RAÍCES DE NUESTRA CULTURA


RAÍCES DE NUESTRA CULTURA

“Las contradicciones entre los valores que  requiere   el Estado de Derecho  y la prácticas sociales  de esos 12 no pudieron ser mayores”

23 de Mayo de 2019
Por Eduardo Dalmasso

Toda comunidad, para considerarse  como tal  más allá de las diferencias  sobre la interpretación política de la realidad,  tiene que sostenerse en fuertes y precisos valores comunes para que estos puedan  reflejarse en  prácticas virtuosas que legitimen  el orden social establecido.  Esto: porque  los valores contribuyen a definir principios que ordenan los naturales conflictos sociales dentro del límite que permite el sostenimiento de la identidad constitucional.  Dicho de otra manera, cuando los valores sociales no están claros ni consensuados, el resultado es la anarquía o quizás en el mejor de los casos, estemos ante un proceso revolucionario.

En la sociedad capitalista,  será resultado de la búsqueda    de un ordenamiento político social que a través de  prácticas sociales irreverentes y fuerte  valores coompartidos pueda satisfacer  al menos:  la  igualdad  de oportunidades,   crecimiento económico, reglas  equitativas  y transparentes en su ordenamiento político, y el  desarrollo de instituciones  por sobre la eventualidad de los hombres  que la interpreten o conduzcan. Esta interpretación implica luchas por determinados  valores y prácticas cívicas. Dentro de este ordenamiento aparece como fundamental el respeto al aparato de justicia.

Años que marcaron derroteros no republicanos

En 1930, el General  Uriburu, puso fin a la democracia abierta en  1916 a través de un golpe de estado en el que se destituye al  Presidente Irigoyen.

Por boca de Matías G Sanchez Sorondo, (Ministro del Interior de  Uriburu)   los sectores que habían detentado el poder político y económico hasta  al advenimiento de la primera presidencia de Irigoyen, recuperan con impunidad  el control del aparato del Estado.

“Nuestra ciudad, portavoz desde la independencia del país entero, volcó sus muchedumbres a las calles. Fue una popularidad representativa. Significó aceptación de la revolución por sí misma con indudable desapego respecto de otras posibles soluciones legales. Conviene tenerlo en cuenta. Ello destruye la hipótesis de una conjuración artificiosa  urdida en la sombra para desalojar el poder del mandatario del pueblo.  No, más allá de las expresiones partidarias la revolución adquirió, repito, una auténtica plenipotencia representativa”.

Matías Sorondo, expresaba así que el presidente había sucumbido. Porque, como lo demostró la facilidad de su  derrocamiento, la sociedad en su conjunto no salió a defender la institucionalidad.

De hecho,  la asonada  en favor de la Clase dominante que  generara  la integración de argentina al mundo, explicitó  (de la peor manera) que  la administración del  aparato del Estado no resguardaba sus intereses ante una realidad que devenía en caos.

El pueblo no se movilizó. Incluso sectores del estudiantado universitario fueron prescindentes o apoyaron la destitución. Aunque luego esto cambiaría,  la suerte de lo que se denominó la década infame estaba echada.

El presidente Irigoyen, líder personalista, no pudo  apreciar que su identificación con los intereses del conjunto de la sociedad, no alcanzaba para dar respuestas al malestar social y político; producto de la imposibilidad de satisfacer los reclamos económicos y sociales de vastos sectores. Esto además estuvo mediado por las divisiones de su partido: Ministros peleando por la sucesión y una lentitud en el accionar de Gobierno ignorante de  la magnitud y urgencia de los problemas. Esta situación de fuertes divisiones internas, la partición en dos  del partido Socialista, la indiferencia del movimiento obrero y  la acción de los medios (en especial del diario Crítica),  influyeron sin duda para que la heterogénea  e importante clase media argentina,  se comportara pasivamente  ante  un cambio que trastocó un proceso político de 70 años de perdurabilidad. 

Dicho estado de fractura,  facilitó que   la población  carente de un sentido de  identidad y tradición  institucional, no saliera  a defender un orden que en lo político aparecía como descontrolado y carente  de respuestas a las necesidades  de los  diferentes sectores  sociales. 

