestra saga sobre el origen de las crisis capitalistas, la política neoliberal  y de defensa de Reagan, fue debilitando la fortaleza del sistema social norteamericano.   Vale decir: las diferentes políticas de desregulaciones, de pérdida de recursos   fiscales (agravado por la existencia de los paraísos fiscales, la expansión de las empresas trasnacionales en el mundo y  el costo de un estructura de defensa imperial), redundaron  en la destrucción de amplios sectores de la clase media norteamericana. A propósito de esto, relevantes escritores nos hablan del cambio de composición social, en la célebre isla de Manhattan.

Y ahora, entonces: la Pandemia

El desorden global descripto, se entronca con  un panorama excepcional: dentro de una situación de crisis estructural  del sistema capitalista, aparece una pandemia  provocada por un virus que rompe con los patrones de colaboración internacional,  y somete a la mayoría de las sociedades más avanzadas, a una lucha inédita y de carácter incierto.  Esa ruptura también se observa en los países emergentes, ante la consigna del “sálvese quien pueda”. Me pregunto y los invito a preguntarse también: ¿qué políticas comunes se generan dentro de Merco Sur o de la Alianza del Pacífico?  Ninguna o insignificante.  Atendiendo esa realidad, es que Marcelo Cantelmi  en su columna  (Diario Clarín-28-03), reclama: “En  las economías nacionales e internacional, se necesita un diálogo social entre los gobiernos y aquellos que están en primera línea: los empleadores y los trabajadores. Tratemos de que 2020 no sea una repetición de los años treinta.”  En la línea de esta p0stura, Henry Kissinger (Ex Secretario de Estado en The Wall Street Journal), plantea sobre la crisis mundial por el brote: “Los Estados Unidos deben proteger a sus ciudadanos y, con urgencia, trabajar en la planificación de una nueva época”. Afirmó además:   ahora, en un país dividido, es necesario un Gobierno eficiente y con visión de futuro para superar los obstáculos sin precedentes en magnitud y alcance global. Mantener la confianza pública es crucial para la solidaridad social, para la relación de las sociedades entre sí y para la paz y la estabilidad internacionales”.

El tema es que la principal potencia del mundo, se encuentra en un período de conflicto interno, por el cual se revelan sus contradicciones y debilidades. Entre algunas de ellas, podemos recordar: la desprotección  de la salud de millones de sus habitantes, una brutal desigualdad en la distribución del ingreso, la diferente visión interna entre los que sostienen el aislamiento y los que pregonan por mantenerse en el mundo, ligado todo esto a las confrontaciones permanentes que plantea un Presidente, que  no responde demasiado a la tradición institucional.  La visión del actual Presidente  respecto a prescindir del mundo aliado (y sólo reconocer la vigencia de China en detrimento del rol que asumió en la posguerra), tiene su basamento en que  la dependencia de EEUU del comercio exterior en términos relativos, representa un poco más del 25 % del PB; mientras que para China está en el orden del  38 %, lo que  la  hace más vulnerable respecto  a la caída de la demanda externa. En el caso de la Unión Europea,  la dependencia del Comercio exterior es muy superior a estos; por lo tanto, la ruptura del orden internacional vigente hasta la asunción de Trump,  intensifica el quiebre del sistema  de comercio, y en consecuencia agrava la crisis económica. Como corolario de esta situación: poderosos intereses están enfrentados.

¿Qué ha quedado en claro?

El mundo se ve azotado por el desastre. Esta pandemia ha puesto en claro, el terrible efecto destructor del modelo de  producción imperante, la falta de previsión de los Gobiernos respecto a los sistemas de salud, la fragilidad  del empleo, el cese de operaciones en cadena,  la reducción de horas de trabajo y  las pérdidas de empleos de forma masiva. Y esto ocurre no sólo en las pequeñas empresas, sino en las de cualquier tamaño. En este marco: ¿qué decir del empleo precario, extendido alrededor del mundo, pero de una significación extrema en países como Argentina?

