Emperador Adriano: Líder y Estadista (9)

Sobrellevar las pérdidas 


 

Por Eduardo Dalmasso*


La muerte de Antínoo y la guerra contra Israel afectan al líder. Por la muerte del joven bitino siente tristeza e incluso remordimiento por sus propios temores y la resistencia que esto le ocasionaba: “Solo para mí la muerte de Antínoo un problema y una catástrofe. Puede que ese desastre haya sido inseparable de un exceso de júbilo” (pág.143).

Su visión no podía englobar a todos, había algunos que no querían participar de su ideal de belleza, orden y paz romana. Algunos que querían ser libres para vivir su vida según sus costumbres, sus leyes y su Dios. Su enemistad hacia las costumbres del pueblo judío se debía a la lógica incomprensión de un escéptico. (pág. 195).


Disciplina dugusta

La disciplina augusta era un concepto importante para la vida en Roma. No solo englobaba las prácticas militares sino también la entereza y el dominio que se debía cultivar para lograr cualquier objetivo.

Adriano abatido por la tristeza y el comienzo de su enfermedad sigue rigiendo su imperio y haciendo importantes avances en cuanto al derecho y la cultura. Se sigue ocupando de todo lo que atañe a su visión imperial, pero no lo hace con la alegría de otrora, incluso endurece su juicio. El Guerrero, el estadista está herido, no obstante, se impone que él está para servir, no para ser servido. Deja atrás esos momentos de cierta superficialidad exitista que aparece en el pináculo de su gloria, además impropios de su sobrio carácter. A propósito: “El éxito, sin embargo, multiplicaba en torno a mí las ocasiones de abandonarme a ese vértigo; Cada estación parecía colaborar con los poetas y los músicos de mi séquito para para convertir nuestra existencia en una fiesta olímpica”. (pág. 144).

Su persistencia lo llevaba a perfeccionar su obra de gobierno: “completé la larga y compleja reorganización de los dominios imperiales en Asia menor, por la cual los campesinos lograban mejoras y el Estado también.” En Tracia fui a visitar Andrinópolis, “donde los veteranos de las campañas dacias y sármatas se habían congregado atraídos por donaciones de tierra y reducción de impuestos” (…) “Hacia mucho que había concedido exenciones análogas a los médicos y profesores de todas partes, con la esperanza de favorecer el mantenimiento y el desarrollo de una clase media seria e instruida. Conozco sus defectos, pero un Estado solo se mantiene gracias a ella” (pág. 175).

Se abocaba al trabajo: “La asiduidad, la seriedad , la aplicación en el detalle que corrige la audacia de las concepciones generales, habían sido para mí virtudes aprendidas en Roma” (pág. 182) Su esfuerzo abarcaba el reducir “la frondosa masa de contradicciones y abusos que acaban por convertir el derecho y los procedimientos en un matorral donde las gentes honestas no se animan a aventurarse, mientras los bandidos prosperan a su abrigo” (pág. 183-84).

La forja de Adriano

"El líder está entre la gente" es una afirmación que al parecer es muy simple, pero guarda detrás mucha significación ya que el común piensa exactamente del modo inverso. Su vida transcurría a través de la práctica de la dialéctica, la conducción, el ejercicio de la guerra, el compartir privaciones con sus camaradas, las partidas de caza, conocer costumbres y personas ajenas a su rango, la creación de ciudades en búsqueda de la prosperidad y la paz. Esencial, la presencia de la belleza y el dejarse llevar por sus pasiones.  Como diversos personajes que nunca traicionaron su vocación por la grandeza de Roma.

En su etapa final nos plantea: “Soy el que era; muero sin cambiar. A primera vista el robusto niño de los jardines de España, el oficial ambicioso que entra a su tienda sacudiendo de sus hombros los copos de nieve, parecen tan aniquilados como lo estaré yo cuando haya pasado por la pira; pero sin embargo están ahí, soy inseparable de ellos. El hombre que clamaba abrazado a un muerto sigue gimiendo en un rincón de mí mismo, pese a la calma más o menos humana de la que ya participo; el viajero encerrado en el enfermo para siempre sedentario se interesa por la muerte puesto que representa una partida. Esa fuerza que fui parece todavía capaz de instrumentar muchas otras vidas, de levantar mundos. Si por milagro algunos siglos vinieran a agregarse a los pocos días que me quedan, volvería a hacer las mismas cosas y hasta incurriría en los mismos errores; frecuentaría los mismos Olimpos y los mismos Infiernos. Una comprobación semejante es un excelente argumento a favor de la utilidad de la muerte, pero al mismo tiempo me hace dudar de su total eficacia” (pág.  232-33).

Sobre el porvenir

 “El porvenir del mundo no me inquieta; ya no me esfuerzo por calcular la mayor o menor duración de la paz romana; dejo hacer a los dioses. No es que confíe más en su justicia que no es la nuestra, ni tengo más fe en la cordura del hombre; la verdad es justamente lo contrario. La vida es atroz y lo sabemos. Pero precisamente porque espero poco de la condición humana, los períodos de felicidad, los progresos parciales, los esfuerzos de reanudación y de continuidad me parecen otros tantos prodigios, que casi comparten la inmensa acumulación de males, fracasos, incuria y error.” (pág.  214-15).


*Dr. en Ciencia Política . Editor del Blog Miradas Políticas y Otros Enfoques


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