ARGENTINA: BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO 5TA PARTE- 2

 ARGENTINA:

BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN

DEL ESTADO MODERNO

 5TA PARTE- 2

Por Eduardo Dalmasso*

La década del 30 como basamento del futuro

La acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que avaló el golpe de Estado terminó de derrumbar el edificio republicano.

El control político quedaría durante 12 años en poder de los sectores oligárquicos, los que no dudaron en apelar al fraude y a la proscripción para defender sus intereses y mantener cierto orden social.

Es más, se intervinieron las universidades, hubo fusilamientos, torturas, deportaciones, anulación de elecciones, asesinatos políticos, intervenciones provinciales y gruesos escándalos en ciertos negocios públicos. Ese fue el clima de la época, no otro.

Esos intereses convergían con los intereses británicos. Manuel Gálvez –novelista de fuerte cuño católico–, a propósito de los ministros al inicio del gobierno de Uriburu, no pudo menos que decir: “El ministerio intelectual y socialmente no puede ser mejor; pero llama la atención que tres de los ocho ministros estén vinculados a las compañías extranjeras de petróleo, y todos, salvo dos o tres, a diversas empresas capitalistas y yanquis”.

 La realidad, es que el país comenzaba a sufrir una fuerte restricción de divisas que limitaba su capacidad importadora. Esto se manifestó en la acumulación de stocks exportables y capitales sobrantes, desempleo, descenso de la actividad agropecuaria y, en consecuencia, situaciones muy  críticas de los trabajadores y pequeños propietarios agrícola-ganaderos. El mercado local, acostumbrado al consumo de manufacturas importadas, quedó desabastecido. El valor de las exportaciones pasó de cerca de Mil millones de dólares en el 28 a 335 millones de dólares en el 32. (Gerchunoff y Llach, El ciclo de la ilusión al desencanto)

Paradojas

La paradoja es que la lucha contra la crisis mundial obliga a los gobiernos liberales-conservadores, que sucedieron al profascista de Uriburu, a intensificar los sistemas de control y de regulaciones dentro del aparato del Estado ya iniciadas por aquel.  Gobiernos que, en realidad, aglutinaban las fuerzas reaccionarias más conservadoras junto con representantes de un liberalismo lúcido, tal el caso de Federido Pinedo (Ministro de Hacienda del Presidente Agustín P, Justo).   (Un sistema de control, que se mantuvo a posterior de estos Gobiernos conservadores y que siempre, grave error,  se lo adjudican como origen a los gobiernos Peronistas)                                                                   

Pinedo promueve reformas monetarias, bancarias, fiscales. Se crea al Banco Central (con la ingerencia de accionistas privados), se organiza la Dirección General Impositiva, se aprueba el impuesto a la renta y se unifican los impuestos internos, se revalúan las tenencias de oro, se sanea el sistema bancario evitando las quiebras sucedidas en los Estados Unidos que agravaron la crisis del 29.  Un Gobierno que se vale de decenas de juntas reguladoras, un rol activo del Banco Nación, controles del comercio exterior y ciertos desarrollos de políticas proteccionistas hacia sectores industriales que transformaran materia prima o sustituyeran insumos claves. Estas medidas produjeron que se duplicara el valor de la producción, incorporando la mano de obra que emergía del interior profundo hacia las grandes urbes.

En suma, un Estado activo al servicio de la oligarquía que  sienta las bases de la industrialización del país.  Como   trasfondo,   las concesiones  a favor de Gran Bretaña por el pacto Roca-Runciman, con el objetivo de paliar los acuerdos de Londres con los países que constituían sus colonias (Pacto de Ottawa) y la realidad de un mundo en que el viejo Imperio había perdido  preeminencia  ante el poderío industrial y económico de los EEUU.

Sin embargo, todo el andamiaje de la república estaba cuestionado:

El oprobio de la muerte del senador Enzo Bordabehere en 1935 mostró en toda su magnitud el deterioro institucional. Ernesto San Martino, joven diputado radical, diría que lo que asolaba a la república era espantoso, atribulado quizá tanto por la indiferencia de la sociedad como por la del propio presidente. Lisandro de la Torres, desenmascara el negociado de las carnes dentro de una realidad de escandalosos hechos cuestionables, ante una  sociedad desconcertada e impedida de actuar. (Alberto Ciria, Partidos políticos y poder en la Argentina moderna-1930-1946).

Según Ismael Viñas en Los años duros del ’30, la clase media lloraba sus ilusiones frustradas; no se había realizado ni el sueño radical ni el sueño liberal de la alianza socialista-demócrata progresista. La clase media no era capaz de conquistar realmente el poder. Las clases altas exhibían su cinismo. (...) Los hombres de Boedo insistían en su literatura de protesta, de descripción del mundo de los oprimidos. Arlt proponía levantar cadenas de prostíbulos para pagar la revolución. Pero en esos mismos momentos se multiplicaban las fábricas y los peones rurales comenzaban a abandonar sus pagos tristes y miserables para enrolarse como proletarios industriales”.

Nadie reparó lo suficiente en el significado del desplazamiento poblacional que Viñas describiría años después en la revista Contorno, ni tampoco en el acrecentamiento de la influencia del Ejército y la Iglesia Católica. 

El ejército intensifica su influencia ante el cuadro de desborde de  las  instituciones y una mayor conciencia sobre la importancia del desarrollo industrial. Supuestamente tenían la competencia necesaria para evitar el presumible caos social que sobrevendría de no consolidarse la economía emergente.                                 

El temor ante el avance del comunismo ateo, contribuyó a que el sector más conservador se apoyara en la Iglesia como resguardo del modelo capitalista. La iglesia desarrolla una mayor vinculación con los sectores nacionalistas, con el ejército a través de los capellanes castrenses, con los sectores medios a partir de la fundación de la Acción Católica en el 28 y hace su demostración  de fuerza en el Congreso Eucarístico Internacional en el 34.  Iglesia y Ejército convalidaban de hecho el fraude, no sin tensiones internas. Esta implícita asociación se rompe con la rebelión del ejército en el 43, en parte motivada por la ceguera ideológica del Presidente Castillo.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), profundas divisiones entre liberales y nacionalistas contribuyeron a crear nuevas grietas entre los dirigentes. Las pugnas internas dentro del partido radical y sus contradicciones ante el proceso antidemocrático de la década contribuyeron  a que la sociedad se encontrara a  la deriva.

La   divergencia  entre los valores que requería el Estado de derecho y las prácticas políticas y sociales de esos 12 años no pudieron ser mayores. El tango   Cambalache   de Enrique Santos Discépolo reflejó bien en 1935, la sensación de frustración, desazón, escasez, inseguridad y pérdida de certezas que traía aparejado el fin de una argentina y el comienzo de otra (María Seoane. Argentina. El siglo del progreso y la oscuridad):

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso estafador.  Todo es igual…Nada es mejor (…)”

*Dr. En Ciencia Política. (UNC-CEA) “Editor del Blog Miradas Políticas y otros enfoques”. Su último libro 1918. Raíces y valores del movimiento reformista. (UNC) Profesor de pos grado en seminarios de liderazgo y Análisis Estratégico.

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