Si a través del texto vamos haciendo pié en EEUU, es porque ha sido el país rector de la ideología predominante, en los sectores medios y altos del mundo occidental, y porque sigue siendo el país con el mercado y volumen de producción más importante del mundo. Esto último porque China depende de ese mercado, para subsistir en su nivel de producción y empleo.  Por ahora es así,  y de ello la prepotencia de Trump; aunque como ya dijimos en artículo anterior (Alfil diario 30-03-020), el poderío alcanzado por China es tal, que se posiciona como el país con mayor cantidad de empleos creados en los últimos 50 años, y con autonomía científica y tecnológica suficiente para disputar el futuro predominio mundial. Un gigante conducido por un, hasta ahora, férreo y disciplinado partido que atraviesa sus inmensas regiones. A propósito de esto, deberíamos dejar de hablar del partido comunista Chino, para expresar la realidad: China se gobierna por un sistema único de concentración de poder, dentro de estructuras que han permitido ordenar y desarrollar el talento del país. Todo este proceso, recuperando su antiguo rol de potencia imperial, y solucionando la vida de cientos de millones de personas, que en tiempo previos vivía no sólo precariamente, sino en un mundo donde la tecnología y las posibilidades de ascensión social eran casi inexistentes.

En el marco de esta realidad, el desafío de China (al igual que otros países del sudeste asiático) es impedir el retroceso de los increíbles logros que incorporaron en la segunda mitad del siglo XX. Por eso, estos países no quieren ir a la confrontación directa; en todo caso, imponen condiciones en su intercambio con los países emergentes, haciendo valer su nueva condición imperial.  Argentina lo sabe muy bien, atento el  tratado de cesión por 50 años de 200 hectáreas a una empresa que depende del Ministerio de Defensa de la República Popular para un uso científico, que no admite control alguno (Febrero del 2015) y su dependencia  para la realización de grandes obras de infraestructura.

¿Y, Argentina?

Argentina no quedará exenta de las consecuencias de esta doble crisis; y si bien su política de prevención respecto a la pandemia hasta ahora ha sido exitosa, su gobierno sigue pensando en términos de sobrevivir a la crisis, a partir del éxito que se espera de la negociación  de la deuda externa. Pero el tema es:  si teníamos una población de más de un 30 % de pobres, hoy esa situación se ha agravado por el efecto económico de la falta de circulación de la actividades empresariales , de cuentapropistas, de profesionales y, dentro de ese espectro, muchos al borde del colapso. Esto es lo que me lleva a plantear que, más allá de la importancia  de la cuarentena para salvar vidas como en este momento, estoy convencido de que tenemos que cambiar la mentalidad de conducción, para plantear un plan de desarrollo que no nos conforme con sostener una situación a todas luces de involución social y económica. Por eso, planteo que discutir ahora sobre el pasado, sólo produce que sea más difícil realizar lo que hay que hacer.

Lo que tenemos que lograr, sino queremos seguir en la curva descendente del bienestar (harto peligrosa para la paz social), es exigir el cambio de los modelos mentales de nuestra clase dirigente, para que el futuro se imponga a las prácticas del pasado. Esto implica la necesidad de convocar a los partidos, para conciliar un plan económico;   o  al  menos, cinco puntos a coincidir y  diversos talentos para aunar, como se hizo para enfrentar la pandemia, so pena de caer envueltos en el peligro de la dispersión social  y la violencia que genera, además, la debilidad de las instituciones democráticas. Por supuesto que ese cambio de mentalidad se lo debemos pedir  a los sectores corporativos; que la dirigencia del campo se siente a conversar con los representantes de los trabajadores de la industria y los servicios, sería un paso fundamental para el cambio cultural que necesitamos.  De no entender esta necesidad de Estado, no veo salida al estancamiento crónico de nuestro país.

*Dr. En Ciencia Política (UNC-CEA) Ensayista y Educador. Su último libro, 1918 Raíces y valores del movimiento reformista. Editor del Blog: Miradas Políticas  y otros enfoques.

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