DISPAROS EN LA OSCURIDAD - IV


DISPAROS EN LA OSCURIDAD - IV

Por Eduardo Dalmasso*

“Es preferible la verdad, cualquiera que sea, a una duda indefinida”
Sherlock Holmes

Sobre la sangría que sufrió Argentina

Ningún país subdesarrollado puede sobrevivir a la situación de extracción de recursos, que ha vivido el sistema económico argentino; y menos en uno que, basado en su riqueza agropecuaria, no está por razones de conformación  social y práctica política, dispuesto a admitir que es necesario elevar sustancialmente el ahorro interno para poder plantear en serio una política autónoma.   La incidencia de los servicios (pago de capital +intereses por deudas)  produce y ha producido un límite a la autonomía económica. Sólo por pago  de intereses devengados  según los niveles de deudas emergentes, se estiman entre 1,2 % al 2 % del PIB ( 1990 / 2012)  y alrededor de 13 % o más respecto del Gasto Público (Revista Problemas del desarrollo 190/48- Marisa Bordón)        Magnitudes:  2001/Dólares  10.175millones (año extremo); 2005 / Dólares  3.205 millones. Si sólo tomáramos este último número, en 20 años significa un monto de  64.000 millones de dólares.

Acerca de lo que nos asombra a los argentinos

El escaso nivel de ahorro, de inversiones con déficits en su composición y bajos rendimientos productivo;  la masiva  y permanente  fuga de capitales; y los intereses muy altos  por los niveles de endeudamiento, explican  con claridad  la transformación de una sociedad  de carácter igualitario en una en la que prima la desigualdad y, como resultado de ello,  un estado de violencia creciente.

Pobreza y Marginalidad
El tercer elemento que convalida la conciencia del fracaso de la sociedad, y especialmente de la clase dirigente que nos ha regido, es justamente el comportamiento de la pobreza y  de la marginalidad  de un sector de la sociedad que ha quedado desplazado del mercado, y cuya reinserción no responderá a deseos voluntaristas, sino a las posibilidades que genere el desarrollo del país y en un tiempo que no será breve. Este ha sido un proceso derivado, tanto de las políticas  neoliberales como de la incapacidad  de gobernar en consenso; así como en las teorías económicas del derrame, que terminaron estallando en el 2001.

Este país que se jactaba de una muy baja tasa de desocupación en los setenta  y de tener niveles de pobreza mucho más baja que en el resto  de los países latinoamericanos, se precipitó a  perder estas condiciones en el término de 25 años (1975-2001).  De esto deriva la importancia de analizar las políticas dependientes  que nos han conducido a esta situación; todos los factores analizados fueron desarticulando la previa y sólida composición social. El nivel de crisis al 2001  y  la devaluación brutal del Gobierno del Dr. Duhalde, fueron su corolario.   Argentina en el período que transcurrió del  2001 / 2002, cambió definitivamente  la estructura social que  la había distinguido en el mundo.
Un dato permanente se refiere a la existencia de un 25 % a un 30 % o más  de la población (40 % en plena crisis del 2001 al 2002)   que exige algún tipo de subsidio para sostenerse en condiciones mínimas de dignidad, y cuya salida del mercado con el transcurso del tiempo,  incide en la pérdida de la cultura del trabajo, con claras consecuencias en los valores que rigen la vida de estos postergados. 

Las políticas consecuentes de subsidios, implementados a partir del Gobierno del  Dr. Duhalde,  fueron profundizadas por los presidentes  que le sucedieron.  El tema es que las políticas de subsidios,  aunque necesarias, no solucionan el problema de fondo que es cómo  generar empleos productivos. Por otra parte, cuando esa política carece de racionalidad  sucede que gran parte de esos recursos terminan subsidiando no a los sectores marginales, sino a sectores que, en términos relativos, podrían prescindir de los mismos. Poblaciones de la Capital Federal  y de las ciudades con los mejores ingresos, se beneficiaron  de esta falta de límites; de la misma manera, la masiva incorporación al sistema de jubilación, facilitó también que se beneficiaran sectores acomodados, además de  desarticular  el sistema. Este proceso fundamentalmente fue llevado a cabo en desmedro de los intereses de las provincias, de los trabajadores y de la pequeña clase media. En realidad, es el cuadro permanente de la Argentina de los últimos 50 años: recursos de ingresos y gastos desequilibrados, excepto en el período  que va desde el 2002 al 2007.

A pesar de la recuperación del empleo, producido  desde el 2003 al 2010 en el sector público y privado,  los indicadores de pobreza (hasta donde aparecieron publicaciones del Indec),  no bajaron de ese porcentaje crítico; por otro lado, otro efecto agravado es el incremento de la desigualdad entre los sectores ricos y pobres. (Roggero y Rossignolo 2011). Por último, en cuanto al mercado de trabajo al 2010, se calcula en un 35 % el número de trabajadores no registrados. Una situación anómala, que continúa y que degrada a todo el cuerpo social.

