EL ROL DE LOS INTELECTUALES

 “EL INTELECTUAL CUESTIONA EL PODER, OBJETA EL DISCURSO DOMINANTE, PROVOCA LA DISCORDIA, INTRODUCE EL PUNTO DE VISTA CRÍTICO”

El rol de los intelectuales

Por Eduardo Dalmasso*


DIFERENCIAS IMPORTANTES

Un intelectual no se define solamente por el hecho de que trabaja su intelecto, este bien podría ser un experto o un erudito. Un experto es alguien que domina un tema desde sus fundamentos hacia la aplicación del conocimiento. Un erudito es alguien que posee riqueza de información dentro de un tópico o varios, pero que su método de procesamiento  de la misma no responde a un criterio de rigurosidad respecto a la búsqueda de la verdad o a fundamentos del conocimiento. Por contrapartida, un intelectual es alguien que investiga sobre las fuentes del conocimiento, pone en duda las afirmaciones  relevantes y procura aportar elementos que expliquen con mayor profundidad el sistema de causalidades que hace a determinados comportamientos sociales, si se trata de analizar, por ejemplo, la vida política de un país.

En otros ciclos históricos, al intelectual se lo asociaba con el planteo de utopías o con el cuestionamiento social que lograba poner en jaque los fundamentos de las estructuras vigentes. Pero como bien  lo señala Regis Meyran en el prólogo del libro “¿Que fue de los intelectuales?” de Enzo Traverso, ocurre que luego del fracaso del socialismo real, el desconcierto, la perplejidad y la desilusión de muchos de los pensadores  que profesaban esa ideología,  ha cercenado su creatividad.

El golpe fue tremendo, aparecieron en el firmamento los expositores del pensamiento escéptico, los conversos radicales dentro de un sistema mercantilista de carácter alienante como muy bien lo describe Byung Chul Hang, (Psicopolítica- 2014) y los que suscriben a una vuelta del pensamiento nacionalista de carácter populista. No es de extrañar que ante la nueva crisis que asola al Capitalismo, aparecieran respuestas similares a la de principios del siglo XX.

ARGENTINA

Este desenlace o frustración ideológica en países subdesarrollados como el caso de Argentina, produce en muchos intelectuales la necesidad de encontrar una salida: esto se manifiesta en un revisionismo ideológico que los lleva a aferrarse a un pensamiento conservador y elitista (supuestamente revolucionario), tras el ropaje de un lenguaje propio de décadas superadas por un mundo que ha mutado totalmente. O creer en el mercado como la panacea que permita salir de un estancamiento que lleva cinco décadas al menos, sin tener en cuenta el fracaso del neoliberalismo dentro de nuestra específica realidad y su impacto sobre el sistema mundo.

Un mundo que ha mutado sus estructuras a partir del vertiginoso avance científico y tecnológico,  de la revolución que se manifiesta en la institución del matrimonio, de la consideración de los géneros y el brutal avance de la autonomía de la mujer del sistema patriarcal, sin duda alguna, es otro mundo, pero con las duras experiencias de un sistema de poder que genera estructuras de partido único.


¿Y LAS EXPERIENCIAS AUTORITARIAS?

Sin embargo, existen  grupos de intelectuales que admiran las experiencias autoritarias aún vigentes, por lo que cabe pensar que adhieren a una visión de ejercicio del poder en manos de minorías esclarecidas  que actúan en nombre del pueblo. Desde esa posición, es posible que aspiren a una solución parecida para nuestro postrado país. Son pensadores  que han perdido la audacia de cuestionar y que se solazan hablando de un pasado que no dejó de ser parte importante de la escenografía de la decadencia que se vive,  ya  descripta  hasta el cansancio, incluso en mis propios escritos (Disparos en la oscuridad-Alfil diario).


