Construcción Regional (4)
El artículo que presento a continuación "La herencia de Hugo Chávez" se encuentra inmerso en la sección “Construcción regional”. Un análisis que llevo adelante para comprender cuáles son las realidades de América Latina. Cada artículo tiene como mensaje la unidad en la región, situación deseable para conseguir el mejor futuro del pueblo latinoamericano. Reflexionar sobre cada país, la diversidad presente en cada uno de ellos, pretende el fortalecimiento de los lazos.
Este escrito refiere puntualmente al caso de Venezuela. La realidad en la que viven da cuenta de lo difícil que es continuar en la misma senda luego de la desaparición física del líder. La relación que se establece entre éste y el pueblo es indelegable. Por lo tanto, a posteriori, el desafío es mucho mayor. No saber cómo resolver esta situación es lo que muestra la realidad venezolana hoy.
Ojalá el artículo sea útil para seguir debatiendo sobre el destino de nuestro continente.
La herencia de Hugo Chávez
Antes que falleciera Hugo Chávez preveíamos las dificultades de la hermana República de Venezuela. Concretamente dije: “La República de Venezuela está viviendo una hora muy difícil. Pase lo que pase con la salud del Presidente Hugo Chávez, la situación institucional difícilmente se desenvuelva en los mismos términos que antes de su partida a Cuba”.[1]
Efectivamente, el gobierno que le sucede, presidido por Maduro, no pudo ni supo encontrar las raíces de connivencia democrática necesarias. Mejor dicho, las bases imprescindibles cuando se carece de la poderosa figura del líder reconocido por su pueblo. “Un líder popular no es solamente un desarrollo institucional. Es mucho más que eso. Es una forma o un modelo de relación que se nutre en términos dialécticos de la masa del pueblo, que siente que más allá de sus errores, ese líder los representa de manera genuina”.[2]
Lo anterior no es una mera frase. Si las condiciones de liderazgo no están presentes, la única posibilidad de seguir desarrollando un programa de transformación es a través del juego democrático, dado que el mismo implica un proceso de negociación permanente. La alternativa a esta interpretación es la vigencia de un gobierno de fuerza que podrá mantenerse según las siguientes posibilidades:
· El uso de excedentes importantes de la renta petrolera, que permita los niveles de arbitrariedad al que se somete a gran parte de la sociedad, como consecuencia de la aquiescencia de los sectores favorecidos.
· La imposición de un régimen político, sin sustento alguno de las reglas democráticas; esta segunda posibilidad, valga la paradoja, rompería con el propio discurso bolivariano al cuál Chavez le otorgaba un rango fundacional.
La realidad pareciera ser, al margen de las simpatías ideológicas, que la situación de Venezuela en lo institucional y económico es de un profundo quiebre; y, de ello, perspectivas sociales y políticas muy difíciles para el conjunto de la sociedad.
Desde mi mirada, las profundas divisiones acumuladas entre los distintos sectores de la sociedad venezolana es una llaga que será muy difícil de cerrar. Por mucho tiempo, estas divisiones seguirán existiendo y, cualquiera sea el gobierno que siga, se debería elaborar primero un plan estratégico y luego ponerlo en marcha. No hay duda que requerirá sacrificios difíciles de equilibrar dentro del conjunto del pueblo.
Es decir, el peor de los mundos, excepto que el excedente de la renta petrolera volviera a reconstituirse permitiendo por ello un proceso menos arduo. Ganancias que han permitido por décadas la existencia de sectores parasitarios y, de hecho, han socavado la cultura productiva de la sociedad. Los esfuerzos del Presidente Chávez al respecto, sólo han servido para demostrar las serias dificultades para transformar realidades políticas de carácter clientelar a otras de carácter emprendedor y con valores centrados en la eficiencia y en el respeto por las reglas de juego. En todo caso, esa posibilidad, no pareciera ser de corto plazo, salvo la capacidad y voluntad de tomar y asumir medidas de corte stalinistas.
En suma, la salida de la profunda crisis que vive Venezuela, salvo razones fortuitas, será larga y dependerá de la posibilidad de nuevos estilos de liderazgo e inteligentes acuerdos políticos, si lo que se pretende es la vigencia del sistema democrático. Obvio que lo anterior significa el contemplar resultados inciertos.
Chantal Mouffe[3] nos dice que la democracia es un escenario de conflicto, de negociaciones y de resultados según las relaciones de fuerza. Para esta autora y el que suscribe, la democracia no se basa en el consenso, salvo en situaciones extremas como podría exigir hoy -valga la paradoja- la propia realidad venezolana. Acertadamente, en sus escritos juega permanentemente en lo que podríamos llamar el juego dialéctico entre libertad e igualdad.[4] El problema es que la igualdad, como está comprobado históricamente, no es un hecho de magia. Más bien es el resultado posible de procesos institucionales y financieros que contribuyan a un crecimiento sustentable, al reconocimiento de derechos y a la redistribución de ingresos necesarios para apuntalar estructuralmente no sólo vidas dignas, sino también, y esto es un concepto fundamental, la igualdad de oportunidades. De lo contrario, estaríamos hablando de una ayuda social ampliada, algo meramente caritativo.
