LÍDERES DE NUESTRO DESTINO - La construcción de nuestro liderazgo

La construcción de nuestro liderazgo


Mayo, 2018

Por Prof. Dr. Eduardo Dalmasso
Espejos

En escritos anteriores he recorrido los fundamentos de la educación y sensibilidad de lo que deberíamos alcanzar a nivel de los líderes sociales y políticos, correspondan al mundo privado o público. En ese rol, su importancia como espejos de la sociedad se magnifica y, de ello, la importancia de entender el nivel de exigencia que esa situación les acarrea. De hecho, las personas que merecen nuestro reconocimiento, sea en una organización sin fines de lucro, una organización económica o de una manifestación política -con justicia o sin ella- nos representan e influyen a través de sus decisiones en nuestras vidas.

Lo anterior nos conduce a pensar que, la mayoría de nosotros, tendremos que recorrer un camino de aprendizajes y desaprendizajes para crecer. Prosperar en nuestra actitudes de líderes responsables y respetuosos, primero de nosotros mismos y segundo de los terceros que pudiéramos tener que guiar. ¡Todo un desafío!

Se trata de evitar que se dé la paradoja que pudiéramos liderar y, sin embargo, no reconocer nuestra propia falta de auto liderazgo o dicho de otra manera de autoconocimiento y dominio personal. La salvedad es que cuando esto ocurre a menudo desaparece o nunca aparecerá muy probablemente la figura del líder sabio y magnánimo. Sí lo hará la del controlador, digitador de conciencias o simplemente el manipulador de voluntades.

Muchas veces avanzamos en nuestras vidas con resultados exitosos según la opinión de terceros, pero que en realidad, no nos comportamos como sujetos de nuestro destino, sino como símil de aquel jinete que lanzado a toda velocidad, en realidad no puede conducir su caballo sino que éste lo conduce a él. (Alfil 15/03/018)Es la diferencia entre que el caballo conduzca al jinete y no éste a su caballo, es decir, su vida. Cuando esto sucede, lo normal es que las personas, cuando ejercen el poder para desplegar influencia, tienen su estilo sometido a patrones y mandatos sin conciencia de ello. Muchas veces, con comportamientos que responden a resabios de rebeldía que han impactado y transformado su ser en un personaje duro, que sólo busca el dominio de otros a cualquier precio o que se aliena en la búsqueda de su éxito social. Vale decir: ¡el aplauso porque esto necesita su ego!

Una persona que pudiera ejercer algún grado de liderazgo y careciera de dominio personal como resultado de haberse negado o sencillamente omitido el duro trabajo de reconocerse en profundidad sensibilizarse ante su propia experiencia y captar la de los otros , es posible que, más allá de su buena fe, elija cualquier camino y sentido. Recorridos que transcurren sin la sensibilidad adecuada y compasión necesaria, dada su falta de reflexión y comprensión de las debilidades propias de cualquier ser humano. Hitler vuelve a nuestro pensamiento como paradigmático al respecto. Pero podemos reflexionar sobre nuestras propias experiencias.

¿Qué deberíamos buscar?

Trataremos de responder a través de un cuento Zen, para ir abriendo el camino. Se trata de “El Gallito de Pelea”:

En el libro de Chuang-Tzu se cuenta que Chi HsingTzu entrenaba un gallo de pelea para el rey Hsuan. Era un gallo fino.

A diez días de comenzado el entrenamiento, el Rey le preguntó si el gallo estaba listo para combatir. «Aún no», respondió el entrenador. «Es fuerte y está lleno de fuego, dispuesto a pelear con cualquier otro gallo. Es vanidoso y confía demasiado en su coraje».

Diez días más tarde, contestó de nuevo: «Todavía no. Apenas escucha el canto de otro gallo le entra una rabieta y quiere pelear».

Otros diez días más: «Aún no. Todavía manifiesta cierta rabia en sus gestos e hincha el plumaje».

Y pasaron otros diez días: «Ya está casi listo. Aunque vea o escuche cantar a otros gallos, se mantiene tranquilo. Nada lo altera. Parece un gallo de madera. Su actitud es poderosa. Los demás gallos no se atreverán a aceptar su desafío».

