LÍDERES DE NUESTRO DESTINO - Sobre la plenitud del líder

Sobre la plenitud del líder

La experiencia diaria del silencio, de la meditación y del hábito de no juzgar, se torna indispensable para que nuestros ejercicios de reflexión nos permitan lograr sostener el rumbo”

8 Junio, 2018
Por Prof. Dr Eduardo Dalmasso

En su larga marcha el líder auténtico está siempre en busca y el encuentro de sentido, él va incorporando significados a sus acciones y logros, sabe que está en el camino correcto cuando comienza a superar el egocentrismo, fuente de la mayoría de sus errores. En ese punto la vida le aparece con todas su posibilidades. Situación que podríamos caracterizar por aquella, en el que la pasión por el proyecto y sus significados trascendentes del aquí y ahora, le van produciendo un goce vital fuerte: las vicisitudes de la vida, muchas de ellas dolorosas, serán tomadas como propias de la accidentada vida humana por lo que jamás se pondrá en el papel de víctima. Dicho de otra manera, ni lo bueno ni lo malo lo aliena. 

En suma la vida es una práctica reflexiva en la que vamos tomando decisiones en la búsqueda de nuestras realizaciones. Al respecto, el pensamiento del Emperador Adriano: 

“La vida era para mí un caballo a cuyos movimientos nos plegamos, pero sólo después de haberlo adiestrado. Como en definitiva todo es una decisión del espíritu, aunque lenta e insensible, que entraña así mismo la adhesión del cuerpo, me esforzaba por alcanzar gradualmente ese estado de libertad –o de sumisión– casipuro. La Gimnástica me ayudaba a ello; la Dialéctica no me perjudicaba. Busqué primero una simple libertad de vacaciones, de momentos libres. Toda vida bien ordenada los tiene, y quien no sabe crearlos no sabe vivir”. (Youcenar, Marguerite; Memorias de Adriano). 

Aquí, el Emperador reflexiona sobre sí mismo, toma conciencia de sus actos, de su búsqueda de libertad para poder elegir y disfrutar sus elecciones. Está claro que esa sensación de lograr sus libertades lo pone en armonía con el mundo. Disfrutar por el disfrute mismo, una forma de resguardar las energías y la salud. Importante, dentro de este proceso, el diálogo nutritivo con la gente que lo rodea. Señala la importancia de aprender a desvincularse de las obligaciones.En algún grado, este personaje lleno de debilidades humanas, nos enseña que aún dentro de la imperfección que nos constituye, siempre podremos lograr algún nivel de trascendencia. 

Reflexionemos que difícilmente seremos generosos, si no lo somos con nosotros mismos; cómo podríamos responder a los otros, si no somos capaces de hacer a conciencia de nuestro transcurrir: el mirar, oír, tocar, oler, saborear, reír: en suma, lo que nos hace vibrar en el disfrute de la vida. La razón nunca será suficiente para colmarnos, somos más que ella. Se trata de entender que un liderazgo auténtico, es decir, respetuoso de la otredad, será muy difícil de lograr si no se accede al propio goce interior. De ello, que vale redundar en que, no mucho saber satisface el espíritu, sino el percibir, sentir y gustar de las cosas internamente. Dicho de otra manera, la sensualidad del vivir. 

En contraposición, el líder que actúa con egoísmo,-sólo centrado en el éxito,- puede derivar en consecuencias imprevisibles para el conjunto, dado que primero están sus intereses. A este tipo de líder, le cuesta entender el significado de la espiritualidad. Es más, es un ser alienado, acota su visión al aquí y ahora, niega de hecho la existencia de los demás, salvo para su propio beneficio. Estas personas pueden ser exitosas socialmente, sin importar el grado de inteligencia que tengan, que puede ser alto, pero son incapaces de crear y sostener una visión trascendente a su persona. Al no tener una visión trascendente, su imaginación está limitada a los intereses inmediatos, y su voluntad está atada al aplauso. De hecho, se niegan al genuino goce de la libertad interior. 

¡Las tareas del líder! 

Lo primero, tener conciencia que todo grupo social es fuente de conflictos, que es lo que hace que su tarea sea ímproba, de ello, la necesidad del dominio de sí mismo para contribuir a establecer un derrotero común, defender valores constructivos y desarrollar un profundo conocimiento del campo que se trate, única manera de ayudar a que surja lo mejor de los integrantes. 

El proceso de autoconocimiento es un viaje que se emprende sin posibilidad de regresar. Es el camino necesario para lograr esa fortaleza interior de la cual dependerá el logro de la paciencia, comprensión y persistencia necesaria para sobrellevar la condición humana propia y de terceros. Esa interioridad es la que realmente lo impulsará hacia la búsqueda de logros que hagan a su equilibrio emocional y la posible concreción de una misión que trascienda lo inmediato. Esto es una lucha: las enseñanzas que recibimos y las experiencias que vivimos, siempre tienen que ver con un marco dado de respuestas a necesidades para insertarnos socialmente, pero en sí mismas adolecen de falta de sabiduría y son fundamentalmente periféricas, porque se vinculan a conocimientos que en muy pocas ocasiones estimulan el crecimiento interior. No nos enseñan que lo primero es entender quiénes somos”. (Dunn, Philippe; El Arte de la paz). 

