Memorias de Adriano (10–Cierre)
Por Eduardo Dalmasso
El emperador romano Adriano, presintiendo la proximidad de su muerte, escribe una carta a su sucesor Marco Aurelio. En ella hace una introspección de su vida; desnudando su alma Adriano revela su personalidad contradictoria, estadista visionario, poeta versado de las artes, escéptico, y sin embargo, supersticioso, soldado temerario pero amante de la paz; filósofo mesurado y al mismo tiempo entregado al placer y la voluptuosidad. Emperador correcto y justo, considerado por sus súbditos como un dios, que llora como un niño por la muerte de su amor. En Adriano se puede reconocer la intrincada construcción del laberinto humano.
Entrevista a Marguerite Yourcenar (Conversaciones con Martin Galey) “Con los ojos abiertos” (Plataforma Editorial- Barcelona)
Adriano habla de morir con los ojos abiertos, y eso significa que hasta su final sigue reflexionando sobre su vida, su propia muerte y sobre el mundo (pág.361).
Ese hombre de inteligencia excepcional no comprende que los Celotes prefieran acampar en las ruinas de Jerusalén, poco antes destruía por Tito, a las ventajas de una ciudad nueva, a la romana. La incapacidad de comprenderse de ambas partes producirá la guerra de Palestina y adelantará algunos años la muerte del Emperador (pág. 305).
En otro contexto es lo que he intentado mostrar en cierta fase de la vida de Adriano, Una fase en la que se muestra feliz, poderoso, útil, amado se deja llevar por una especie de embriaguez de su propio éxito en los grandes momentos y a una cierta facilidad, y aun de frivolidad en los pequeños. La muerte de Antínoo se produce en ese momento, en que el hombre por quien Antínoo se sacrifica, por un tiempo, es netamente inferior a sí mismo (pág. 288).
Adriano se desmorona cuando Antínoo muere para reconquistarse luego, penosamente gracias a lo que llama la disciplina augusta, pero sin duda algunos elementos han muerto en él para siempre. (…) Ese momento en que está a punto de perder todo control, se supera y avanza poco a poco hacia la Patientia de los últimos años. Siempre he visto (mis lectores lo ven raramente) la historia de Adriano como una construcción piramidal: el lento ascenso hacia la posesión de si mismo y la del poder: los años de equilibrio seguido de una embriaguez, que si usted quiere, es también el gran momento, luego el desmoronamiento, el rápido descenso, y de nuevo la reconstrucción a ras de tierra (…), los trabajos proseguidos cueste lo que cueste, la enfermedad soportada (pág. 115-116).
Los sistemas son construidos y aplicados por hombres. Adriano era flexible y con una particular fortuna, el sistema en el que vivía era todavía bastante flexible, es decir que había todavía elementos políticos, elementos republicanos que seguían siendo muy visibles en el imperio, posibilidades de apoyarse en el senado, de luchar contra él: era a la vez jefe supremo y reelegido todos los años; no era aún el monarca de tipo orientalizado de los siglos siguientes, aunque no fuera ya el hombre político siempre en la arena, como en los últimos tiempos de la república. Lo que importa, es el cumplimiento, en su plenitud de un destino de jefe de Estado y en suma de un ser humano, ya que en el fondo la vida de cada uno es divina, pero poca gente lo sabe (pág. 176).
Líder y Estadista
Este ser humano logró el máximo esplendor para el Imperio. Era un líder y estadista porque encolumnó las legiones del imperio, a la plebe y al resto de los dominios bajo su concepción. En lo fundamental se regía por imponer una cultura excelsa, desarrollar el comercio y el bienestar de la población, incluso la de los esclavos, crear centros urbanos que contribuirían a promover la riqueza del imperio. Adriano logra que el senado muy resistente a su imperio termine otorgándole todos los triunfos. Su visión y ejercicio del poder, se enriquece en sus innumerables viajes que le permiten reconocer necesidades y características de los pueblos y lo más importante reconocerse el mismo.
Su responsabilidad lo lleva a elegir sus sucesores, atento la preservación del Imperio. Sin duda usó el poder para preservar el suyo, pero su ideario era propio de un grande. A este grande le importaba la felicidad y la belleza. Amaba la vida como buen griego. Un hombre austero y más sobrio que sus predecesores, pero a la vez refinado y preparado para conducir los destinos de Roma. Asumió esa responsabilidad como servidor y eso lo transforma en un líder auténtico. Por lo demás, un ser humano, con lo que esto significa.
Comentarios
Publicar un comentario