Llegó el día del torneo, donde acudieron muchos gallos. Pero las demás aves no se atrevían a aproximarse al gallo del Rey. Huían como gallos patarucos ante este formidable animal, que poseía una tremenda fuerza interna y la proyectaba a través de su serenidad”.

¿Qué nos está significando?

Que lo verdaderamente importante es el dominio de sí mismo, el no dejarse arrastrar por un ego desequilibrado y tener el autoestima necesario para permanecer impasible ante las provocaciones que pudieran inducirle a someterse a la vanidad. Desarrollar una fuerza de carácter, saber lo que se quiere, un profundo respeto por la condición y la dignidad humana y que, en el desarrollo de la vida, algún legado constructivo quede como rastro del paso por el mundo, siempre teniendo en cuenta el factor tiempo para el desarrollo de esas capacidades.

Para no quedarnos sólo con la idea de los grandes héroes, empresarios o deportivos, los invito a que pensemos en el tremendo valor de una buena madre. Como consecuencia de su disciplina, su amor, su firmeza, su generosidad, su despliegue de energía y su capacidad de guiar e inducir logros y confianza personal en cada uno de los hijos. Teniendo como meta el respeto de sus diferencias, dado su profundo conocimiento de cada uno en sus particularidades. Es un modelo de líder que estamos preconizando. Los liderazgos que pueden ayudarnos a producir un mejor mundo pueden y debieran surgir en cualquiera de los estamentos de la sociedad(1).

Además de la importancia del autocontrol y la necesaria coherencia, tan bien explicitado en el cuento Zen, se torna fundamental que nuestros líderes asuman una escala de valores en las que prime la dignidad del ser humano y el ejercicio de la reflexión amorosa. Profundizar nuestro autoconocimiento para obtener lo mejor de nosotros mismos, implica sí, la tarea inacabable de hacer de esto una práctica para lograr estar siempre atento a la diferencia entre un liderazgo motivador y el destructivo. Sin duda, esta tarea estará enmarcada por la escala de valores que definirán su accionar. Aparece así como primordial el tema de los valores en juego.

Un desafío fundamental, es responder a la difícil pregunta de que nos significa una vida plena y cuáles son las cosas que a cada uno nos motivan para obtenerla, es decir, cultivarla y cosecharla. El recorrido del genuino liderazgo es el proceso que nos conduce a obtener lo mejor de nosotros. A partir de ello, guiar, si esa es nuestra elección, con criterios de generosidad y entrega. Lograr lo mejor de los que nos necesitan. Realizarnos y sembrar en el espíritu de terceros a `partir de haber aprendido u estar aprendiendo la metáfora del Gallito de pelea.

Es primordial, al igual que el relato de “El Gallito”, armonizar nuestra existencia con nuestro interior y con el mundo, que nunca es ni será como querríamos, como lo hemos dejado en claro al tratar el estado de incertidumbre y la condición humana. Esto implica enfocarnos, y cultivar la templanza necesaria para no desesperar ante las dificultades. Esto se corresponde con una práctica diaria en la que jugarán nuestras habilidades, intelecto, espíritu, pensamiento crítico, paciencia, compasión y cuerpo, en el desarrollo de nuestro potencial para constituirnos en líderes íntegros dentro de nuestros círculos de influencia.

Aclaro, que no se trata solamente de riqueza intelectual adquirida del estudio, sino de la capacidad que pudiéramos y debiéramos desarrollar para reflexionar y aprender de las experiencias de vida, tal cual el grupo de madres emprendedoras que he citado.

Se trata primero de entender que: 

“Conociéndose sabrá cuál es su camino; aprendiendo a pensar con autonomía sabrá decidir; cultivando su espíritu sabrá trascender los naturales egoísmos a los cuales nos incentiva “el consumismo fatuo”, y más que eso, fortalecerá su carácter de tal modo que pueda tomar las frustraciones como elementos naturales de la vida”. (Dalmasso, Eduardo; 2012)

Pocas veces nos damos cuenta que el proceso de autoconocimiento nos permite potenciar nuestras posibilidades del ser, a partir de la alegría corporal y espiritual que este reconocimiento provoca. Como seres humanos si respondemos a los más íntimos significados de nuestra naturaleza interior mediante acciones que se correspondan, nuestras energías se expanden y la alegría aflora.

