Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua" - 2° Parte

 



Continúo con la edición de la 2da nota de una serie, que he titulado “Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua", publicado el 16/09.

La asunción de Erman González

Erman González asume el Ministerio de Economía en diciembre de 1989, una vez agotada la experiencia con el grupo Bunge & Born. La situación socioeconómica no puede ser peor: Argentina sufre los efectos de una doble hiperinflación, pérdida de reservas del Banco Central, ruptura de contratos, falta de crédito externo y una desconfianza total de los mercados hacia el país.

El presidente acude a él por ser un hombre de plena confianza, en preservación de su poder político. Su accionar transcurre en una etapa en la que el Gobierno se muestra vulnerable. La gestión tiene un objetivo explícito: detener la inflación a corto plazo, sin disponer de un programa económico integral ni de suficiente fortaleza política del presidente.

 El Plan Bonex 

Con ese objetivo adopta una medida drástica y controversial: se confiscan los plazos fijos del sistema bancario, compensando a los ahorristas con títulos públicos a largo plazo y de baja rentabilidad (Plan Bonex). Con esta decisión se busca frenar la expansión monetaria impulsada por el déficit fiscal y las expectativas de los agentes económicos.

El Plan Bonex, en conjunto con otras medidas de restricción del gasto, logra una significativa baja en el nivel de inflación, aportando cierta tranquilidad a los asalariados. Sin embargo, Daniel Heymann (2006) y otros autores hacen énfasis en el costo de la pérdida de credibilidad institucional. Cabe agregar que la Corte Suprema avala esta medida excepcional. De hecho, la pérdida de confianza en el sistema financiero agrava la deriva económica.

Sus medidas de restricción del gasto no se apoyan en un acuerdo con los gobernadores ni con los gremios. El cuadro consiguiente es de inestabilidad por la falta de confianza en el conductor de la economía. Sus acciones se evalúan como de emergencia y las respuestas de los distintos agentes económicos contribuyen a debilitarlas.

En esas condiciones, el desdoblamiento del tipo de cambio exacerba la especulación con el dólar. Fenómeno que se agrava ante la parálisis en la negociación de la deuda externa y la renuencia de los organismos internacionales a aportar fondos. Esto eleva el riesgo país, debilita las inversiones productivas y acrecienta la fuga de capitales. El propio presidente no termina de resolver la ambivalencia entre la “revolución productiva” y las exigencias del FMI.

La erosión política 

La breve recuperación de la confianza por la disminución de la inflación encuentra sus límites. La falta de consenso político interno —en particular, la resistencia de los gobernadores peronistas y de los sindicatos— y la ausencia de un acuerdo macroeconómico duradero con el sector privado conducen al aislamiento progresivo de González.

El intento de reducir el déficit sin una reforma integral del Estado ni del sistema tributario termina por acentuar tensiones sociales y desfinanciar provincias (Schvarzer, 1991).

El “escándalo Swiftgate”, que surge de una denuncia de coimas por parte de Swift Armour —avalada por la embajada estadounidense—, genera un fuerte impacto mediático y político. El recrudecimiento de la inflación acrecienta la incertidumbre. El presidente opta por un cambio de régimen económico.

El giro hacia la convertibilidad

En marzo de 1991 asume Domingo Cavallo, quien desarrolla un discurso audaz y tecnocrático. Su Ley de Convertibilidad, un modelo monetario que impacta como creíble y duradero, marca el inicio de una nueva etapa.

Cavallo, aparte de su excepcional nivel académico, representa un caso singular de cambio ideológico: desde posiciones más desarrollistas en los años setenta hacia una firme adhesión al paradigma de apertura, desregulación y disciplina fiscal en los noventa. Su diagnóstico sobre las causas del estancamiento argentino —déficit fiscal crónico, inflación estructural y desconfianza externa— coincide con el de los organismos multilaterales de crédito, generando un clima de confianza favorable.

Se suma su experiencia como diputado por el peronismo de Córdoba, su paso por el Banco Central —donde resuelve problemas de deudas de grandes grupos económicos— y por Cancillería. Se le reconoce capacidad para liderar equipos técnicos cohesionados. Simboliza la promesa de un orden económico racional y previsible.

Reconfiguración política e internacional

El giro no es solo técnico: su asunción como ministro implica una reconfiguración de alianzas políticas y económicas. Cavallo, acuerda con los organismos multilaterales —FMI, Banco Mundial— y obtiene apoyos de sectores empresariales y financieros.

Alinea a la Argentina con los postulados del Consenso de Washington, lo que refleja para el establishment una narrativa de modernización y previsibilidad coherente con los centros de poder de Occidente.

“The Economist” afirma en 1991: “Cavallo ha convencido a los mercados de que Argentina puede comportarse como un país serio”.

*Eduardo Dalmasso - Dr. en Ciencia Política.

N. de R: En la próxima edición, la 3° parte de este artículo.


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