NUESTRA EDUCACIÓN PÚBLICA, UN TOBOGÁN PARA LA DEGRADACIÓN SOCIAL

 NUESTRA EDUCACIÓN PÚBLICA, UN TOBOGÁN PARA LA DEGRADACIÓN SOCIAL

Eduardo Dalmasso*

A partir de 1983 el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) asume con las insignias de la democracia y la república, esto en el área educativa derivaría en la búsqueda de una profunda democratización de las instituciones y un llamado a la participación de los ciudadanos. Por estas motivaciones, se llevó a cabo la formulación de un Congreso Pedagógico Nacional (CPN). La idea central:  combatir la cultura del autoritarismo y poner a la educación como uno de los temas centrales de la acción política. Este objetivo no era independiente de los datos que presentaba el sistema:

En el nivel medio la tasa de escolarización era de un 41.7% en 1980. Otros datos   indicaban que los alumnos matriculados en 1980 en el 7º grado habían tenido un desgranamiento del 46 %. En un marco global, el 62% había terminado la educación secundaria y el 4,1% había finalizado estudios superiores. (Rossi Ignacio- 2020- Revista latinoamericana de Políticas y administración de la Educación)

Camino a la desesperanza

El proyecto educativo:  en parte por los antagonismos políticos, los intereses corporativos   y   el agravamiento de la crisis   económica fue perdiendo relevancia política. Los resultados de   las pruebas para evaluar desempeños dentro del sistema público nos permiten concluir que la sociedad argentina se está estafando a sí misma y que el proyecto iniciado al principio de la restauración democrática, no solo se perdió, sino que se agravó la orfandad, por sobre las excepciones.

Acorde a los resultados, ni   los sucesivos    gobiernos, ni los sindicatos han aportado al cambio educativo que la sociedad requiere, atento dos objetivos primordiales:   la adecuación   a   un   mundo   que    evoluciona   transformando   todos los modelos de producción y servicios y   la autonomía intelectual necesaria para defender la dignidad e integrarse constructivamente   a la sociedad. Ergo, acrecentar la igualdad de oportunidades y posibilitar la movilidad social.                                                                              

Estemos en claro que, si un altísimo porcentaje de los niveles primario y secundario no manejan el cálculo, no saben leer y, menos, interpretar un texto, ninguno de   estos   objetivos se cumple.

Corroboro lo expresado desde 3 fuentes: 

El 1° de diciembre de 2021 se realizó el examen “APRENDER” a estudiantes de 6° grado de nivel primario de todo el país. (Ministerio de Educación)

Resultados   en   la educación pública y privada: En el primer caso, más del 50% de los estudiantes obtuvieron un desempeño deficiente tanto en Lengua como en Matemática; en el segundo, se reducen aproximadamente a la mitad los resultados negativos.

 Dado que la gran mayoría de los estudiantes de bajo nivel socioeconómico va a escuelas públicas, lo anterior indica que están accediendo a una educación de peor calidad que los niños de hogares con ingresos más altos. Esto alimenta un círculo vicioso de pobreza, ya que sin educación no hay empleo de calidad.

Las pruebas PISA que miden calidad educativa de los países, es una evaluación que se toma a jóvenes de 15 años de edad para medir sus capacidades de lectura. La referencia son 500 puntos que es lo que tienen los países desarrollados. En la región sudamericana lo que se observa es lo siguiente:    

    Argentina en el año 2000 obtuvo 418 puntos, mientras que en el 2018 midió 402.

    Chile en el año 2000 obtuvo 410 puntos, mientras que en el 2018 midió 452.

    Perú en el año 2000 obtuvo 327 puntos, mientras que en el 2018 midió 401.

Estos datos muestran que la degradación de la educación en Argentina viene de mucho antes de la pandemia. Según los organizadores de la prueba PISA, una diferencia de 40 puntos equivale aproximadamente a un año de estudios.

Si tomamos nuestra educación secundaria, al 2019 se observa según el Ministerio de Educación de la Nación:

    Sólo el 69% de los jóvenes hasta 24 años terminó la secundaria.

    Entre los jóvenes de más alto ingresos el 88% terminó la secundaria.

    Entre los jóvenes de más bajos ingresos (la mayoría, pobres) sólo el 52% terminó la secundaria. 

 Si   además analizamos   los resultados de la ERCE 2019 de la Unesco: 46% de los niños de 3° no tiene capacidades de lectura y cuando llegan a 6°, 68% no las tienen. En el caso de matemática, en 3° el 49% no tiene conocimientos suficientes y en 6°, el 87% no alcanza el nivel mínimo.          (evaluación educativa que se hace en 16 países de América Latina a niños de 3° y 6° grado de primaria para analizar los logros y habilidades que desarrollaron en lectura, escritura y matemática.)

O sea: En cualquiera de los modelos de evaluación que tomemos, los resultados son negativos y sin visos de mejoras. (Fuente IDESA- Cuadros Estadísticos)

Estos datos muestran que en los hogares de mayor nivel de ingreso casi la totalidad termina la secundaria, mientras que en las familias pobres sólo la mitad de los jóvenes termina la secundaria. Y lo peor que, aun terminando la secundaria, como se puso en evidencia por las dificultades hechas   públicas    por la firma Toyota al necesitar   incorporar 200 jóvenes a su plantel de empleados, los egresados distan de estar preparados.

La contundencia del fracaso en ERCE, los datos de la prueba APRENDER no hacen más que confirmar el fracaso en las PISA.  La pandemia puso blanco sobre negro la tremenda discriminación del sistema. El cierre de las Escuelas profundizó los problemas de vieja data.

Pobreza y futuro de una Argentina desintegrada

 Qué más necesitamos para darnos cuenta del abismo social que el sistema viene produciendo.  Es por esta razón   que deberíamos aceptar   que el sistema educativo en sí mismo, en cuanto a cómo funciona y   lo   que   logra, merece una profunda revisión. 

De hecho, un atentado a la Democracia. El aparato conduce a que los que menos tienen no tengan posibilidades   de   emerger a una vida digna.    Situación   que se agrava por los brutales cambios tecnológicos que alteran los modelos del siglo pasado.

Todos los discursos a favor de los que menos tienen aparecen, ante esta   realidad   como hipócritas.  Los   que    sufren   no   sólo    son   niños de los   desocupados, los   trabajadores y de la pequeña clase media, sino los propios docentes prisioneros de un sistema que les cercena toda posibilidad de desarrollo en base al mérito y que los obliga a enfrentar situaciones angustiantes con sueldos injustos.

Pregunto

 ¿Cómo nuestro país va a bajar los índices de pobreza que oscilan en más del 40 %, si genera una población semianalfabeta en los términos que demandan las nuevas estructuras industriales y de servicios signadas por el fenómeno digital.

Conclusión

Se requiere dar vuelta   la concepción predominante. No se trata solo de agregar   una hora más, llegar a los 180 días de clase o mejorar el sistema de gestión.                                                                                                            Comparto con Guillermina Tiramonti (El Gran Simulacro.2022) la necesidad de cambiar de raíz la orientación curricular, los modos de impartir conocimientos que no tengan en cuenta el bagaje cultural, el sistema de calificación del cuerpo docente, el modelo organizativo, los propios estatutos que rigen la actividad, la importancia de rescatar el mérito como norte y, sobre todo, abandonar políticas compasivas que sumergen y niegan un futuro digno a los que menos tienen.

* Dr. en Ciencia Política. Profesor de Posgrado. Editor del Blog Miradas Políticas y otros enfoques.

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