El conocimiento de uno mismo es una tarea difícil. Como seres humanos nos reflejamos en nuestra complejidad y esto produce que a veces nos sorprendamos a nosotros mismos. Pero el tema está en optar, por conducir conscientemente nuestras vidas o limitarnos a cumplir mandatos y presiones sociales. En esta última opción, cultivaremos el ego sólo como sistema defensivo y no como nuestro transmisor autorreferencial de un fluir existencial lo suficientemente sabio, para que las energías positivas nos surjan naturalmente. 

En verdad: nos podemos dar cuenta de que estamos en el camino correcto cuando el entendimiento nos fluye sin mayor esfuerzo. Esto permite transitar los distintos estados de naturaleza, desde la perspectiva de una tranquilidad de espíritu que nos posibilita convertir en realidad nuestros sueños. O sea: el descubrimiento de nuestra naturaleza esencial encierra la capacidad de convertir en realidad lo que anhelamos. Al centrarnos en nuestro verdadero yo, comenzamos a ser inmunes a las presiones que podrían llevarnos en la dirección incorrecta. En este punto, estaremos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad de lo que hagamos y de nuestra actitud ante lo que nos sorprenda. 

Sucede que cuando abandonamos esa búsqueda de la centralidad en nosotros mismos, nuestras acciones reflejarán aspectos ligados al imperio de los valores del sistema económico, las circunstancias, a situaciones o personas que nos influyen, soslayando lo que nuestra interioridad reclama. Es peor, esta se irá adormeciendo al calor de las diversas presiones que conviven en nuestra vida diaria. Esto significa que nuestra preocupación se dirigirá a satisfacer los requerimientos externos cualesquiera sean. Esto implica que tememos salirnos del camino complaciente sacrificando lo que podríamos sentir. 

El líder auténtico cultivasu verdadero yo, no se deja condicionar por la crítica, la toma y la resuelve si fuese válida, no subestima a nadie, no se mide, observa, aprende y avanza, se ejercita en convivir con las diferencias propias de las diversas identidades. Asume los desafíos que le conciernen sin perder la humildad. Aptitud que proviene de la conciencia de saber lo limitado que uno es dentro de las posibilidades del cosmos y aun dentro del campo de acción que uno aborde. 

Recordemos que ya en la antigua Grecia, Sócrates expresaba que una vida sin examen, es indigna del hombre: 

“El conocerse a sí mismo representa la condición, más bien la esencia misma de la sabiduría y de la virtud, que solas transforman en mejor a cada uno de nosotros”. (Mondolfo, Rodolfo; lecciones elementales de Filosofía). 

El conocerse a sí mismo significa que adquirimos conciencia de nuestros fines ideales y de nuestras faltas. Dentro de éstas últimas, la más trascendente es perder la conciencia de que sabemos muy poco y que es inútil esconder esa realidad que nos trasciende bajo la pretensión de sabiduría. 

En resumen, el lograr auto referenciarnos permite experimentar nuestro verdadero ser en toda su potencialidad. El poder del yo, auténtico poder que preserva la coherencia y comprensión de la otredad: es lo que posibilita que atraigamos a los que necesariamente estén en nuestro camino y a las cosas o hechos que deseamos. De esta concepción, surge el que cuando uno se alinea consigo mismo, el cosmos también lo hace. 

Por cierto, en el camino que tracemos, iremos encontrando posibilidades de transformación y cambio. En la propia vida se establece una relación dialéctica con las circunstancias, pero nos cabe responsabilizarnos por esos procesos que abordaremos con la menor contradicción posible. Es precisamente lo que define el camino del crecimiento como líderes. Diríamos “identidad en movimiento”. 

Esto que llamamos identidad en movimiento, que quizás es mejor definirlo en crecimiento, nos exige prácticas diferentes de la que estamos habituados.La experiencia diaria del silencio, de la meditación y del hábito de no juzgar, se torna indispensable para que nuestros ejercicios de reflexión nos permitan lograr sostener el rumbo: “La soledad es una fuerza curativa. Siempre que pienses que tus sentimientos están interfiriendo o dañándose, no trates de resolver el problema sobre la marcha (…) aléjate de la sociedad unos pocos días o incluso unos pocas horas y permanece en silencio, simplemente observándote, sintiéndote sólo contigo misma y encontraras una gran fuerza curativa a tu disposición (…) Nadie es responsable de ti excepto tú mismo” (Dunn, Philippe; 2004).



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