ARGENTINA: BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO (PRIMERA PARTE)
(Barracas,
Alsina y Corrales)
ARGENTINA: BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO
(1RA PARTE)
Por Eduardo Dalmasso*
El marco que precede la reforma electoral:
¿Qué fue
lo que facilitó la ley Sáenz Peña? Las tensiones sociales, el impacto
inmigratorio, las diferencias ideológicas, la contradicción entre el progreso
económico y las formas oligárquicas de gobierno, el efecto de la crisis de los noventa, así
como, finalmente las divisiones dentro del Partido Autonomista Nacional (PAN) que entre otros factores,- propiciaron el
caldo de cultivo para el cambio de la ley electoral. Recordemos que Los
candidatos del PAN triunfaron en todas las elecciones presidenciales realizadas
entre 1874 y 1910.
Para
Martín O. Castro, (El
ocaso de la República Oligárquica. Edhasa - 2012) la
destrucción de la maquinaria política roquista se consolida a través de las
tibias acciones del Presidente Quintana primero, (1904) y la habilidad del
Presidente Figueroa Alcorta luego, (1906) quien rompe con las facciones que
respondían a Roca ante las serias desavenencias
respecto las políticas que trataba de
implementar. Esa situación no trabó la
continuidad de la modernización del país, dado que Figueroa Alcorta se valió de todas las herramientas y prácticas propias
de la “República Oligárquica”. Esto permitió la ascensión de quien pregonaba la necesidad
de la reforma electoral desde mucho tiempo previo a su vigencia. Me refiero al
Presidente Roque Sáenz Peña.
La
Reforma Electoral que modifica sustancialmente el cuadro político de la
Argentina ocurre en 1912, es decir, seis años antes de que la asonada
reformista sacudiera el panorama universitario, así como a gran parte del
escenario político de América Latina y 4 años antes que el partido radical,
bajo el liderazgo primero de Alem y luego de Irigoyen, ganara las elecciones
generales. Sostengo que para poder entender la realidad política, es
fundamental adentrarnos en el significado y consecuencias de la República Oligárquica.
Tres batallas dan la
posibilidad de una nueva etapa.
Hacia
1880, la oligarquía modernizadora impuso su hegemonía: tres batallas sangrientas
conmovieron a Buenos Aires. (Barracas, Alsina y Corrales) El gobernador rebelde
de Buenos Aires, Carlos Tejedor es obligado a renunciar. Culminaba un ciclo
anárquico de más de 60 años. (Hilda Sábato. Buenos Aires en Armas la Revolución
de 1880-Siglo XXl 2008)
La
rebelión significó la pérdida de 3000 muertos de ambos bandos. Una tragedia
que no se recuerda demasiado, pero que fue fundamental para resolver un viejo conflicto: Buenos Aires,
federalizada, se convirtió en Capital de la República. Poco tiempo después,
Julio A. Roca ascendía a la presidencia.
En su
libro El orden conservador (-edhassa
-2012), Natalio Botana resume el pensamiento de los actores principales del
ciclo de modernización iniciada por la generación del ochenta. En esos años hubo revoluciones y desmadres provinciales, siempre
superados a través de los acuerdos y el fraude que ejercían los grupos de
poder. Éste fue el sello que imprimió Roca a su administración en función de su
concepción política, permeada probablemente por su propia experiencia dentro de las luchas
intestinas:
“El liberalismo fue para ellos un sistema de convivencia
deseable, pero pareció compatible aquí con una actitud resueltamente
conservadora (...) Había que transformar el país pero desde arriba, sin tolerar
que el alud inmigratorio arrancara de las manos patricias el poder. (...) Su
propósito fue desde entonces deslindar lo político de lo económico, acentuando
en este último campo el espíritu renovador en tanto se contenía, en el primero,
todo intento de evolución. (…) La combinación de conservadurismo y liberalismo
generó actitudes muchas veces contradictorias. La elite transformadora no
aprobó la existencia de un orden social sancionado por una religión
establecida, pero estaba convencida, pese a todo, de la imperfecta naturaleza
del hombre y de la desigualdad que imperaba en la sociedad; no se dejó
deslumbrar, hasta le fue indiferente, por la arquitectura jerárquica y
corporativa del antiguo régimen, pero defendió con métodos criollos el control
del poder político en manos de una clase social que se confundía con el
patriciado y la aristocracia gobernante, creyó en la propiedad, jamás dudó del
progreso y de su virtud para erradicar la sociedad tradicional y, con la
convicción arraigada en un robusto voluntarismo, confió siempre en la educación
pública, común y gratuita, para ganar la carrera que le proponía la
civilización ascendente”.
