ARGENTINA: BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO (SEGUNDA PARTE)
“Mientras más se modernizaba el país, más evidentes se hacían las prácticas oligárquicas con sus consecuencias de nepotismo, fraude y poca claridad en la gestión de gobierno.”
ARGENTINA: BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO
(2da
parte)
Por Eduardo Dalmasso*
Incongruencias Políticas
Me parece
relevante para entender el proceso político enunciado, tomar una transcripción
de Martín Castro, (EL OCASO DE LA
REPUBLICA OLIGARQUICA - Edhasa 2012) respecto una nota del el diario La Nación del 6 de diciembre de 1909
bajo el título “Incongruencias Políticas”:
“Los
historiadores futuros de nuestro presente se verán en figurillas para explicar
las peripecias en la política interna contemporánea del primer centenario de la
nacionalidad argentina. Les chocará sobremanera el contraste persistente entre
los principios y la práctica, entre las palabras y los actos, el examinar la
marcha de nuestras instituciones en el terreno positivo y la conducta de los
hombres adueñados del gobierno o preindicados para ejercerlos”.
Rupturas y Límites
La ruptura de Pellegrini
con Julio Argentino Roca, la posición de Roque Saénz Peña y otros notables como
Ricardo Rojas, contribuirán al debate
sobre las limitaciones de la política del acuerdo y sobre la necesidad de
introducir reformas en la legislación electoral que garanticen una
representación de las minorías y amplíen las bases políticas del Estado
Nacional. En definitiva, sus discusiones giraban sobre cuales eran las
herramientas institucionales adecuadas para restituir el dinamismo perdido. De allí
que Halperín Donghi (Vida y muerte de la
República Verdadera-emecé. 2007) hace énfasis en que la autocrítica emanaba de
la sensación que la oligarquización de la política se había canalizado hacia la
mediocridad y la falta de imaginación. Esto último es lo que transmite en definitiva,
la obra de José Ingenieros “El hombre
mediocre”
Como lo hemos expresado en
nuestro escrito anterior, las
transformaciones políticas de la década del 80 originaron una nueva concepción
del poder a través de una red de intereses que, sostenida fundamentalmente
desde el interior, fue alimentada por una elite capaz de canalizar las
tensiones y sofrenar rebeldías. Pero, al mismo tiempo, estableció un sistema de
minorías a través de métodos absolutamente reñidos con el concepto de
democracia.
En consecuencia:
La estabilidad política concebida en esos
términos, no podía sino sostenerse mediante el control de todos los mecanismos
que allanaran el mantenimiento de esas minorías en el poder. Por supuesto, esto
no impidió la existencia de asonadas y conatos de revolución como las de 1890,
1893 y 1905, hechos que indicaban la falta de legitimidad del sistema.
Un modelo
de poder de corte faccioso
De hecho,
bajo el paraguas del PAN, se desarrollaba una política de corte faccioso que
reemplazaba la competencia electoral y otorgaba estabilidad al partido
dominante, hasta que éste comenzó a dividirse al nivel de sus prominentes
líderes. En términos de Ezequiel Gallo, (“La consolidación del Estado y la
Reforma Política 1880-1914”- Nueva historia de la Nación Argentina-2000) el dominio del PAN, basado en el recurrente
uso del fraude electoral y las intervenciones federales en provincias
opositoras, era acompañado también por una actitud flexible hacia la lucha
facciosa dentro del partido y por la cooptación de los líderes de la oposición.
Es por esta concepción, que
otras facciones políticas como las mitristas se convertirán en
herramientas claves para alcanzar la estabilidad política.
Para
los gobernadores, un paso en falso durante la campaña presidencial podía
fácilmente significar que los gobiernos provinciales perdieran el apoyo del
gobierno central, muchas veces decisivo para resolver en un sentido o en otro
las rebeliones contra una situación
establecida. Dentro de ese cuadro de situación, los patronazgos políticos y cuestiones
electorales se hacían presentes en las consideraciones de aquellos que decidían
los nombramientos de los cargos judiciales.