Es obvio que en Venezuela ese proceso es incipiente, y prácticamente tronchado por las restricciones económicas que han surgido como consecuencia de políticas de gasto mal montadas en el excedente petrolero. Algo así, como todo o nada.
Diferencias centrales
Una de las diferencias fundamentales entre el pensamiento de raíces marxistas y de los que suelen sostener regímenes de carácter popular, centrados en la figura de un líder transformador y carismático, es que en el primero la justicia posible que implica la desaparición de la propiedad privada, sólo es factible si el sistema colectivista es capaz de alcanzar niveles de productividad superiores al sistema capitalista. Basta investigar los discursos del premier de la URSS, Nikita Kruschev[5]en las NNUU[6] sobre este tópico, para apreciar su significado. Por otra parte, el grupo de intelectuales bolcheviques que encabezaron la revolución triunfante contra el Zar, hablaban permanentemente en términos de productividad. Incluso llegaron a plantear lo que llamaron la “Nueva Política Económica” para el período de transición en términos capitalistas. El hecho que concluyera en un gobierno dictatorial, responsable de los juicios y asesinatos de sus propios camaradas por Stalin, no invalida lo central del pensamiento marxista al respecto. Además, muestra los costos humanos de estos procesos dogmáticos de transición a marchas forzadas.
En la concepción populista, al menos la predominante en Latinoamérica, se plantea la igualdad como resultado del ejercicio del poder y la movilización de sectores del pueblo, consustanciados con el discurso del líder, sin que esto implique el abandono de la propiedad privada. Se incrementa el rol del Estado, pero los incentivos hacia el consumo y los erróneos destinos del gasto no sólo se mantienen incólumes, sino que se acrecientan en aquellos que, por su ubicación dentro de los estratos políticos o por su relación con estos, pueden usufructuar con los beneficios de los fondos del Estado.
Por otra parte, se conciben los sistemas de equiparación social como un sistema de aportes a los sectores que pudieren estar más necesitados, sin las contraprestaciones necesarias para mantener la cultura de la dignidad del trabajo. Quizás, y esto es una mera hipótesis, la influencia de la Iglesia pese en la concepción fuertemente idealista de los líderes populistas.
Es interesante observar que las referencias muy comunes a la doctrina peronista y al rol de su líder, General Domingo Perón, no suelen rescatar de sus discursos el valor que éste le daba a la productividad del sistema económico y el significado del trabajo digno. Claro está que las políticas peronistas intentan y lo logran en gran parte, instalar un sistema más justo, pero sobre una realidad industrial montada al calor de la oligarquía y de carácter prácticamente único en América Latina.
Lo anterior sirve para expresar que el proceso de igualdad esencialmente democrática no es un proceso mágico, como lo decíamos previamente. Sino que es el probable resultado de las políticas de acumulación de capital con fuerte proyección social y de futuro, concebidos dentro de un plan estratégico viable. En suma, negociaciones políticas apuntaladas por decisiones económicas coherentes con un proceso de redistribución sostenible en el tiempo. A partir del principio de autonomía respecto a los capitales financieros internacionales, la tasa de ahorro e inversión se torna aún más importante que en la propia economía de mercado. La intención es explicar, al menos en parte, lo que sucede hoy como resultado de las políticas post chavistas, pero también generadas en el origen de la revolución bolivariana.
Reconocimientos necesarios
Sin embargo, seríamos injustos si no reconociéramos que el análisis institucional de la realidad venezolana no puede ignorar que la relación única de líder y su pueblo, se establece y nutre como consecuencia de años de despilfarro de la renta petrolera en favor de sectores minoritarios, de la política, del comercio, las finanzas y los servicios. Esta política nefasta escondía una rosca política de barniz democrático, en detrimento de las necesidades de las grandes mayorías. En verdad, un pueblo abandonado a su suerte.
De esa situación nació y se desarrolló el liderazgo de Chávez, quien se consolidó como líder por reivindicar los derechos del pueblo olvidado, y promoverles su identidad al lograr que hagan propio un discurso político de profundas raíces históricas. Esto fue lo que justamente permitió dar el marco ideológico adecuado a una relación casi de carácter visceral. Es evidente que los pueblos son agradecidos con quienes no sólo lo interpretan como artífices de sus reivindicaciones sino también, y no menos importante, son capaces de devolverles un sentido de pertenencia y poder para transformarlos en protagonistas de la gesta que se les propone.
