Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua" - 7° Parte

 



Continúo con la edición de la 7ma y última nota de una serie, que he titulado “Presente y Pasado: "Los gobiernos de Menem y De la Rua", publicado la nota anterior el 01/10.

Límites ignorados

 El plan gubernamental ignora el encarecimiento de las exportaciones argentinas, consecuencia de la crisis asiática (1997), la rusa (1998) y la reciente devaluación del real (1999), lo que intensifica el proceso recesivo (Frenkel, 2003). En este contexto, el bloque de poder vinculado al sector exportador comienza a manifestar disidencias.

Por otra parte, el sostenimiento de la convertibilidad mediante ajustes fiscales y apertura financiera implica, según Basualdo (2006), “Una pérdida estructural de competitividad y una profundización del proceso de desindustrialización”. Coincido con esta lectura: el mecanismo, lejos de estabilizar, genera un círculo vicioso. El endeudamiento masivo incrementa la vulnerabilidad y potencia la fuga de capitales, lo que debilita la base productiva y la capacidad estatal. El círculo se cierra con una mayor dependencia del financiamiento externo. *Esta dinámica también limita la soberanía política, ya que las decisiones económicas se supeditan a la aprobación de organismos internacionales y acreedores externos, lo que reduce los márgenes de maniobra del gobierno frente a la sociedad local. En consecuencia, el bloque de poder ligado al mercado interno comienza a tomar distancia del Ejecutivo.

En el plano político, la renuncia del vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, tras el escándalo por la Ley de Reforma Laboral y el presunto pago de sobornos para su aprobación, marca la ruptura del frágil equilibrio interno de la Alianza. De la Rúa queda sin un socio clave para sostener la coalición. Como señala Altamirano (2001), “la Alianza encarnaba más un pacto electoral que un verdadero programa de poder compartido; su fragilidad interna se reveló apenas la crisis erosionó las bases de confianza mutua”.

La recesión persiste, las metas fiscales se tornan incumplibles y la renuncia de Álvarez agudiza la incertidumbre política y la desconfianza social. En marzo de 2001, el ministro Machinea también presenta su renuncia.

Neoliberalismo y Tecnocracia

El presidente, fiel a su concepción ideológica, responde con un intento de mayor ajuste. La designación de Ricardo López Murphy busca transmitir disciplina fiscal y compromiso con los mercados. Sin embargo, su programa de severo ajuste presupuestario, que incluye recortes en educación y salarios estatales, provoca un rechazo inmediato en la sociedad y la renuncia de varios ministros. En apenas quince días, se ve obligado a dejar el cargo. Esta situación expone la incapacidad del Ejecutivo para articular consensos en torno a medidas de austeridad. La Alianza se diluye frente a la visión política y económica del presidente. En realidad, el presidente carece de identidad política, tanto con la fracción mayoritaria del radicalismo como con el FREPASO. La falta de liderazgo programático, revela a la Alianza como un mero instrumento electoral sin capacidad de conducción política efectiva. El expresidente Menen, reclama la dolarización del sistema.

Ante la crisis, De la Rúa convoca al autor del modelo de convertibilidad. El regreso de Cavallo profundiza las tensiones con la fracción del partido que responde a Alfonsín y recrudece el discurso opositor liderado por Eduardo Duhalde. Se inicia así un principio de convergencia que se intensifica en los meses siguientes. Federico Storani, un hombre ligado al alfonsinismo, resume el distanciamiento: “El partido no puede seguir dándole un cheque en blanco al Gobierno” (Clarín, octubre de 2001).

Cavallo comprende la necesidad de recomponer el vínculo con los grupos económicos locales. Por ello, flexibiliza la convertibilidad mediante una canasta de monedas, crea incentivos para exportadores, negocia apoyos con sectores industriales, refuerza el blindaje financiero con fondos del FMI, Banco Mundial, BID y España, y realiza un megacanje de deuda por 30.000 millones de dólares para evitar el default. Sin embargo, estas medidas apuntan a sostener el régimen de convertibilidad, no a reformarlo. Según Zícari (2018), "Su retorno al Ministerio de Economía respondió a una lógica de preservación simbólica e institucional del modelo, más que a una racionalidad económica”.

El megacanje y el blindaje implican mayor endeudamiento y condiciones de ajuste extremo. Las medidas de competitividad resultan insuficientes frente a la lógica de austeridad, la pérdida de competitividad del sistema productivo y la caída de expectativas. La economía no se recupera, se acentúa la fuga de capitales y el ministro implementa el “corralito” bancario para evitar el colapso financiero. Esta acción provoca la rebelión de la clase media y deja al Gobierno completamente aislado. En diciembre, el FMI retira su apoyo, lo que precipita el colapso.

Zícari interpreta este desenlace como el fracaso de una tecnocracia que ignora el agotamiento social, profundiza la exclusión y erosiona la legitimidad democrática. La consigna “que se vayan todos” expresa la indignación de una sociedad que ya no tolera el modelo y reniega de sus dirigentes. Marcos Novaro (2010) lo sintetiza desde la Ciencia Política.

*Eduardo Dalmasso - Dr. en Ciencia Política.

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