Presente y Pasado: "Argentina, un Estado a la deriva" - 1° parte

 



*Eduardo Dalmasso - Dr. en Ciencia Política.

Aclaraciones importantes:

Realizado lo que denominé “Anotaciones”, (en artículos anteriores) para destacar las variables relevantes de los escenarios políticos y económicos analizados dentro de la serie “Presente y Pasado”, creo pertinente —antes de abordar el período posterior al gobierno de Eduardo Duhalde— profundizar en las causas del comportamiento de carácter anómico del país.

Algunas referencias para pensar

Julio M. Sanguinetti, en su prólogo a *La experiencia democrática* de Natalio Botana (2024), afirma:

“Argentina nunca deja de ser una perplejidad. Difícil entender que un país dotado de los recursos materiales que posee y la calidad de su gente, con figuras brillantes en todas las disciplinas del quehacer humano, nunca llegue a ese horizonte para el que parece predestinada.”

Botana, por su parte, subraya que:

“El perfil de una democracia institucional es tributario de la conformación del Estado, sin la cual no hay régimen democrático posible; del Gobierno de la ley o Estado de derecho, con su sistema jurídico de pesos y contrapesos; y de las instituciones centrales de la economía, que hacen al orden fiscal y a lo que Hugo Quiroga ha llamado la legitimidad de la moneda. Estos tres rasgos están deteriorados entre nosotros.”

La anomia como clave interpretativa

El concepto de anomia, en su sentido clásico, refiere a la ausencia o debilitamiento de normas sociales compartidas que regulen el comportamiento colectivo. En el plano político-institucional, se manifiesta como la incapacidad del Estado para generar reglas estables, legítimas y previsibles, y para garantizar su cumplimiento. En el caso argentino, esta anomia es producto de una combinación persistente de factores históricos, estructurales y culturales.

Problemas de vieja data

Dos ilustres miembros de la oligarquía nos advierten sobre los problemas institucionales que Argentina afrontaría. En “el discurso del Siglo”, Joaquín V. González señala los errores de un proceso político que repercutiría en generaciones. Ricardo Rojas, por su parte, destaca la pérdida de visión y grandeza de la élite fundadora del Estado moderno. Estas tempranas advertencias revelan que los cimientos del país de las mieses y los ganados disimulaban serias debilidades dentro de un progreso material desbordante.

La práctica del poder de la oligarquía como clase fundadora no desarrolla una ética republicana en su accionar, y la clase rentística que usufructúa el modelo agroexportador carece de una visión productivista propia de las burguesías capitalistas, orientadas al ahorro y al desarrollo industrial. En consecuencia, no emerge de esa estructura un discurso hegemónico, sino un modelo de dominación.

El impacto del modelo de desarrollo articulado con los intereses británicos promueve una inmigración masiva portadora de valores diversos, salvo en sus aspiraciones materiales. El sistema educativo, aunque ambicioso y meritorio, no logra modificar la práctica de una cultura cívica que niega lo que las aulas enseñan, y menos aún forjar una identidad en tiempos tan acelerados. La revolución de 1930, el fraude patriótico y la violencia política consolidaron una cultura de la excepción.

La ampliación del sufragio no altera sustancialmente esa disposición del poder. Por el contrario, los gobiernos que se presentan como anti oligárquicos tienden a recostarse en liderazgos personalistas y en un decisionismo presidencial que transgrede la esencia del modelo republicano. Esto fortalece la pérdida de identidad del conjunto y debilita el rol de las instituciones.

Los liderazgos de Roca, Irigoyen y Perón, más allá de sus méritos, refuerzan la debilidad de las instituciones creadas por los forjadores del Estado moderno. Estas se acentúan dentro del estado de anarquía que sucede a la revolución del 55 y por las sucesivas crisis. Un comportamiento anómico es lo que prevalece.

Desarrollo industrial y deriva política

El politólogo norteamericano de origen polaco, Adam Przeworski, en una entrevista con Gerardo L. Munck (2003), caracteriza con claridad esta deriva:

“Argentina es el país más extraño del mundo. Sus golpes de Estado han ocurrido dentro de realidades de un nivel de bienestar importante. Me llamó mucho la atención que toda la discusión política estuviera polarizada entre los neoliberales, que creían que el mercado era el demiurgo de todo, y los neo populistas, que creían que el demiurgo era el pueblo, en su sentido peculiar del siglo XVIII.”

Przeworski define la democracia como un sistema de reglas para procesar conflictos de modo pacífico, que permite compromisos inter temporales entre actores.

Este requisito fundamental —la capacidad de construir acuerdos duraderos— no ha existido de forma sostenida en la Argentina, ni siquiera entre actores que comparten ideologías similares.

Un Estado a la deriva

La anomia argentina es el resultado de una combinación de factores: una élite fundadora sin vocación republicana, una cultura política personalista, una economía rentística, un importante proceso industrial de carácter dependiente jaqueado por los intereses agropecuarios, una débil integración de valores cívicos comunes y una institucionalidad frágil. No constituye una anomalía pasajera: es una particularidad estructural que atraviesa nuestra historia. Por eso, Argentina sigue siendo —como decía Sanguinetti— una perplejidad.

N. de R: En la próxima edición, la 2° parte de esta serie de anotaciones

Comentarios

Entradas populares de este blog

CARTA A UN JOVEN ARGENTINO

ANÁLISIS CONTEMPORÁNEO DE "CARTA A UN JOVEN ARGENTINO"