República Aluvional

Argentina en esa época, se podría describir cómo una sociedad de característica aluvional. Una parte de ella, la clase media ligada  a actividades mercantiles y agropecuarias  sumamente aspirante en lo social y económico; otra, una clase obrera integrada  por inmigrantes y criollos que bregaba por sus derechos y por cierto una masa de  trabajadores rurales en  el interior.
Tengamos en cuenta que recién en los años 20 un  importante número de hijos de inmigrantes  se incorporan al servicio militar obligatorio, mientras el sistema educativo y los modelos institucionales, demostraron  no  ser  suficientes para resguardar una cultura institucional, que nunca trascendió lo formal.

El derrumbe del débil sistema republicano

La acordada de la Corte Suprema avalando el Golpe de Estado,  termina de derrumbar el edificio republicano.  El control político quedaría por el término de 12 años en poder de los sectores oligárquicos,  quienes no dudaron en apelar al fraude y la proscripción para defender sus intereses y mantener cierto orden social.  Es más,  se intervino las universidades, hubo fusilamientos, tortura, deportaciones, anulación de elecciones, asesinatos políticos, intervenciones provinciales y gruesos escándalos en ciertos negocios públicos. Ese fue el clima de la época, no otro.

Esos  intereses convergían con los intereses británicos. Manuel Galvez, novelista de fuerte cuño  católico,  a propósito de los Ministros al inicio del Gobierno de Uriburu,  no pudo menos que decir:

“ El ministerio intelectual y socialmente no puede ser mejor ; pero llama la atención que tres de los ocho ministros estén vinculados a las compañías extranjeras de petróleo, y todos, salvo dos o tres, a diversas empresas capitalistas y yanquis”.

Contradicciones que abren nuevos rumbos

La paradoja es que la lucha contra la crisis mundial, obliga a los gobiernos liberales –conservadores (sucedáneos del  profacista de Uriburu)  a  generar densos sistemas de control y de regulaciones  dentro del aparato del  Estado.  Decenas de juntas reguladoras, un  rol activo del Banco Nación, la creación de un Banco Central, (en manos de accionistas extranjeros), control del comercio exterior, políticas de protección a ciertos sectores industriales y la creación del impuestos  a las ganancias entre otras modificaciones, produjeron que el sector industrial  duplicara el valor de  la producción, incorporando  mano de obra que emergía  de una parte importante  de los sectores  de inmigrantes, y del interior profundo hacia las grandes urbes .     

El oprobio  de la muerte  del  Senador  Enzo Bordabehere,   mostró  en toda su magnitud  el deterioro institucional.  Ernesto San Martino,  joven diputado radical, diría ante este hecho que, lo que asolaba a la república era espantoso; atribulado quizás, tanto por  la indiferencia de la sociedad como la del propio presidente de la República.

En boca de Ismael Viñas:

“Los  años duros del 30: la clase media lloraba sus ilusiones frustradas; no se había realizado ni el sueño radical ni el sueño liberal de la alianza  socialista-demócrata progresista; la clase media no era capaz de conquistar realmente el poder. Las clases altas exhibían su cinismo. (…..) Los hombres de Boedo  insistían en su literatura de protesta, de descripción del mundo de los oprimidos. Arlt proponía levantar cadenas de prostíbulos para pagar la revolución. Pero en esos mismos momentos se multiplicaban las fábricas  y los peones rurales comenzaban a abandonar  sus pagos tristes y miserables para enrolarse como proletarios industriales”

Nadie reparó lo suficiente en el significado a futuro del desplazamiento que describía Viñas, en la revista Contorno. Tampoco se reparó en el acrecentamiento de la influencia del ejército y la Iglesia. Sumado a esto, a partir de la segunda  guerra,  profundas divisiones entre liberales y nacionalistas contribuyeron a crear nuevas grietas entre los dirigentes.  Mientras: ¡la sociedad a la deriva!

Las contradicciones entre los valores que  requiere  el Estado de Derecho  y la prácticas sociales  de esos 12, no pudieron ser mayores.  No es casual que el pueblo  las identificara plenamente en el tango de Santos Discépolo, “Cambalache”. Subrepticiamente esta situación se deslizaba hacia otros carriles…
           

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