Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua" - 4° Parte

 



Continúo con la edición de la 4ta nota de una serie, que he titulado “Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua", publicado el 21/09.


Ideología y convertibilidad

Coincidiendo con Julián Zicari (2018), las preocupaciones dejan de estar enfocadas en los sectores de la economía real (como los problemas implicados por el subdesarrollo, el progreso industrial, la primarización económica, los desequilibrios productivos o los cuellos de botellas) para cobrar mayor relevancia los aspectos financieros y monetarios.

La política económica, se desarrolla dentro, de una orientación general de cuño neoliberal qué apuesta por la apertura económica, facilitar los flujos de capital y el desmantelamiento de los controles y mecanismos de intervención estatal.

Yo creo que hay que avanzar hacia una economía de reglas claras, simples y de aplicación lo más automáticas posible, ya que es en ese tipo de economía dónde la iniciativa privada y la capacidad de los empresarios van a emerger plenamente”. Domingo Cavallo. (F. Mediterránea-1991)

 Dentro de una serie de medidas, la reforma del sistema previsional, los ajustes fiscales, eliminación de retenciones y una profunda reforma arancelaria, (aranceles del 0 % para las materias primas, del 11 % para los insumos y de un 22 % para los bienes manufacturados finales) constituyen los ejes necesarios para acompañar la convertibilidad.

Se desprende un fuerte supuesto: El efecto de desarrollo económico requiere de la apertura y la desregulación de la economía para incidir positivamente en el crecimiento de los agentes productivos más dinámicos, lo que iría generando un “derrame” hacia los sectores más tradicionales, los cuales necesitados de modernizarse ampliarían sus inversiones y, por lo tanto, reducirían la brecha intersectorial.

El efecto Tequila. Un punto de inflexión

La dinámica de crecimiento del 91´al 94´ no permite visualizar que por detrás de la euforia por el consumo creciente de los sectores medios y la estabilidad de precios, el modelo se recuesta en   fundamentos vulnerables: déficit comercial en ascenso, creciente dependencia del endeudamiento externo para sostener el tipo de cambio fijo, desindustrialización y desempleo estructural.

Entre 1993 y 1994, la economía se desacelera. La tasa de inversión no acompaña la expansión del consumo y las provincias incrementan su endeudamiento para mantener sus estructuras de gasto. El desempleo pasa del 6% en 1991 al 12 % en 1994 (INDEC, 1995).

La fragilidad del modelo queda al descubierto con la crisis del “Efecto Tequila”, detonada por la devaluación del peso mexicano en diciembre de 1994. El contagio financiero hacia Argentina es inmediato: la abrupta salida de capitales provoca una fuerte contracción monetaria, el crédito se paraliza, el riesgo país se dispara y la economía entra en recesión. En 1995, el PBI cae un 2,8 % y el desempleo alcanza un récord histórico del 18,4 % (FMI, 1996).

El ministro despliega una estrategia de contención orientada a preservar la paridad cambiaria. Esta incluye la colocación de bonos en el mercado interno e internacional, la introducción de instrumentos cuasi monetarios provinciales -como los “patacones”, que se generalizarían después- y la obtención de un paquete de apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el BID.

Una advertencia desechada

Políticamente, el gobierno capitaliza la recuperación posterior para reafirmar el rumbo e interpreta la crisis como un obstáculo coyuntural superado, más que como una advertencia estructural.

El valor político de la estabilidad es determinante para ignorar los peligros de un modelo que a la postre terminará abruptamente. El presidente Menen es reelecto atento a la reforma constitucional. Su aura está en el cenit.

Que queda expuesto

Las debilidades de fondo: la dependencia de financiamiento externo, la rigidez del esquema monetario, la falta de instrumentos contra cíclicos, el proceso de desindustrialización y los crecientes bolsones de pobreza.

A partir de 1994, los déficits financiados con deuda se acentúan por la caída de la recaudación interna, producto de la apertura económica y la desindustrialización. Las provincias en función de los nuevos servicios a su cargo, no totalmente financiados por la nación, (educación, salud) y la caída de ingresos, tienen que apelar al endeudamiento externo o la emisión de cuasi monedas.

 Hilda Sábato expone con crudeza (2002)

 “La nueva y más fuerte crisis financiera de 1997 terminó de descalabrar la situación argentina. El flujo de capitales externos había sido el lubricante indispensable para mantener la economía en funcionamiento. Con la retracción de esos capitales, el producto cayó, el desempleo trepó al 18 % y se desató una ola de protestas y reclamos”.

Sin embargo

A 1999 la deuda pública asciende al doble de la existente en 1990, el creciente déficit fiscal, la persistente evasión de capitales y la gran magnitud de los intereses que genera la deuda, erosionan el modelo. Damill, Frenkel y Rapetti   (2005)  

Sin embargo: en el inmediato devenir, la fuerza ideológica de este modelo perdurará.

*Eduardo Dalmasso - Dr. en Ciencia Política.

N. de R: En la próxima edición, la 5° parte de este artículo.


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