CRISIS Y HEGEMONÍA – Sobre sus causas y cambios IV
“La paradoja consiste
en que las grandes corporaciones protegidas por el estado imperial, por su
propio desarrollo Global generan intereses estratégicos propios, que pueden no
coincidir, con los del conjunto de la
Sociedad norteamericana”.
CRISIS Y HEGEMONÍA IV
Sobre sus causas y cambios
12 de Junio de 2019
Por Prof. Doctor Eduardo Dalmasso*
Es importante, en nuestros días,
recordar que la depresión de los años 30 fue precedida por varias
crisis financieras y que la misma dio lugar, entre otros factores, a una guerra
intra europea que duró ocho años y que al exigir un ingente gasto militar agotó su desarrollo y
posibilitó que emergiera otro ciclo de
crecimiento, basado en el poder de la potencia vencedora y en la
recuperación de la infraestructura de sus aliados. Proceso que corrobora las
posturas Keynesianas, respecto del papel del gasto público en la prevención
y remedio de las depresiones.
La prosperidad posterior fue el resultado del aumento de los
gastos de los gobiernos financiados inicialmente por EEUU, aunado al
mantenimiento y estabilidad de la tasa
de inversión en plantas y equipos, que se sostuvo hasta fines de los 50´. El
nodo de esta cuestión, es que el capitalismo es un sistema económico con
tendencia a fluctuar cíclicamente entre períodos de prosperidad con un pleno
empleo razonable) y períodos de depresión, con distintos grados de paros
masivos. Como expresamos en nota anterior, hasta los 70 este ciclo fue
virtuoso.
La hipótesis más sólida respecto a estos procesos cíclicos, es que
los tiempos de crisis ocurren porque en la economía se produce un nivel de bienes y servicios que no
encuentran su contrapartida en la demanda efectiva del mercado. En parte, esto
sucede porque el excedente destinado a los beneficios del sector
capitalista, no encuentra oportuno y
rentable reinvertir sus fondos; ya sea por razones de
expectativas, de cambio tecnológico o de
bajas en la tasa de retorno del capital. De allí sus fluctuaciones periódicas. En
síntesis, cuando el total de excedentes no encuentra su contrapartida en
tasas de inversiónde bienes reproducibles que lo absorban, comienzan a existir
problemas respecto a la mantención del nivel de actividad y de la tasa de
ocupación. Esto también tiene relación directa, con la etapa del ciclo del
modelo tecnológico imperante y las políticas fiscales de los países dominantes.
Lo descripto se agrava por el comportamiento que adoptan los
fondos no reinvertidos en bienes de capital, ya sea en términos financieros o
especulativos como lo que describimos anteriormente. Por ejemplo, podemos
referenciar especialmente la opinión de Zygmunt Bauman y agregar que las
tecnologías innovadoras, tienden a aumentar la productividad, por el ahorro de
mano de obra y por el cambio de proporcionalidad del capital fijo necesario para los nuevos modelos y escalas de producción. Por lo tanto, si a esta
movilidad le sumamos el efecto de concentración de carácter oligopólico (típico del proceso capitalista no reglado),
la productividad del trabajo se acrecienta aún más, con su efecto directo
en la distribución del ingreso.
A partir de los 70´, estos desfasajes se fueron manifestando con
distinta intensidad, en diversos períodos y orígenes, según los
desequilibrios que se fueron generando en distintas regiones. Desequilibrios
macroeconómicos, agravados por la
incidencia de los fondos especulativos de carácter global, que ante las situaciones de crisis actúan
como una bomba de achique. (Sudeste
asiático- México. Brasil- Rusia etc.) Esto, ineludiblemente, produce serios desfasajes en
el nivel de actividad.