Su contracara
Estas desigualdades se acentúan y se hacen muy visibles a partir del desarrollo de los barrios cerrados, countries y colegios, vinculados con los sectores que han logrado surfear las sucesivas crisis, o aprovecharse de ellas, según sus posibilidades económicas, financieras y políticas. Vale decir: la homogeneidad que mostraron las clases medias en el siglo XX, como expresión de una sociedad con movilidad social pero de raigambre igualitaria,  se fue perdiendo y fue acentuando las diferencias sociales. El abandono del barrio, marca un proceso de integración excluyente y de claro carácter elitista.

Educación
El cuarto factor que convalida la utilización de la palabra fracaso, es
lo que nos sucedido con la decadencia del sistema educativo, que no es otra cosa que el corolario natural de una guerra  entre tribus, con desconocimiento perpetuo del discurso antagónico (que más allá de la reivindicación permanente), que en la realidad muestra otra de las consecuencias  de las políticas instauradas del 76 en adelante. Nos guste o no,  las diversas pruebas  que se generan a nivel internacional, e incluso las concebidas dentro del país,  muestran la insuficiencia del sistema educativo para sostener  un mejor instrumento  para la movilidad social.  Sin educación de calidad, todo lo que se diga y haga no tendrá sustento. La emigración de los alumnos del sistema primario público, ha sido creciente por razones de calidad pero también de disciplina, dado que el sistema privado, sin estar tampoco a la altura de los tiempos, brinda una contención inexistente en el otro.  Por supuesto haber dejado el sistema público a la deriva, es un agravio a toda la tradición educativa de Argentina. Este deterioro educativo no sólo se trasunta en problemas de calidad y pérdida de valores constructivos para la armonía social, sino en una expulsión del sistema de la escuela media a los que se ha denominado: “Ni Ni”, en razón de que no estudian ni trabajan.

A propósito de esta nominación, que se encuentra asentada en ciertos supuestos, podemos decir que: "Ni", es una negación; y, "Ni Ni" es una doble negación. Así se les llama a los adolescentes que no pueden estudiar y tampoco tienen un trabajo. Se calcula que  llegan al  millón en el país, y muchos de ellos con niños a su cargo, especialmente en el caso de  las adolescentes mujeres; todos quedando en situaciones de riesgos para ellos y para los que los rodean.  La mayoría de ellos sólo pueden conseguir empleos precarios, por lo cual aparece la violencia como descarga del nivel de frustración y el sentimiento de abandono o de discriminación que la desigualdad provoca.

Alieto Guadagni, en su calidad de estudioso del sistema educativo argentino, se refiere al deterioro relativo de  la escuela pública y su rol en la exclusión social:

                                               -  “La mayoría de los ricos va a escuelas privadas. Chicos pobres que van a una escuela pública saben mucho menos que los que van a escuelas privadas. Esto de la desigualdad es de todo el país, no solo de Tucumán. Mientras más lejos están de la General Paz, menos saben los pibes. Mientras más al norte viva de la calle Rivadavia, más sabe. En Buenos Aires, si naciste en Belgrano y tu papá es ingeniero civil y tu mamá abogada, vas a saber mucho más que si naciste en Barracas y tu papá es peón de la construcción. El sistema educativo argentino, nos guste o no, reproduce la desigualdad y consolida la pobreza y la exclusión social”.
La Gaceta de Salta. 11-11-2018

En conclusión, la escuela argentina, otrora el mecanismo de movilidad   que posibilitó el ascenso social de amplios espectros de la población, -hoy en pleno siglo XXl,- está sumida en el desconcierto y en retroceso respecto al nivel de calidad que el siglo XXI  demanda del sistema como basamento del Capital Social para el desarrollo; su estructura sigue respondiendo a las características tecnológicas y científicas propias del rígido esquema fordista del siglo XX. Por otra parte, como consecuencia de la degradación paulatina de los salarios, ha habido un corrimiento de la clase media que conformaba el  personal del magisterio, a otras actividades más reconocidas y con mejores retribuciones. Otro factor de cambios de paradigmas y de valores, es el abandono de los guardapolvos blancos. Todo un símbolo.
Podemos decir entonces, que estamos frente a: "La tormenta perfecta".

*Dr en Ciencia Política. (UNC- CEA)  Responsable Académico de la Diplomatura en Liderazgo Estratégico. FCEFYN. UNC. Editor del Blog Miradas Políticas y otros enfoques. Su último libro: 1918. Raíces y Valores del Movimiento Reformista. (Edit. UNC 2018)






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