ARGENTINA: BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO - NOVENA PARTE - A

 ARGENTINA:

BASES POLÍTICAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO MODERNO

NOVENA PARTE - A

Por Eduardo Dalmasso*

Política y Estado Justicialista

Decíamos que Perón tenía una cultura situacional superior al resto, lo que es una característica de los líderes.  Esto se ve claramente en la revisión de los enfoques sobre el funcionamiento de la economía. Una segunda característica importante era el ordenamiento secuencial para arribar a los objetivos; mientras que una tercera, su apertura hacia el mundo capitalista, sin abandonar el principio de interés nacional y la importancia institucional del Estado.  Incluso, se vio paulatinamente obligado a ceder banderas referidas a la autonomía económica, para intentar negociar con los EEUU por la debilidad del ahorro interno y la necesidad de inversiones, pero nunca renunciando a la defensa de la dignidad de un país independiente.

Sus esfuerzos en el campo internacional no tuvieron el éxito que su visión planteaba, debido a la propia realidad de la post guerra, en la que EEUU Y la URSS se dirimían el control de sus dominios, lo que hacía que las evaluaciones, apoyos o cuestionamientos, derivaran en presiones constantes  para alinear al resto de los países en su órbita de influencia, con sus intereses económicos y geopolíticos.  Cabe decir que también operó la desconfianza hacia el poder relativo de Argentina, que en esos años era, en comparación latinoamericana, muy importante.    Por otra parte, las realidades políticas de Brasil y Chile impidieron concretar el proyecto de integración sintetizado en el ABC; no obstante, sus planteos de política de unidad fueron evidentemente lúcidos en términos de proyección del devenir. Otro obstáculo con el que se encontró fue la oposición de los Gobiernos de Uruguay al modelo justicialista y los errores políticos en las relaciones con el hermano país. José Ortega (Tesis de Doctorad. CEA-UNC. 2021).

Nuevo poder constituyente

Un tema central, con una clara proyección en el futuro de Argentina y no debidamente considerado: la estructura política del país había cambiado. El Gobierno justicialista erigió un poder constituyente, desconocido hasta esa etapa histórica.  La clase trabajadora pasó a constituirse en una parte esencial en la conformación de ese nuevo estado porque, en verdad, las relaciones de fuerza a través del modelo de gobierno instaurado en el 46´, abrían e impulsaban la participación de un sector de la sociedad que nunca había sido considerado.

El estado argentino se había configurado de otra forma. La ideología y el control del estado ya no estaban en manos de la oligarquía; una oligarquía que, conjuntamente  cuestionada con el partido radical,  siguió siendo convalidada en su raíz fundamental: el modelo económico de desarrollo, a pesar de los ingentes y profundos cambios del período. 

La estructura política cambió y, en varios años, por su fuerza institucional y el carisma del líder del movimiento,  llegaron a  provocar un   choque  cultural en los sectores de la clase media, ligada al conservadorismo o a la práctica cívica del partido radical.  Sin duda, los factores de poder previo al advenimiento del gobierno peronista seguían presentes.  Sesenta años de dominio no se borran fácilmente.  La resistencia a la concepción del nuevo Estado se expresaba por los medios (y de ello su persecución) o por múltiples cuestionamientos a las metodologías de imposición del nuevo orden. Resistencias que expresaban inteligentes cuestionamientos al liderazgo de Perón y su concepción del Estado, ajena a las prácticas republicanas.

El príncipe

La concentración de poder en manos del “príncipe”, se sostenía en la aclamación plebiscitaria que expresaba el poder del pueblo, y de ello el desconocimiento o la persecución de los disidentes. De hecho, el presidente desconocía el valor de la concepción republicana, quizás basado en la creencia de que, como conductor, el pueblo le otorgaba toda su confianza. Vale decir, en una relación directa.                                                                        Entonces, se produce un cambio de roles en el ordenamiento social de tal magnitud que sólo podría satisfacer a los beneficiarios de la nueva política  o a los propios miembros de la “feligresía”.

En la concepción de Perón se puede intuir el pensamiento de Carl Schmitt, según lo explicita Carlo Galli “El poder constituyente (y no el individuo liberal ni el contrato) es el motor de todo orden político eficaz”. (La mirada de Jano. FCE. pág. 38). El príncipe decide porque es el representante de la masa que aclama a su líder.

La sociedad argentina, una sociedad compleja en virtud de su composición social y de las características de su particular desarrollo, incluía una sólida clase media con muestras evidentes de la movilidad social. Esto se reflejaba claramente en la composición del elenco Gubernamental, con una amplia mayoría de ascendencia extranjera e incluso de hijos de obreros, como era el caso del coronel Mercante.  Esto implicaba correlaciones de fuerza donde el solo número de votantes expresado en las elecciones, no sería suficiente para sostener un proceso ajeno a la concepción republicana, ante la importancia de sectores que no avalaban el modelo político.  Sectores con una concepción muy diferente respecto al valor de las instituciones y los valores que se referenciaban, por caso, el valor del esfuerzo individual (típico de las corrientes inmigratorias) como motor de progreso y la no aceptación de procesos autoritarios. Dentro de ese cuadro, también se enmarcaba la resistencia de los líderes radicales a perder su preeminencia política y la de los sectores de izquierda y liberales alineados con los aliados durante la guerra, que cuestionaban de raíz el modelo instaurado. Y lo más importante, no se sentían beneficiarios ni parte del gobierno, no eran sólo diferencias de matices, sino diferencias fundamentales sobre el significado de la democracia. 

Para sostener el modelo democrático plebiscitario era necesario, de hecho, como lo demostraron los sucesos del 55´, la unidad del ejército y el apoyo de la iglesia.  Sólo la clase obrera, sin esas instituciones apoyando al gobierno, no sería suficiente para defenderlo.

Estadista vs. Líder

Como escribiéramos (Alfil diario. 26-11), la economía se recomponía en los últimos años de Gobierno, luego de dos cosechas perdidas y la necesidad de aumentar el ahorro interno, pero la etapa del despliegue y distribución de recursos para transformar la cuestión social, había terminado. Esto que ocurre a nivel estructural no podía menos que poner en jaque el modelo cesarista.  Dicho de otra manera, los valores preponderantes al inicio del proceso comienzan a ser cuestionados fuertemente. En esa etapa el líder carismático (el nuevo príncipe) acentúa el carácter personalista y autoritario de su gestión, en detrimento del Estadista. Actitud necesaria quizás, por la necesidad de defender un proceso con significativos cambios y sacrificios exigidos a la población, respecto a la etapa que he denominado los años del paraíso (Alfil diario. 26-11) y que, por ese hecho, fortalece los argumentos de la oposición, o resulta necesaria también para lograr que en el frente interno no aparezcan cuestionamientos a sus decisiones. Asimismo, se puede plantear la hipótesis de que emerge en el líder la soberbia que produce la aclamación de la masas, máxime ante el incuestionable triunfo  en  su reelección.

Dr. en Ciencia Política. (CEA-UNC) Editor del Blog: Miradas Políticas y otros enfoques

 

Comentarios

Entradas populares