Emperador Adriano: Líder y Estadista (7)
Sobre lo que lo diferenciaba
Por Eduardo Dalmasso*
Destacable su ruptura con el estilo de sus antecesores. Toda posibilidad de negociar, era para Adriano, superior al uso de la fuerza de sus legiones.
Interesante sus reflexiones sobre una de las negociaciones más difíciles que tuvo que afrontar:
“Nada las diferenciaba de las conversaciones entre dos vecinos que se esfuerzan por arreglar amistosamente una cuestión de pared medianera. Me veía avocado a un bárbaro refinado, que hablaba griego, nada tonto, sin nada que lo obligara a creerlo más pérfido que yo mismo, pero lo bastante vacilante como para dar una impresión de inseguridad. Mis curiosas disciplinas mentales me permitían captar su equívoco pensamiento; sentado frente al emperador de los partos, aprendía a prever, y muy pronto a orientar sus respuestas; entraba en su juego, me imaginaba a Osroes regateando con Adriano. Me horrorizan los debates inútiles en los que cada uno sabe por adelantado que va a ceder o no; en los negocios, la verdad me agrada sobre todo como medio de simplificar y andar rápido. Los partos nos temían; nosotros desconfiábamos de los partos; la guerra nacería del acoplamiento de nuestros temores. (…) Me sentía demasiado seguro de la superioridad de nuestras fuerzas para que pesara en mi un estúpido amor propio; estaba dispuesto a todas las concesiones huecas, que sólo afectaban el prestigio, y a ninguna otra. Lo más difícil fue persuadir a Osroes de que si yo le prometía pocas cosas era porque estaba dispuesto a cumplir mis promesas. Me creyó, sin embargo, o hizo como que me creyera. El acuerdo que sellamos en aquella visita sigue en pie; desde hace 15 años …” (pag 118-119 )
La paz era su meta, entendía que esta permitiría la prosperidad. Como César: fructificarían sus años de estudio, la experiencia en el ejército, el trato con hombres de fronteras y su rol de juez en cuestiones de familia y sucesiones. Una negociación que no fuera exitosa, lo alejaría un paso del camino que debía recorrer para alcanzar su visión.
Esas experiencias y su capacidad de observación le permitían entrever los intereses subyacentes de las personas con las que tenía que negociar, y de esa forma contar con informaciones claves para valorizar el diálogo. Tomaba nota de lo que podría ofrecer y cuales serían sus límites. Entendía que para llegar a un acuerdo era fundamental intentar ponerse en el lugar del otro.
Adriano se esmeraba en no perder la flexibilidad necesaria para alcanzar sus objetivos, se valía para ello de razonar en conjunto para evitar que quedaran en posiciones obstinadas y sin salida. Justamente por esa capacidad de reflexión que lo caracterizaba, estudiaba todas las opciones posibles que pudieran satisfacer a sus ocasionales adversarios.
No era soberbio: en las negociaciones más complicadas, como fue la que realizó para concertar la paz en la frontera de Asia, era acompañado por traductores y comerciantes expertos. Así se aseguraba de que la comunicación fuera efectiva. El nivel de autoconciencia del emperador, permitía controlar su ego y realizar concesiones cumplibles. Esta actitud dotaba de legitimidad a los acuerdos que realizaba.
En realidad: medía las fuerzas y los riesgos
Como hemos mencionado su capacidad de reflexionar sobre si mismo, le permitía ver y actuar con la flexibilidad necesaria para enfrentar distintas situaciones con distintos estilos de juego según lo demandara el poderío de sus oponentes.
En el caso de las negociaciones más arriesgadas y decisivas, aplicó estrategias de juegos de cooperación, caso con el rey de los Partos. En este tipo de juegos prevalece la persuasión, la negociación de suma positiva, al acuerdo; la creación de la instancia de prevención de conflictos y el ánimo de abrir espacio de consenso que despejen los conflictos potenciales.
Por otra parte, ante las tribus del norte de Bretaña, practicó un juego de oposición. Estos tipos de juegos se caracterizan por confrontaciones tensas, la medición de fuerzas de los rivales, la competencia por acumular más fuerza, el desgaste del oponente, la búsqueda de la debilidad del otro y las negociaciones de suma cero. Un mudo testigo de este tipo de estrategia es el muro que lleva el nombre del emperador que aún puede verse en algunas porciones en la isla de Gran Bretaña.
En cambio, podemos ver que aplicó juegos de confrontación violenta contra ciertos pueblos, por ejemplo: con los sármatas con los que se cubrió de gloria y mito antes de su ascensión al trono imperial. Estos juegos tienen como común denominador el propósito de anular la fuerza del otro e imponerle nuestra voluntad. Este tipo de juego era la estrategia preferida, casi la única, de Trajano. Adriano dice de este:
“… su firmeza se había convertido en obstinación; sus aptitudes para lo inmediato y lo práctico, en una total negativa a pensar.” (pag. 67)
El emperador si tenía que movilizar sus legiones lo hacía. Sin embargo, no duda en hacer retroceder sus fronteras para consolidar el imperio. Aún medidas como las del muro erigido en Gran Bretaña, tenían como objetivo resguardar las fronteras asumidas y resguardar la paz.
Esa aspiración, en él interregno se trunca, con grandes costos para las legiones del imperio.
Dr. en Ciencia Política. Editor del blog Miradas Políticas y otros enfoques
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