DISPAROS EN LA OSCURIDAD VIII - CON CONDUCTAS TRIBALES, ¡NO HAY FUTURO!

CON CONDUCTAS TRIBALES,
¡NO HAY FUTURO!
Por Eduardo Dalmasso*
Sobre la intolerancia
Una de las preguntas claves que los argentinos tenemos que dilucidar, es el tipo de sociedad en que desearíamos vivir. Esa pregunta hoy, aparece desdibujada ante el cuadro de pobreza  y la pérdida de ilusión, pero no por ello resulta menos apremiante. Es verdad, el 40 % de pobreza  al que hemos sabido llegar, hoy agravado por el Coronavirus (SRAS-CoV-2), puede hacer parecer estúpida esta pregunta; pero no me parece así, porque la historia post Dictadura nos estaría  diciendo que nuestras diferencias nos han producido un derrumbe inconcebible en casi  todos los frentes. 
No constituimos una sociedad tolerante; si hubiera tolerancia habría entendimientos de fondo y no habríamos caído a este precipicio sin fin. (Disparos en la Oscuridad ALFIL DIARIO-2019/020). Los gobiernos  neoliberales de los noventa y los progresistas de  principio de siglo, ambos con comienzos felices, terminaron envueltos en escándalos de corrupción, amén de culminar, en un caso, con una crisis terminal y, en el otro, con la paralización del sistema productivo y el incremento de empleo en el Estado, un mecanismo que junto a la eliminación del INDEC, permitió disimular la falta de productividad inclusiva del modelo económico. La derecha liberal fracasó en el período post menemista y vuelve a fracasar en el post Kichnerismo. El previo intento social-demócrata, terminó en la anarquía.  
Lo peor de todo es que distintas fracciones siguen sosteniendo un discurso, como si nada hubieran tenido que ver con nuestra historia. Los mensajes hablan de certezas, pero nada de autocrítica. Las certezas lamentablemente son la puerta de entrada del autoritarismo o la regresión social.  
¿Quién puede hablar  con autoridad moral?  Creo que solo los cínicos, que lamentablemente no son escasos. Insisto: si no hablamos de los fracasos, no asumiremos las responsabilidades, para poder recrear con sinceridad la República. 
En  mi caso, solo soy intolerante con la intolerancia; por eso critico esos discursos que omiten las realidades y plantean promesas montadas en los fracasos del otro. Vivimos, de hecho, en un estado de anarquía.   

Significado de lo Tribal
Dentro de ese juego de irresponsabilidades emerge el pensamiento y la práctica tribal: “La tribu tiene un borde: están el adentro y el afuera. En ese afuera están los otros, que pueden ser personas reales o quizá solamente un estereotipo inventado por la tribu. Los otros existen esencialmente por oposición a nosotros. Además de lo identitario, una tribu se caracteriza por otros sesgos, como sentir favoritismo hacia los propios e intolerancia hacia esos otros” (Guadalupe Nogués-Vitel Toné y tregua- El Gato y La Caja) .Es así que la identificación nos lleva a cargar todas  las responsabilidades en el otro, y  excusar cualquier acción,  por negativa que sea, si lo produce un compañero de la tribu. En el peor de los casos, cuando ya es inexcusable, la síntesis tribal lo define como que “nunca fue nuestro”, ¿no?  Imposible construir, o mejor dicho, imposible salir de la profunda crisis que nos viene afectando, si no superamos las conductas tribales. 
Ante la crisis socio-económica y moral, muchos esgrimen una salida supuestamente de izquierda,  caracterizada por el socialismo del Siglo XXI, como una respuesta factible al caos, con el objetivo de defender a los desheredados y recuperar la dignidad del pueblo. Desheredados que pretenden defender sin hacerse cargo, como expresé, de la corresponsabilidad de su existencia. El ejemplo paradigmático de esto, se referencia en el Chavismo: un líder que, para preservar su poder, comprometió primero al ejército y luego lo corrompió; y hoy su sucesor se basa en las fuerzas armadas como sostén de su régimen. ¿Por qué un Régimen? Porque cuando un Estado expulsa gran parte de su población en contra de su voluntad,  y sobre todo a aquellos amantes de la libertad, o simplemente emprendedores independientes  de un  poder político que intenta regir sus vidas,  estamos hablando de regímenes tiránicos, y por lo tanto, antidemocráticos.  Claro, ¡en nombre del pueblo!
Hoy los hechos  de la política en Argentina, y este es uno de los saltos cualitativos, no pasan por lobbies políticos y económicos presionando a las Fuerzas Armadas para que actúen de árbitros, malos árbitros por otra parte, y diriman las contradicciones de larga data que cruzan la estructura económica y social de Argentina. ¿Entonces? Entonces el futuro depende de que los actores sociales comprendan y asuman la complejidad que ha dado origen a su decadencia. Decadencia cuyas raíces devienen de su conformación como Estado moderno. (Joaquín V. González-El Juicio del Siglo- EUDEBA 2010).