MISIÓN DEL INTELECTUAL

El intelectual, se identifica con el pensamiento crítico, de ello que  cuestiona el poder, objeta el discurso dominante, provoca la discordia  e introduce  puntos de vista que ponen en tela de juicio la solvencia  de los conductores. Este accionar, por supuesto, normalmente le acarrea el ostracismo de las organizaciones políticas y cierta incomprensión de los que no logran atisbar los fundamentos de una crisis que carcome al Estado.

Sostengo que cualquiera sea la calidad humana de la persona que pretende tener un discurso de carácter intelectual, verá cercenada su libertad de pensamiento, si pertenece a un partido u organización política; es el  costo de la adhesión, so pena de ser expulsado. Su integración puede transformarlo en un experto, por ejemplo de la comunicación o del desarrollo de una específica función en línea con el discurso oficial, en aras de su legítima ambición por obtener algún tipo de reconocimiento y poder.  León  Trotsky encarna un ejemplo: como jefe del ejército y como uno de los líderes de la revolución Bolchevique, decide la ejecución de rehenes, legaliza la censura y justifica la represión de los marinos durante la insurrección de Kronstadt (1921). Luego, al recuperar su rol de intelectual en toda su acepción, es expulsado del partido.

Sólo en situaciones inusuales como las del pensador  Antonio Gramsci, encarcelado por el fascismo,  el intelectual pudo expresar  sus penetrantes análisis de la sociedad capitalista, por fuera de la ortodoxia del partido comunista. Recordemos que un gran intelectual como Jean Paul Sartre, se vio compelido a ignorar las atrocidades del régimen stalinista para no perder su fe en el comunismo.

Lo anterior sirve para expresar, coincidiendo con Enzo Traverso, que el intelectual lucha por principios abstractos: la justicia, la igualdad, la libertad, los derechos humanos; quiere que triunfe la verdad, defiende valores universales. (Traverso, Enzo. ¿Qué fue de los intelectuales?, 2014).


CUESTIONES FUNDAMENTALES

La clave de la lucha de los intelectuales, para que sea genuina, es el abandono del pensamiento dogmático y la búsqueda  de un pensamiento creativo, sujeto a valores muy claros respecto a lo que busca en relación a la libertad y la dignidad de las personas; desde ahí, el intelectual y su pensamiento confrontará con  los iluminados, que en un símil del pensamiento elitista de Platón, creen que sólo ellos pueden conducir al pueblo. Una intencionalidad que se encubre esgrimiendo frases que hablan de la injusticia y la liberación de los oprimidos, hasta quizás  pensando en la solución China.

En el siglo XX la opción de los intelectuales progresistas era: estar con la burguesía o estar con el proletariado; hoy la opción, luego de la eclosión de la URSS, se dirime entre: la dignidad del desarrollo en libertad o el subdesarrollo en beneficio de minorías políticas y capitalistas. Salir de los modelos establecidos  les atraerá no pocos enemigos, dado su libertad ante el poder de turno, sin embargo, esto es lo que caracteriza a un espíritu libre de los dogmas o de los intereses que pudieran coartar su libertad.

No estoy diciendo que los intelectuales no deberían adscribirse  a un partido o un movimiento, sólo estoy expresando que esa condición los hará perder la libertad de pensamiento, e incluso los hará corresponsables de situaciones que pudieran transgredir los derechos humanos o la ética cívica  imprescindible dentro de una sociedad civilizada. (Bourdieu, Pierre. "Intelectuales Política y Poder", 1999).

En conclusión: el punto de partida de una interpretación de la realidad, no puede ser ajeno a los sentidos de la democracia y de los valores relevantes que el intelectual defiende. Detrás de esa mirada, yace su aprehensión de la experiencia histórica y su contribución al horizonte de expectativas sociales.


*Dr. En Ciencia Política (UNC-CEA) Ensayista y Educador. Su último libro, 1918 Raíces y valores del movimiento reformista. Editor del Blog: Ideas Políticas y otros enfoques.

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