Problema central
El problema central de los que fincan su fuerza ideológica en el concepto de libertad y de derechos humanos, es que se les escapa totalmente la antítesis de la importancia de la dignidad de los pueblos, al presuponer similares condiciones de vida y de cultura. De ello que la autora citada, Chantal Mouffe, habla de la política agonal como expresión que reconoce a los seres humanos, según lo que ella entiende, como “imperfectos”, con serias debilidades éticas y de coherencia. Por lo tanto, señala que la interpretación de la condición humana como expresión de un sentido ético trascendente es un concepto vacío. Esto es interpretar la política desde lo que considera la realidad de la condición humana. Por eso también su descalificación del pensamiento de autores como Habermas o Rawls, precursores, según estima, de una concepción idealista.
No obstante, en mi caso, las posturas sobre el sentido de los valores, como justicia e igualdad de oportunidades que preconiza Rawls[7], se tornan fundamentales si queremos hablar de la constitución de una sociedad cuyos miembros manifiestan sentido de pertenencia. Sin embargo, si aceptamos la diversidad y el conflicto como propia de cualquier realidad social, sostengo que los valores comunes adquieren un significado fundamental en el pacto constitucional que rija esa sociedad.
Decía que los riesgos del personalismo estriban en que, al debilitar las autoridades institucionales, la mayor parte de las decisiones quedan libradas al buen juicio del líder. Estos personajes, siguiendo el razonamiento de Chantal o del propio Lacan, son individuos que tienen su propio relato existencial, sus propios modelos mentales y, por lo tanto, su interpretación de la realidad está sujeta a sus experiencias y los valores que ha asumido. La realidad es que cuando estos individuos asumen el poder, salvo un fuerte autocontrol, empiezan a jugar sus egos y de ello sus interpretaciones de la realidad y de la lealtad. La paradoja es que, atendiendo la imperfección humana, los que pueden aparecer como los más leales, pudieran ser los más corruptos y oportunistas. Indudablemente lo facilita la falta de transparencia de las instituciones y el sentido de defensa a ultranza de los favorecidos por el sistema, más allá de la transgresión de los valores básicos de una comunidad.
En la medida que se debilitan las instituciones, todo queda sujeto al sistema de identidad política basada en principios dogmáticos, toda imputación es tomada como traición al proyecto que encarna el líder. Las posibilidades de perder el rumbo crecen en esas circunstancias exponencialmente, ya que los verdaderamente leales pero capaces de sostener un pensamiento crítico, son acusados de traidores por los compañeros de ruta que temen perder el favor del líder o sus circunstanciales canonjías.
Como escribía en el 2011: “Lo institucional pierde fortaleza porque todo gira alrededor de ese líder capaz, con su sola presencia, de rescatar el agradecimiento de ese pueblo olvidado”.[8]Dentro de esas circunstancias, de genuinos reconocimientos de los derechos de los desplazados del sistema, se puede expresar que de nada valdrían, al menos por un buen período de tiempo, las inteligentes reflexiones que se pudieran efectuar sobre las nuevas características del despilfarro y el agotamiento del modelo adoptado. ¿Por qué? Porque para ese pueblo sufriente, en este caso hablamos de Venezuela en concreto, no ha existido otro en su historia que se haya jugado en los términos que lo hizo el gobierno chavista.
Es una realidad incontrastable. También lo parecía la imposibilidad de trasladar a terceros esa íntima relación. De allí derivaban mis reflexiones sobre los niveles crecientes de incertidumbre respecto al futuro de Venezuela. Además, sobre lo que esto pudiera significar para la autonomía latinoamericana.
Los sucesores de Chávez, sin su capacidad de interpretar los límites del modelo proyectado y su visión del mediano y largo plazo, llevaron al proceso chavista a su total agotamiento. Sin liderazgos, sin discursos apropiados y sin pensamientos y acciones de carácter estratégico, el gobierno se instituye como un modelo burocrático apegado a los privilegios, por considerarse depositario del poder del pueblo. Esto sucede dentro de un marco de cierta normalidad institucional, hasta que la realidad estalla. En este caso detonó con el resultado de las últimas elecciones. El gobierno dejó de ser el elegido del pueblo. Comenzó otra historia.
El chavismo en América Latina
Hablaba años atrás que, más allá de que uno no compartiera la concepción sobre la democracia del que fuera presidente venezolano, es innegable que fue un fuerte inspirador de las políticas crecientemente autónomas de nuestros países respecto a los polos tradicionales del poder. Sin duda, Chávez contribuyó activamente, con su discurso y su acción, a crear condiciones de unidad más promisorias para nuestros pueblos.
