DISPAROS EN LA OSCURIDAD II


DISPAROS EN LA OSCURIDAD II

Por Eduardo Dalmasso*

“Es un error capital el teorizar antes de poseer datos. Insensiblemente, uno comienza a deformar los hechos para hacerlos encajar en las teorías en lugar de encajar las teorías en los hechos”.
Sherlock Holmes.

Decíamos en anterior nota (Alfil Diario. 03-12-019):

“La clase política y dirigentes sociales que llegaron al poder con la vuelta al Estado de Derecho no supieron interpretar que la Argentina requería de profundos acuerdos políticos y sociales para superar serios problemas estructurales y heridas dolorosas en el cuerpo social. Todos a la fecha, y en permanente contradanzas, han fracasado aunque el voto los haya legitimado. ¡Los antagonismos sobreviven y los resultados perversos también!”

Esta aseveración final, luego de describir como guerra civil encubierta, el proceso de enfrentamiento e ilegitimidad institucional que vivió la sociedad argentina entre el 1955 y 1983.

Sobre el fracaso

La palabra fracaso, que desde ya es fuerte, en mi concepto designa lo que nos ha sucedido. Hemos fracasado en lo económico y en lo social. Es más, nos hemos constituido en tribus que se desconocen entre sí y que están en permanente enfrentamiento. Se me podrá decir que es un fenómeno que está adquiriendo similar comportamiento en los países centrales, algo con lo que puedo acordar, pero el origen es distinto.

Mi énfasis se define en las décadas de retroceso que vive la sociedad argentina. Incluso en la década de los sesenta y fines de los cincuenta, en las que el crecimiento lograba sostenerse a pesar de las crisis cambiaras recurrentes, la realidad estuvo oscurecida por la ilegitimidad de los Gobiernos y los duros enfrentamiento intersectoriales; situaciones que, a la vista de la experiencia posterior, eran en términos objetivos: insignificantes.  

El nivel de enfrentamientos y de desconocimiento de lo institucional como basamentos de la vida democrática, estaban en permanente cuestión, aún durante la efímera presidencia de Juan Perón. La anarquía y violencia vigente en los setenta, facilitó el golpe militar del 76 con el consiguiente proceso de paralización y retroceso de la vida política y social. El régimen instauró un proyecto alternativo, de carácter neoliberal en lo sustancial y contradictorio en su ejecución. Este proceso dictatorial que fue del 76 al 83, modificó en gran parte el sistema de acumulación del capital, que aún con contratiempos y graves deficiencias, se había podido desarrollar en los períodos previos. Se gravó al país con una deuda externa difícil de pagar, se acentuaron las características oligopólicas y dependientes del modelo de industrialización, se deterioraron la solvencia y eficacia de las empresas públicas, conviviendo lo descripto con políticas proteccionistas que tuvieron incidencia  en el sostenimiento de la infraestructura militar. Los cuadros militares, además, se hicieron responsables del funcionamiento del Estado, para lo cual no estaban preparados. Militares que tomaban la supuesta defensa de Occidente, mientras comerciaban con la URSS, asemejándose a marionetas conducidas por los intereses de la potencia hegemónica, en pleno proceso de la Guerra Fría. Claro, hasta el hecho Malvinas. Ahí perdieron la confianza del Imperio.

Estos cambios producidos al interior de la estructura productiva, sumados al deterioro social inédito (aún no tan profundos como los que provocaron los años posteriores), no fueron tenidos en cuenta, o al menos analizados en profundidad, ni por el primer gobierno democrático post dictadura ni por la oposición. El gobierno asume con problemas de gobernabilidad, debido a la propia complejidad económica y social que tenía que enfrentar, para lo cual no estaba preparado. La oposición por su parte, actuó con espíritu revanchista y con la estúpida certidumbre que sólo el peronismo debía hacerse cargo del estado, para volver al paraíso de sus primeros gobiernos. No estoy hablando de la voluntad democrática del Dr. Alfonsín ni de su valentía por juzgar la actuación militar durante el proceso; estoy diciendo que sólo con la Democracia, no se come, no se acallan los rencores, ni se solucionan los conflictos que atraviesan décadas de enfrentamientos.

Estuvimos frente a un cuadro de irresponsabilidad política, que se ve agravado por los cambios en las relaciones de las fuerzas mundiales, a favor de los EEUU. Potencia favorecida por el desastre que significó para los soviéticos el intento de hacerse fuertes en Afganistán. La superioridad tecnológica del armamento estadounidense, les resultó catastrófica.

En resumen, después del Gobierno militar ocurre que:

  •           El Gobierno del Dr. Alfonsín termina anticipadamente y en hiper inflación.
  •       El modelo menemista, sostenido en parte por la liquidación de la empresas públicas, estalla con el gobierno de De la Rúa, generando una situación terminal.
  •        Los Gobiernos de Kirchner y Fernández, luego del auge del precio de la soja, culminan en un proceso de nulo crecimiento y una seria división en el seno de la sociedad.
  •       El gobierno del Ing. Macri, culmina su mandato con una nueva crisis de la deuda externa e incrementando los ya existentes  altos índices de pobreza.