Política y pobreza intelectual
Argentina, con sus contradicciones económicas y políticas sin solucionar y con los resultados de las experiencias políticas concretas,  revela no sólo una crisis estructural,  sino y como contracara,  la pobreza intelectual de la dirigencia política; un tema que, creo, tiene que ver con el agotamiento de los sectores hegemónicos propios de principios del Siglo XX, y la incapacidad de  los sectores industriales emergentes de la ciudad y del campo para definir un nuevo discurso que sea relevante para el conjunto de la sociedad. 
La realidad de las sucesivas confrontaciones produjo que el poder político quedara en manos de la pequeña clase media, con lo que esto implica, no sólo en términos ideológicos, sino en términos del significado de la concupiscencia del poder. Desde allí, mi sostenida caracterización desde hace muchos años, sobre nuestro país como un Estado a la deriva.  
En este marco y por estas razones, consecuentemente nadie entiende qué nos pasa, ya que, a pesar de tener un sector del agro y productos regionales a la vanguardia del mundo,  contar con grupos avanzados de la ciencia aplicada y de la tecnología y expresiones de arte, así como otros rasgos de país desarrollado, somos fábrica de pobreza y desesperanza.  Esta excepcionalidades, mucho tienen que ver con las raíces culturales de la inmigración  y la tradición educativa, a pesar del fracaso de la Universidad.  Fracaso que preserva ciertas islas  de calidad científica y tecnológica, pero que como institución cultural, se ha transformado en una fábrica  de profesionales sin ninguna incidencia cultural y, menos que menos, en el canal necesario de la transmisión e impregnación de valores para afianzar la República, la democracia  y la justicia, como pilares de una sociedad  de avanzada, y por ello pródiga en la igualdad de oportunidades. 
Nuestra Universidad, germen de la clase media que navega en la política, es la mejor expresión de la involución cultural de Argentina. Nuestro fracaso como sociedad, mucho tiene que ver con la traición, no sólo al pensamiento reformista, cuna del mejor ideario democrático y científico liberal, sino también a la tradición nacionalista, centrada en la búsqueda de la identidad y la unidad nacional, dentro de un país que, por su historia, refleja un aluvión inmigratorio que rompió con  todas las estructuras sociales preexistentes. Y lo preexistente, hay que decirlo, siendo muy meritorio, se basaba en el fraude político y la muerte del Federalismo. Modernismo y desarrollo dentro de una concepción dependiente y por ello muy frágil; tan frágil que ante la crisis brutal de la década del 30, los sectores hegemónicos que lideraron la modernización del país, tomaron el poder renunciando de hecho a su discurso laico y republicano, para dar lugar, o facilitar en el mejor de los casos, a la metáfora del tango Cambalache.
Lo que siguió: un liderazgo lúcido, ligado a una concepción mesiánica, que dividió a la sociedad. Los personalismos conducen a la arbitrariedad y la división. Esa situación, más  la presión de la iglesia y los lobbies del Imperio, condujeron a la fractura del ejército. Peronismo y anti Peronismo marcaron una nueva época: cae el  Gobierno del Presidente Perón, y el país, todavía próspero, comenzó a derivar hacia la nada. 

Todo fue ilegítimo
La sociedad vivió al fragor de esa fractura que anuló todas las posibilidades de instaurar una sociedad democrática, por casi treinta años.  
Todo fue ilegítimo dentro de ese interregno,  y  más allá del rol de las fuerzas armadas como sujetos activos y árbitros de lo que yo he llamado reiteradamente, una guerra civil solapada, la realidad es que la sociedad vivía en un estado de tensión, que obnubilaba cualquier atisbo de objetividad.  Una sociedad que aún dentro de la precariedad de la política, mostraba índices de ocupación  y de bienestar social que, vistos a la luz de la decadencia dentro del proceso de restauración democrática, es como si habláramos de otro país.  
Es cierto,  durante el vacío democrático (55-83), la realidad dejó de importar;  todo fue impregnado por los sesgos ideológicos, debilitando dentro de este juego de suma cero, la posibilidad del desarrollo de una burguesía nacional con una ideología autónoma. La violencia impregnaba la vida cotidiana en enfrentamientos, cuyos únicos beneficiarios fueron  el gran capital y los sectores financieros. La juventud del siglo XXI,  desconoce el grado de violencia que atravesaba la sociedad Argentina y que ni siquiera el líder más importante del siglo XX, pudo conjugar.
Así, sobreviene una cruel Dictadura, que cree puede terminar con un estado revolucionario, anulando un proyecto industrial dependiente (pero aún poderoso), como forma de eliminar a la clase trabajadora combativa y a los sectores revolucionarios. En su accionar, desconoce totalmente el Estado de derecho,  para terminar sucumbiendo, no solo en el desastre de las Malvinas, sino en un fracaso degradante en lo político y económico.
Vale decir que todo se fue deteriorando, como lo ejemplificó muy bien la composición e ideología cavernícola de las fuerzas armadas.  Creo que estudiar el comportamiento de sus jefes, nos enseñaría  mucho de lo que había venido ocurriendo dentro de la dirigencia de la sociedad argentina.
La vuelta a la democracia,  a la luz de la experiencia vivida, no fue suficiente para superar una cultura de enfrentamientos, de defensas corporativas y rigidez intelectual, proceso que nos ha precipitado a un abismo de pobreza y marginalidad. Su contracara, es la degradación de un sistema de justicia que, de hecho,  reivindica el mensaje de ese gran tango de Enrique Santos Discépolo: Cambalache-1934.
*Dr. En Ciencia Política (UNC-CEA) Ensayista y Educador. Su último libro, 1918 Raíces y valores del movimiento reformista. Editor del Blog: Ideas Políticas y otros enfoques.

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