Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua" - 5° Parte
Poder y opacidad democrática
Ante la emergencia de la hiperinflación, el presidente Menen hace uso de un decisionismo que, durante un tiempo prolongado, recibe un apoyo generalizado. Al apelar a la situación, el Congreso le transfiere atribuciones que le competen constitucionalmente y acepta el uso de los DNU, ambos instrumentos incorporados a posteriori en la Constitución del 94. En 1996 se otorgan nuevamente, con el objetivo de implementar reformas laborales y en el sistema de salud (Hugo Quiroga, 2023).
El decisionismo extremo del presidente debilita la institucionalidad y, en consecuencia, torna difuso el tenor de muchas medidas justificadas por la crisis inicial y posteriores éxitos. Esto le permite concentrar en su persona negociaciones críticas para el futuro del país.
Menemismo
Este presidente llega al poder enarbolando los símbolos clásicos del peronismo, prometiendo restaurar las banderas históricas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Su gobierno revela un giro radical en relación con estas promesas.
El carisma y la política que ejerce impregnan la vida social y el imaginario de las clases medias. Transforma en un estilo de vida su lado frívolo y personal. Su afinidad por los autos deportivos, las celebridades y el jet set lo posiciona como un líder moderno y exitoso. A través de los medios de comunicación, proyecta una imagen de confianza y optimismo, que le facilita un importante apoyo popular.
Un cambio discursivo abre paso a una retórica tecnocrática que exalta la eficiencia, la modernización y la necesidad de “insertar a la Argentina en el mundo”. Según Zicari (2018): “El menemismo tradujo el ideario del Consenso de Washington a un relato nacionalista modernizador, donde las privatizaciones se presentaban como medidas ‘patrióticas’ y no como entrega del patrimonio nacional”.
Estrategias
El viraje requiere coberturas no solo económicas, sino institucionales. Con ese objetivo, impulsa una ley que amplía el número de miembros de la Corte Suprema, conocida popularmente como “la mayoría automática”. Complementa esta acción nombrando numerosos jueces federales y camaristas, un medio para garantizar frenos a las denuncias por corrupción. A los que se pudieran oponer, la amenaza del juicio político.
Menem implementa una estrategia de cooptación al interior de la Confederación General del Trabajo (CGT), promoviendo la creación de una nueva conducción sindical alineada con sus políticas neoliberales. Esto resulta en una fractura de la CGT: una parte apoya al gobierno y otra se opone a sus reformas. Esta división debilita la capacidad de respuesta del movimiento obrero. La cooptación deviene de un aceitado sistema de prebendas políticas, económicas y administrativas (control de obras sociales, asientos en empresas privatizadas, diputaciones, reconocimiento de personerías y acceso a fondos que se niegan a los combativos) (Victoria Murillo, 1997).
En el mismo tenor, el partido y sus principales dirigentes son cooptados. La administración favorable de la coparticipación, los ATN y las obras públicas es el premio a la adhesión al modelo económico: mientras mayor la adhesión, más importantes los flujos discrecionales recibidos. La política clientelar se exacerba. Las listas sábanas permiten un mayor control de candidaturas. Los diversos líderes de las cámaras de representantes se asocian, de una forma u otra, al esplendor de las transformaciones del aparato estatal en el tránsito de la Argentina al “Primer mundo”.
El Pacto de Olivos
Menem, en su apogeo, impone las condiciones de la vida política al gestar la reforma constitucional para ser reelegido. Para Hilda Sábato (2002), “El presidente contó con un aliado inesperado, quien resignó la posibilidad de tratar de impedir la reforma en el Congreso para, en cambio, impulsarla pactando sus alcances en un acuerdo secreto”. El presidente promueve una reforma amplia; un espectro significativo de la dirigencia política participa con sumo entusiasmo.
Luis Alberto Romero, (1997), advierte que “La habilitación de la reelección inmediata favoreció la concentración de poder y el personalismo”.
Ostentación y poder
El gobierno de Carlos Menem no solo modifica el modelo económico argentino, sino que produce una reconfiguración profunda de la cultura política. Promueve el consumo como identidad, a través de la dolarización simbólica, viajes y marcas que otorgan signos de estatus. Simboliza la política como show, no como deliberación pública.
Casos de enriquecimiento ilícito, privatizaciones bajo sospecha y relaciones opacas entre funcionarios y empresarios caracterizan la década. Como expone Villalonga (1997), “la corrupción no solo debilitó la confianza ciudadana, sino que también moldeó una percepción social de impunidad y cinismo respecto de la política”.
Bajo un discurso de modernización y el desarrollo de un imaginario de ascenso al primer mundo, se consolidan los efectos económicos y culturales de la dictadura. Este legado, al articular mercado, clientelismo y concentración presidencial, persiste en la desconfianza institucional y en un individualismo social, que diluye, los valores de una vida cívica republicana.
*Eduardo Dalmasso - Dr. en Ciencia Política.
N. de R: En la próxima edición, la 6° parte de este artículo.
Comentarios
Publicar un comentario