De lo que
sintetiza Botana: creencias
públicas, arraigadas a una época abierta
a lo universal, conmovidas por la irrupción de cambios sociales, pero
firmemente sustentadas por una clase política y propietaria dispuesta a
sostener un Estado moderno emergente de décadas de continuas luchas fratricidas.
La visión de Julio
Argentino Roca
Botana
describe los enfrentamientos entre Buenos Aires y el interior y entre
fracciones de la provincia de Buenos Aires. Los intentos de sofrenar los levantamientos de
aquellos caudillos que cuestionaban el orden logrado luego de Cepeda, definían la precariedad de los gobiernos de Mitre,
Sarmiento y Avellaneda, que además enfrentaban el poder paralelo y semiautónomo
de la provincia de Buenos Aires. Hechos
y procesos que incluyendo la campaña del desierto, estimo, influyeron sobre la
particular mirada del General Roca sobre la administración del poder dentro de
un Estado endeble.
Los
intereses de los sectores dominantes se nutrían de la apertura a un
mundo en el que primaba el Imperio Británico y que por esa razón requería de orden y progreso para consolidar
el Estado. De esta premisa surge que
para analizar con cierta objetividad el derrotero trazado por el líder del PAN,
es necesario rescatar las palabras del último discurso del Presidente Avellaneda,
quien logra con gran mérito defender su
gobierno de la resistencia armada de Buenos Aires a la decisión de los
gobernadores del interior. Este presidente además de la federalización de
Buenos Aires, impone su candidato en el Colegio Electoral del 11 de abril de
1880:
“Todo es fácil, lo que cuesta es constituir una Nación y fundar su
gobierno bajo un régimen ordenado y libre”. Lo decía un presidente cuya firmeza quedó
reflejada en su decisión de enfrentar las fuerzas de la provincia de Buenos
Aires.
Cabe
ligar estas afirmaciones con el discurso inicial del Presidente Roca quien
signó su gestión bajo el lema Paz y
Administración:
“Necesitamos paz duradera, orden estable y libertad
permanente; y a este respecto lo declaro bien alto desde este elevado asiento
para que me oiga la República entera: Emplearé todos los resortes y facultades
que la Constitución ha puesto en manos del Poder Ejecutivo para evitar, sofocar
y reprimir cualquier tentativa contra la paz pública. En cualquier punto del
territorio argentino en que se levante un brazo fratricida, o en que estalle un
movimiento subversivo contra una autoridad constituida, allí estará todo el
poder de la Nación para reprimirlo”.
Desde mi
mirada, esas afirmaciones centradas en revertir el continuo estado de anarquía definieron
el derrotero de una Administración que abrió la argentina a una instancia
inédita de progreso. Creo, no era fácil
plantear alternativas ante la clara dominación del espacio político de los
sectores que representaba. Sin embargo,
el Régimen fue combatido y denunciado por una fracción política, que si bien no
cuestionaba el modelo económico, no aceptó nunca las espurias reglas de juego impuestas por la
oligarquía. Dicho de otra manera, los cimientos de la república tuvieron una
debilidad de origen.
·
*Dr.
En Ciencia Política (UNC-CEA) Ensayista y Educador. Su último libro, 1918
Raíces y valores del movimiento reformista. Editor del Blog: Ideas Políticas y
otros enfoques.
Comentarios
Publicar un comentario