Observemos que la mayor parte de las enseñanzas que recibimos son absolutamente exteriores, dado que están relacionadas con el conocimiento o con prescripciones sociales en general vinculadas con lo que se considera exitoso. Sin embargo, raramente con nuestro crecimiento interior, que es la llave de nuestra armonía existencial.

El proceso de autoconocimiento es la única forma de realizarnos en autonomía y dejar de actuar como autómatas. En suma, aprender a escucharnos, indagar, examinar en la búsqueda de nosotros mismos y aprender a convivir aceptándonos integralmente. Aunque suele ser una tarea ímproba, dado que tendremos que hacerlo superando prejuicios, es la única manera de no actuar como máquinas inconscientes. Luego construir nuestro destino, liberándonos de mandatos y presiones sutiles de la sociedad o del medio presente donde nos toque crecer.

La fuerza personal que pudiéramos ir adquiriendo, en el proceso de fortalecimiento de nuestras mejores actitudes de vida, nos permitirá dar el salto que caracteriza a todo líder: La capacidad de modificar reglas, alterar comportamientos, inspirar hacia nuevas metas y el logro de lo mejor de cada uno de nosotros.

¡Sobre el potencial del ser humano!

A propósito de ese potencial, de todo ser humano, de rebelarse y adquirir mayores grados de libertad y armonía existencial propia y del conjunto, cito a Cornelius Castoriadis. Este filósofo griego, en su obra “El Mundo Fragmentado”, y en sus distintos escritos, expresa estas ideas cuando nos habla de las posibilidades de todo ser humano. Es decir, nos habla de la condición esencial para poder de convertirnos en líderes: “un sujeto es meramente psíquico si él mismo no se hace ningún planteo sobre la verdad, el bien o el mal”.

El filósofo nos dice que si no reflexionamos sobre esos tres conceptos, seguiríamos siendo parte del mundo animal. Sin embargo,agrega que las condiciones adquiridas en el duro aprendizaje por la sobrevivencia en un mundo hostil, han hecho del hombre una especie única. Particularidad que se fundamenta en el aprendizaje reflexivo y el desarrollo de la conciencia de sí y del mundo hacia un accionar deliberado, y no meramente instintivo. Un desarrollo de la subjetividad propia de un estadio claramente superior.

El griego plantea la posibilidad de rebelarse que tiene el ser humano ante las determinaciones individuales o sociales. Sostiene que esa es la condición propiamente particular dentro de la naturaleza viviente. Considera que la evolución ha generado lo que él denomina “la imaginación radical” y quecuando esta particularidad se pone en juego a partir del ejercicio de la voluntad, aparecen las posibilidades de liberación.

Esto de la imaginación radical, nos enseña que todos tenemos un potencial de superación posible de desarrollar, y que por cierto esto requiere del uso de la capacidad de imaginar y de la voluntad. Atributos que nos permiten realizar los cambios necesarios para pasar de una situación a otra reflexivamente deseada. Esto es lo definitivamente humano, en razón que el hombre siempre está en condiciones de superar cualquier realidad existente por instituida que esté. Sin duda Castoríadis nos está hablando de los márgenes de libertad que todos tenemos y a los que sintetizo:

“Si una resistencia y un arma poderosa tenemos los seres humanos ellas están en su imaginación, en su capacidad de ver siempre otra cosa en lo que la realidad les ofrece. La capacidad crítica de los sujetos reposa en la imaginación que los habita”. (Castoriadis, Cornelius; 2004)

Aparece así como clave, desde la mirada del griego, el proceso de reflexión como puente necesario para mirarnos a nosotros mismos -de la psique sobre sí misma-, sobre los productos de la imaginación y sobre su modo de funcionamiento. Esto representa la posibilidad de modificar las determinaciones a través de la creación de todas las alternativas que seamos capaces de desarrollar en nuestro espíritu y mente, con la misión de hacernos responsables de nuestros actos. Es en este punto de inflexión cuando comenzamos a construir los cimientos de un liderazgo genuino. Esto implica cultivar la inteligencia y la valentía de pensar diferente. De ello que hablamos permanentemente de construir o cultivar.


(1) Modelo obtenido a raíz de una maravillosa experiencia en la cual se dio un intercambio con madres proletarias, solas y emprendedoras, quienes definieron a una buena madre. 

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