DISPAROS EN LA OSCURIDAD


“En mi opinión, el personalismo carismático concluye en una visión y un discurso único que promueve el ascenso de los mediocres”

DISPAROS EN LA OSCURIDAD

Por Eduardo Dalmasso

11 de Diciembre de 2019

Interpretaciones

Cuando escucho o leo críticas al Roquismo desde la perspectiva del siglo XXl, pienso en que las dificultades de interpretación  obedecen al desconocimiento de los procesos históricos y las particularidades propias de la época.  No se puede entender el lema de “Orden Y Progreso” del presidente Roca, sino se comprende  la necesidad de finalizar con 70 años de guerras civiles y la secuela de una guerra entre naciones (de la triple alianza),  que dividió aún más a los argentinos.  Tampoco se puede comprender, que el hecho de hacer Federal a la ciudad de Buenos Aires  para lograr su autonomía de la provincia de Buenos Aires, costó tres mil muertos (Un estado dentro de otro Estado). Entonces: ¿Cómo no iba a acordar con sus enemigos irreconciliables, a los efectos de insertar a la Argentina en el promisorio mundo que se les abría ante las necesidades del Imperio Británico?

De la visión de integrar a la Argentina al mundo, surgieron las políticas de modernización del Estado, el apaciguamiento de las luchas intestinas y las políticas de inmigración masiva. Inmigración que produjo un gran impacto en la conformación social y cultural, en un país con muy pocos habitantes.  Sin embargo, al enfocarse el proyecto  en el desarrollo de bienes primarios y accesoriamente en los servicios,  se constituye una clase rentística, beneficiaria  de la apertura y sin los atributos de una clase capitalista. Vale decir: sobria, con tendencia al ahorro y la inversión reproductiva. Pero nada de eso sucedió, salvo en los márgenes. La cultura de los países  anglosajones y otros de la Europa del norte no tuvo lugar, dado la configuración del modelo económico adoptado. Sí expresó muchas las características de la modernidad, lo que la distinguió del resto de los países latinoamericanos. En suma,  el patriciado conducía un país que enriquecía a las clases latifundista, pero también daba oportunidades a los emprendedores de la época, conformados fundamentalmente por inmigrantes. Casi el 70 % del comercio minorista y de servicios en las provincias del litoral, estaba ya en la década del 10 en sus manos. 

Ese Patriciado político que abrió la Argentina al mundo, respondía a una concepción positivista que confiaba en el progreso y que se miraba en el espejo del desarrollo de Europa. Esos Gobiernos fueron ilegítimos, pero nadie puede negar que tuvieron un sesgo modernizante  y un espíritu laicista (anticlerical),  que permitieron la conformación de un aparato del Estado libre de las rémoras eclesiásticas.  Claro está que,  al seguir a ultranza el aforismo de Alberdi (Gobernar es poblar), esta clase dirigente fue creando un monstruo que terminó por devorarlos.  Los sectores populares  de raigambre nativa se beneficiaron muy poco ante el avasallante espíritu emprendedor y de lucha de nuestros ancestros.

De esta manera, los grandes negocios financieros se organizaban de la siguiente manera: de desarrollo de la infraestructura  y de intercambio comercial con el resto del mundo,  en manos de capitales británicos en su mayoría; el negocio ganadero y de cereales, en manos de los  latifundistas; y el comercio y pequeñas industrias en el litoral, en manos de los recién llegados.  Consecuentemente, cuando el patriciado toma  conciencia de los efectos de sus políticas, ya era tarde para revertirlas y las tensiones sociales comenzaron a cruzar las realidades del paraíso argentino,  de forma continua y violenta. De una forma mucho más cruentas y extendida que lo que aparece en el relato idílico de la “Argentina de las Mieses y las vacas”.

Un miembro de la clase dominante, Roque Saénz Peña, entiende y describe este proceso de dependencia. Entendimiento que lo lleva a confrontar con un régimen que carecía de ideas (Halperin Donghi) y de legitimidad. En este marco, promueve la ley electoral que permite el triunfo del partido movimientista Radical, bajo el liderazgo de Hipólito Irigoyen. Un partido que en su mayoría se identifica con el caudillo y que por su constitución despertaba la desconfianza de los sectores intelectuales y liberales de la época. Las críticas, vale la pena destacar, eran muy parecidas a las que ante la emergencia del Peronismo hacían los dirigentes del radicalismo y otras afines a la derecha, de la conducción del movimiento liderado por el Coronel Perón.  El interregno de Alvear, representó una concepción menos personalista del poder y más afín a la ideología de los conservadores y liberales. Cabe decir que Irigoyen no cuestionó el modelo de acumulación adoptado.