¿Sobre qué se sostiene la prosperidad de cualquier país del orbe?

Es insoslayable que tomemos conciencia que en una economía de cualquier signo político (capitalista o socialista), la clave de las posibilidades de su desarrollo económico y social se basa en la capacidad de ahorro e inversión que en ella se genere; “salvo el caso del Imperio que en el ejercicio de su poder extrae recursos del resto del mundo”. (Saga sobre la génesis de las Crisis económicas. ALFIL DIARIO, 2019).

Decimos que el nivel de ahorro e inversión es bajo porque, salvo períodos excepcionales, en general la tasa de inversión ha sido menor al 20 % del PBI, con el grave problema de su composición. (CEPAL-FLACSO y otras instituciones). La incidencia del rubro construcciones en esa referida tasa, ha sido mayoritaria, y esto no favorece un proceso de acumulación de capital que contribuya a la expansión de la producción. Las inversiones privadas en la construcción tienen carácter de protección especulativa o rentística, en defensa de los procesos inflacionarios. Las inversiones públicas muestran bruscas oscilaciones en función de las recurrentes crisis de deuda y/o cambiarias. No ha existido en los últimos 40 años un programa sostenido y coherente en la aplicación de fondos públicos. Estoy diciendo que nuestra tasa de ahorro de la economía registrada es muy baja, y que la tasa de inversión no tuvo el destino que una economía dependiente (como la constituida), requiere. Esto sin hablar de su efectividad, por supuesto. Los países de Oriente, que admiramos por su despegue y creciente calidad educativa, han estado en sus primeros años de crecimiento en el orden mínimo del 25 %. Por supuesto me apresuro a aclarar, que cuando el stock de capital fijo y social es alto, como podría ser el caso canadiense o europeo, los requerimientos son menores, pero no por ello menos necesarios. (Ver Saga de la génesis de las crisis económicas. ALFIL DIARIO, 2019).

Desde mis observaciones: la industrialización supuestamente modernizante que se erigió durante el Gobierno del Dr. Frondizi, aparte de mal concebida por no responder a un modelo de desarrollo sustentable, generó una fuerte  dependencia  de los intereses de los países centrales; además cambió abruptamente las pautas de consumo, con los efectos que esto supone en la demanda de bienes que se nutren de insumos críticos del exterior y en la propia distribución del ingreso.      
                                                             
La debilidad en nuestra tasa de ahorro e inversión reproductiva, ha sido permanente, salvo períodos apuntalados muy cortos, que por lo general se han dado en la expansión de la deuda externa o en precios relativos muy altos de nuestras materias primas. Justamente, por no lograr los diferentes gobiernos diseñar y poner en marcha un plan sustentable, las crisis de la deuda se repiten en el tiempo; y cuando el precio de las materias primas pierden gravitación para el sostenimiento del gasto y el equilibrio de la balanza comercial, aparece la caída de la producción, del empleo y de los ingresos de un sector importante de la población.  

Por añadidura, y por la propia lógica del mercado, el fenómeno recrudece la disputa intersectorial por la renta, incluso dentro de todo el espectro de la clase capitalista. Obviamente, los sectores oligopólicos defienden mejor su rentabilidad; pero incluso en algunos de ellos, la baja de la demanda real, afecta su equilibrio financiero. No se puede dejar de mencionar que unas 200 grandes empresas, controlan el funcionamiento del mercado de insumos y ofertas de carácter crítico. Esto se acentuó en el período 1976/1981 y vuelve a agravarse en la segunda etapa del período de la convertibilidad, con especial significación de las empresas extranjeras. La debilidad de nuestra baja tasa de ahorro e inversión se agrava por la situación de conflictos constantes, que inducen a la salida de capitales, con el perjuicio consiguiente.

En resumen: uno de los problemas más serios que tiene la estructura económica social de Argentina es su baja tasa de ahorro y la falta de productividad de las inversiones, dado su baja incidencia en la generación de demanda de empleo y  en la expansión de la producción. Naturalmente, hay sectores cuya productividad es altísima, como los casos del sector agropecuario y de la tecnología del soft; pero estos ejemplos no son suficientes, menos aún ante las permanentes situaciones de inestabilidad macroeconómica.


*Dr. En Ciencia Política (UNC-CEA) Es editor del Blog: Miradas Políticas y otros enfoques. Responsable  Académico de la Diplomatura en Liderazgo Estratégico de la UNC. FCEFYN. Profesor de Pos Grado en distintas Universidades. Su último libro: 1918. Raíces y valores del movimiento reformista. (Editorial de la UNC- 2018)


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