En el centro imperial, la disparidad mencionada entre la oferta y
demanda, se compensa en gran parte por el acrecentamiento de la expansión del
crédito y un mayor gasto de carácter público a los efectos de sostener la
oferta y el empleo. La expansión de los bonos basura por todo el sistema capitalista, es una muestra clara de este proceso en el que el sistema financiero toma
proporciones inusitadas. Esta contención, se comienza a debilitar ante los
propios límites de seguridad del modelo, cuando nuevos
jugadores comienzan a ganar mercados, manejar tecnologías y recursos extractivos que eran parte del
poder del Imperio, mermando así sus recursos genuinos. El Estado Imperial,
se ve entonces obligado a
sostenerse con crecientes niveles de endeudamiento ante las pérdidas de
competitividad de sectores importantes,
que hacen a su producto Bruto Interno (PBI). Esto se agrava cuando la
solución a la baja tasa de inversión, se
plantea en términos de incremento de los
beneficios fiscales y en
detrimento de los salarios. De esta manera, ese incremento no deriva en el
sostenimiento de la tasa de inversión necesaria y el modelo de desarrollo
comienza a modificar la ocupación, a partir de diversos basamentos tecnológicos.
La paradoja consiste en que las grandes corporaciones protegidas
por el estado imperial, (por su propio desarrollo Global) generan intereses
estratégicos propios, que pueden no coincidir con los del conjunto de la
Sociedad norteamericana. En consecuencia, desde fines de los 80´ el salario de
los sectores trabajadores de los EEUU, ha ido perdiendo significativa
participación en el Ingreso. Esta
visión, sería la “trastienda” del apoyo popular a las políticas del presidente
Trump.
Resulta así un entramado muy complejo. Entramado que pone en jaque
a la potencia imperial, que si bien sigue estando a la cabeza de la revolución tecnológica y científica, se
encuentra con serios problemas para resolver
la situación de amplios sectores de sus clases medias y trabajadoras, como consecuencia del
modelo de producción y servicios desarrollado previamente a la crisis que
estalló en el 2008. Las dificultades
se ponen de manifiesto en las
contradicciones de un Gobierno, que planteó la importancia de reducir el
gasto militar en el mundo (que en los hechos se ve obligado a sostener) y los propios resultados de una
política que intenta ser proteccionista; pero que se enfrenta a un modelo, que escapa al concepto de
economía centrada en una estructura productiva y
que desde el centro impone su mayor competitividad al resto del mundo:
el Modelo Británico. Esto se ve con objetividad en los problemas de
intercambio comercial con la potencia emergente que es China; incluso con el resto
del sudeste asiático, como es el caso de Japón. Países que a su vez, no pueden prescindir del
mercado de los EEUU. De allí que los
esquemas analíticos de la economía neoclásica, pueden dar muy poca cuenta (como
lo demostró la imprevisibilidad de la academia) de una profunda y
sostenida crisis económica.
Desde mi punto de vista, el desafío mayor para la potencia
imperial es seguir sosteniendo su moneda como medio de cambio en el mundo y readecuar su modelo de producción, atento a
sus ventajas tecnológicas y científicas, re-direccionándolo hacia un modelo competitivo y de pleno empleo.
Cuando aparecen estos signos de debilidad, las fuerzas armadas
necesarias para mantener el poder de extraer recursos del resto del mundo,
comienzan a significar un costo que excede los recursos que el imperio rescata
de sus dominios. Costo difícil de disminuir o reorganizar por las presiones políticas y económicas del
establishment, tal como se visualiza en los conflictos que él mismo sostiene o
crea. Por lógica, en la etapa de retroceso del poder económico de la
potencia imperial, el gasto militar en un nivel relativo muy alto, se
constituye en uno de los factores de
drenaje de la tasa de inversión necesaria en otros sectores.
En
estas condiciones, el sector financiero acrecienta su cuota de poder mientras que
puede tornarse muy difícil para los Gobiernos,
transferir recursos destinados a preservar el poder del Estado a nivel
mundial por dos razones. La primera, por el propio poder de la estructura
imperial desarrollada; mientras que la segunda, refiere al abandono del poder
relativo de potencia, cuestión que podría alterar el fundamento clave para
sostener el excesivo nivel de gastos o
nivel de vida a expensas del resto del mundo. Con esto último, me refiero a la
posibilidad de perder el crédito tácito que le otorga su moneda como medio de
pago. La paradoja es que, en el caso de EE.UU., su nivel de gasto militar y la
desaparición de la URSS, impiden que una
nueva carrera armamentística sirva de impulsora de la economía. La actualidad
requiere de una óptica diferente.
Los
diferentes ciclos depresivos y estallidos financieros, son a mi parecer
preanuncios de desequilibrios estructurales, que van afectando no sólo el nivel
de vida de distintos países y sectores, sino cambios fundamentales en el logro
de productividades relativas.
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