Una cultura con raíces muy profundas, sin duda!!
Castro en el libro citado, resume el cuadro
precedente expresando:
“Las fuentes del poder y el sustento para la construcción de
las alianzas no se agotaban en el nivel nacional o provincial. Los jefes
políticos locales cumplían un rol clave en el establecimiento de redes
políticas cuya importancia en el nivel municipal residía en su habilidad para
reclutar y movilizar colectivamente votantes durante el proceso electoral,
generalmente provenientes de las clases subalternas.”
Desde mi
mirada todos los principios democráticos se quebrantaron tal como lo explicita el
comentario citado del diario La nación. Más allá del fausto del centenario,
Argentina había entrado en un cono de
sombras por el sostenimiento de un régimen que había perdido toda legitimidad. De ello, los temores ante la posibilidad de
anarquismo y la creciente influencia extranjera, decisiva en el plano económico.
Ante la debilidad del modelo
Algunos
miembros de la elite social comenzarían a criticar los efectos no deseados del
rápido proceso de modernización producido por la economía exportadora,
especialmente con posterioridad a la crisis y la revolución de 1890. Los
debates sobre la educación pública reflejaban estas preocupaciones. Por otra
parte, las profundas transformaciones de la sociedad argentina - con los
consecuentes conflictos sociales, el denominado “cosmopolitismo” y la aparición
de las “masas”- provocaban una
paradójica situación: los que estaban a favor de aquellas transformaciones eran
también críticos de sus consecuencias.
Diversos
historiadores coinciden en señalar que, miembros conspicuos de la elite
política habían comenzado a entrever y a criticar que las aglomeraciones
urbanas, sobre todo en la capital y ciertos comportamientos de sectores
asentados en el campo, habían cambiado el paisaje de los conflictos. Además, de
una toma de conciencia respecto a que el capital comercial, fabril y financiero
quedaba en propiedad del extranjero. Estas preocupaciones, ante los conflictos
emergentes, suscitaron reacciones xenófobas y la promulgación de leyes como la
Ley de Residencia de 1902 y la Ley de Defensa Social de 1910.
El
programa de modernización prohijado por la generación del ochenta había
desarrollado un problema de fondo. Mientras más se modernizaba el país, más
evidentes se hacían las prácticas oligárquicas con sus consecuencias de
nepotismo, fraude y poca claridad en la gestión de gobierno. Esta
paradoja fue estrechando los límites del sistema, dentro del cual surgieron
voces que no lo concebían tal como funcionaba, porque entendían que este
mecanismo cerraba toda posibilidad de construcción de una nación moderna,
corporizada en un Estado que representara una nueva situación política y
social.
Halperin
Donghi en el libro citado, destaca
dentro del coro de voces disidentes, la de Ricardo Rojas como esclarecedora según algunos párrafos de La
Restauración Nacionalista:
“luego
que todas las cuestiones heroicas quedaron resueltas”, el país se había visto
invadido por una nueva atmósfera de simulación, de fraude, de “arribismo”, de
descreimiento en la patria y el ideal.”
Para este
historiador, esa responsabilidad que asumía Rojas, por una situación política y
social ajena a una verdadera democracia, no significaba que este renunciara a
pensar que el sentido y complejidad de gobierno no puede estar en otras manos
que las de las minorías cultas. Un pensamiento coherente nos dice este autor, con el pensamiento de Pellegrini, de quien
Rojas había sido su seguidor político.
Sin duda Rojas
representaba a esa clase culta que se
sentían responsables del curso de la historia tal como se había desarrollado, y
que en su autocrítica no deja de asomar su temor por una democracia abierta y
sujeta a una política de masas. Sin duda, la convivencia fue tortuosa hasta la
asonada de 1930.
- *Dr. En Ciencia Política
(UNC-CEA) Ensayista y Educador. Su último libro, 1918 Raíces y valores del
movimiento reformista. Editor del Blog: Ideas Políticas y otros enfoques.
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