ENSAYO SOBRE DEODORO ROCA - ¿Quién fue Deodoro Roca?

¿Quién fue Deodoro Roca?
Junio, 2018

Por Prof. Doc. Eduardo Dalmasso

             La familia Roca tenía abolengo. Felipe Roca era oidor – y realista- en 1810, y se salvó de ser fusilado con Liniers en cabeza de tigre, probablemente por benévolas influencias sociales. De modo que Castelli, le impuso un castigo también social: lo hizo cabalgar por la ciudad, montado hacia la cola de un asno. Su nieto Deodoro Nicolás fue hombre público,  pero de perfil relativamente bajo. Se definía liberal pero conspiró contra los Juárez. Inmediatamente perteneció a la Unión  Cívica Radical.

            Cuando construyó la casa de la calle Rivera Indarte, la proveyó de sótanos seguros, que duplicaban la planta, y dieron lugar a especulaciones de diversa índole, en relación a las previsiones supuestamente tomadas.

Allá por 1889, Deodoro Nicolás Roca, padre de nuestro Deodoro, se casó con Felisa Allende y Arguello, en quien engendró algo así como dieciséis hijos. Vivieron ocho varones y tres mujeres. Los varones todos, se destacaban en las diferentes disciplinas adoptadas. Además, según el retrato de Sanguinetti, (…) ninguno pasaba inadvertido. Algunos viajeros impenitentes, otros automovilistas audaces y uno secretario del General Roca. Otros, colaboradores de Saúl Taborda en la Plata o exploradores de bellos lugares de la Sierras de Córdoba. Hombres de mundo. Algunos de ellos con un destino trágico. Una sola de las hermanas se casó con Agustín Garzón Agulla. Deodoro Jaime era el cuarto. Todos los varones alumnos del Monserrat.

            La estirpe de los Allende es tanto o más ilustre. José Norberto- abuelo de Felisa y en consecuencia bisabuelo del gran Deodoro – antípoda cívica de Santiago (Coronel godo y empedernido, quien fue fusilado en cabeza de tigre), presidió la Primera Junta provincial de Córdoba (1811-1812). Diez años más tarde, el 31 de Enero de 1821, la sala de representantes sancionó el Reglamento Provisorio, obra suya y de José Gregorio Baigorrí. Fue la primera Constitución de la provincia, que divide los poderes, proclama los derechos humanos esenciales y establece el voto universal. Y, aunque proclama la católica como religión del Estado, puede alinearse en la órbita liberal de su época. 

            Por su parte, José Norberto Allende fue Rector de la Universidad y alojó a San Martín en Saldán, cuando se sucedieron los acuerdos con Pueyrredón para financiar la campaña libertadora. El 15 de junio de 1918, mientras los retratos de los antiguos Rectores eran sometidos a un acto de fe, Deodoro salvó el de su bisabuelo, que aún hoy conserva su familia. Un hecho digno de mención, muy bien relatado por Sanguinetti (…) “Mientras Deodoro y sus huestes en Mayo de 1918, derribaban al Rector Julio Deheza, aquél se enamoraba de la hija de éste, María: la Maruca. Perseguía en ella un rastro del afecto materno que le faltaba. Así se lo escribió. Se casaron el 18 de Diciembre de ese terrible año. La historia que sigue, es digna de los Montescos y Capuletos, sólo que bajo cielo cordobés.

            Al decir de Sanguinetti: escritor imponente, comparable a los mayores que produjo su siglo, sabido es que Deodoro nunca afrontó la fatiga de escribir un libro. Escapó siempre a lo formal y metódico, y se encendió Socráticamente en el diálogo fecundo. Su deambular, sobre todo nocturno por las calles ciudadanas, en compañías de amigos, oidores y contertulios (que eran en muchos casos altos espíritus), se hicieron proverbiales. Así, acompañaba a Ortega Y Gasset hasta su hotel, y luego el español retornaba hacia el estudio de Deodoro, que devolvía la escolta hasta el hotel, y así era de nunca acabar. Lo mismo con su amigo Héctor Caraffa, con quien por ejemplo compartían la lectura de D´Ors y con otros miembros de la elite de Córdoba, del país o del mundo, si estos visitaban su amada Córdoba.

            Sucintamente este era el Roca que escribió el Manifiesto Liminar, y que a Ezequiel Martínez Estrada le provoca la pregunta siguiente, según Sanguinetti (2003: Pág. 9):

“Porque autores como Agustín Álvarez y Deodoro Roca permanecen inéditos y desterrados de su patria: no tanto por su carácter intemperante y agresivo cuanto porque no conservan, ni dentro de un párrafo, el tono estilístico de la que  “limpia, fija y da esplendor”

            Sanguinetti (2003: 9-10) haciendo referencia a la alocución de Martínez Estrada, nos dice que en el caso de Deodoro hubo más que eso: hubo su condición de infractor y de provinciano. Dos pecados que la ignorancia oficial no perdona.

            Hoy aparece un rescate de su figura e ideario, al menos en nuestra Universidad.  Muchísimos autores abordan la problemática de la Reforma, con mucho interés y juicios varios; pero lo que nosotros pretendemos, es correlacionar la proyección de sus discursos con su propia esencia y búsqueda. En este sentido, la Reforma podría ser un accidente.



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