La revolución del 30, implicó la restauración plena del poder de la oligarquía fundadora, a costa de la república. También toda clase de tropelías y avasallamientos en defensa de los intereses de la clase dominante, que sin embargo produjeron una paradoja  muy interesante. Su clase política, con el Presidente Justo y los que le siguieron, crean instituciones de control propias de una concepción  que entiende que el Estado debe tener un rol preponderante.

Lo que pasó en esos 12 años revalida la frase de Arturo Jauretche, respecto  a que las instituciones pueden servir a distintos fines, depende de quien la conduzca. Esta aseveración se sostiene porque la creación de los impuestos a las ganancias, el Banco Central, un sinnúmero de juntas reguladoras de distintas producciones y las defensas arancelarias,  fueron creadas por los Gobiernos nuevamente sustentados en el fraude.  Y no sólo eso, el desarrollo de la industria liviana y algunas para la defensa, se debió a las políticas instauradas en este período, y no al advenimiento del Peronismo como muchos creen. Claro,  Argentina estaba atravesada por la crisis mundial del 30 y esto obligaba a realizar acciones imposibles en otro contexto; entonces, la crisis reveló claramente la situación de dependencia del modelo de los intereses Británicos, asociados a la Oligarquía.

Identidad y Nación

El Peronismo responde  a esa desarticulación social y política, proponiendo un proyecto inclusivo y de un profundo respeto por la clase trabajadora, al integrarla al poder político.  Da respuesta a la pérdida de identidad, o simplemente a la ausencia de la misma, en el seno del pueblo. Un pueblo trabajador incorporado a la producción, pero sometido a un discurso y acción  política, sustentada en el  interés de las minorías. Esto es lo que  permite que un proyecto popular liderado por un político iconoclasta, le gane la pulseada a los sectores liberales. Sectores que no entendieron el efecto devastador de los 12 años de Gobiernos al servicio de los grandes propietarios. Es que las luchas ideológicas centradas en la confrontación  de la 2da Guerra mundial, no permitieron a los liberales ni a la dirigencia de izquierda,  entender las necesidades de una sociedad ávida de justicia. Esto no sólo se identificaba con los cabecitas negras, sino también con el amplio espectro de inmigrantes (o hijos de ellos),  cuya condición social se encuadraba dentro del proletariado.

El Peronismo fue una revolución  de derecha

El Peronismo fue una revolución de derecha, y esto produjo su incomprensión dentro de las filas de la izquierda y la dirigencia centrada en su vocación aliadófila. ¡Pero  fue una revolución!  Un movimiento apoyado por el clero,  que emerge con mucha fuerza a partir del peligro del comunismo y la actualización de la vigencia de la Iglesia para  frenar ese peligro. La iglesia por su parte, en retroceso por la fuerza de los creadores del Estado moderno, vuelve a tomar relevancia en la década del 30 como institución fundamental para detener el peligro del ateísmo emergente y el avance de la ideología socialista. El temor de los gobiernos del 30  y de vastos sectores de la burguesía, no era el avance de la Iglesia sino el peligro marxista.  Esto explica también, y no solo la lucha contra el imperialismo, la posición de un vasto sector del ejército.

Por cierto, es la misma Iglesia que con el emblema de Cristo Vence, la que facilita la caída del Gobierno Peronista, ante lo que consideraban una traición por avanzar sobre instituciones que consideraban propias.  Un gobierno que cae fundamentalmente por desconocer la ideología y los recursos de una clase media forzada a aliarse a la Oligarquía, y también por los antagonismos que supo despertar el personalismo desmedido del conductor.

En mi opinión, el personalismo carismático concluye en una visión y un discurso único que promueve el ascenso de los mediocres. Un gran estadista sin duda, que perdió de vista la importancia del malestar que fue engendrando  su estilo de Gobierno en sectores que rechazaban el discurso excluyente. Cuando estos ganaron a una porción importante de las fuerzas armadas, su continuidad implicaba de hecho una guerra civil; y creo que Juan Perón, con mucha cordura y visión militar, optó por el exilio.

Guerra Civil encubierta

Luego se desenvolvió una guerra civil encubierta durante 28 años, en la que las fuerzas armadas participaban reprimiendo, so pena de un estado de anarquía social y política;  lo que derivó en que  fueran  partícipes y causa de un mayor descontento político y social. Nada fue legítimo en verdad, salvo el interregno del regreso de Perón (en un clima de violencia),  hasta la vuelta a la democracia en el 83. La clase política y los dirigentes sociales que llegaron al poder con la vuelta al Estado de Derecho, no supieron  interpretar  que  la Argentina  requería de profundos acuerdos políticos y sociales, para superar serios problemas estructurales y heridas dolorosas en el cuerpo social. A la fecha, todos han fracasado, aunque el voto los haya legitimado. ¡Los antagonismos sobreviven y los resultados perversos también!


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