La crisis de los gobiernos populares lamentablemente debilita el proyecto de unidad latinoamericana. Los que no tienen en claro el valor de ese discurso para el desarrollo de nuestros países, por siglos sojuzgados y divididos en beneficio del imperio, ya sea por mentalidad colonialista o por antagonismos extremos, trabajarán indudablemente para debilitar un frente prácticamente inédito de la historia de la región.
Triste situación. En gran parte, a mi juicio, ocasionada por el infantilismo de dirigentes populares que conducen sus países a crisis terminales. No creo, por el comportamiento de los excedentes producidos de los commodities, que el imperialismo haya tenido fuerza efectiva para ocasionar el colapso previsible.
Es importante que el proceso de la unidad latinoamericana (tan ansiado por líderes reformistas e intelectuales como Ingenieros[9], Taborda[10], Roca[11] y Ugarte[12]), toma forma a partir de las nuevas realidades del concierto mundial: la creciente crisis internacional y el desarrollo inédito de países emergentes con un poder de autonomía relativo en lo económico, tecnológico y educativo. Esto representa una nueva posibilidad de poder, mientras la potencia dominante no logra salir de una maraña de intereses y de políticas que debilitan su presencia en el mundo. No es que su poder disminuya, sino que afronta una crisis de su sistema de desarrollo que le llevará años resolver.
Los gobiernos populares de Brasil y Argentina se acoplaron y acompañaron la visión chavista sobre la importancia de la unidad regional. Pero hoy ambos se encuentran en períodos de revisión de las políticas trazadas al calor de sus representantes e inmersos en serias situaciones de dificultades económicas.
No hay duda que la visión geoestratégica de Chávez posibilitó, en su momento, pedir la integración de su país al Mercosur, buscando fortalecer en gran medida las posibilidades de independencia de nuestra América. No identificar esta claridad del mandatario venezolano sería desconocer las bases reales de una independencia efectiva de América Latina. No obstante, las debilidades de concepción y de ejecución de las políticas públicas dejan a América Latina con nuevos interrogantes. Decía que toda esta búsqueda no sería suficiente “si las políticas domésticas efectivas de cada una de nuestras repúblicas no se adecuan a las exigencias de una libertad mancomunada”.[13] Las contradicciones fueron permanentes, aun en el caso de los socios principales del Mercosur.
Por cierto, un proceso de integración implica un largo y sinuoso camino. De tal forma que su recorrido es imposible sin una fuerte voluntad política y una capacidad creciente de consensuar políticas.
Consideraciones finales
En conclusión, los procesos de cambio difícilmente puedan ser impuestos por la fuerza. Los sentimientos, creencias y la propia experiencia de la sociedad son como fuerte raíces que definen su cultura y, de hecho, sus contradicciones y antagonismos.
Los gobiernos que se proponen rescatar la dignidad de sus pueblos tienen que lograr equilibrar las reivindicaciones, con el respaldo de un sólido proceso económico y el rescate o redefinición consensuada de valores comunes por sobre los antagonismos. Porque sin la habitual identificación en un proyecto común, cualquier sociedad se destroza por lo mismo que expone claramente Chantal Mouffe. Quizás, el ejemplo más aleccionador al respecto, sea el tremendo ejemplo de Mandela tras el apartheid[14]. Caso que no ha sido bien ponderado por los líderes de nuestras experiencias populares. Vale la pena recordar que esto tampoco es suficiente para crear un modelo diferente de sociedad si no se logra rescatar o crear las condiciones de productividad necesaria del sistema. Cuba sería un caso apropiado para considerar.
Los dos países que quedan en el contexto de América Latina, gobernados por líderes populares, Bolivia y Ecuador, han mostrado un profundo respeto por el valor de las condiciones económicas como sustento de sus proyectos. Más allá del personalismo, ambos han estado acotados por la propia autonomía de los pueblos originarios que representan, más que por las propias cámaras de representantes. Dentro de esa realidad aparece más clara la intención política de integrar al conjunto social a partir de valores comunes. En el caso de Evo, en los próximos años, sin él en el poder, se podrá realmente vislumbrar la importancia y sustentabilidad de los cambios efectuados.
Libertad e igualdad son dos polos que convergen y se nutren en el desarrollo de sociedades más justas. Una tensión permanente entre ellas no sólo es inherente a la democracia sino que la ausencia de uno de éstos dos polos de conjunción dialéctica, implica su inexistencia. Sin embargo, ese juego dialectico no debería desconocer que la conformación de una sociedad en paz y dispuesta al progreso, se basa en determinados valores de convivencia como su piedra basal.
[1]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[2]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[3] Filósofa y politóloga belga.
[4] Desarrollado en La paradoja democrática. Gedisa. Barcelona. 2000.
[5]Primer Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, entre 1953 y 1964.
[6] Naciones Unidas.
[7] Filósofo estadounidense.
[8]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[9] Médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico, sociólogo, filósofo, masón, teósofo, escritor y docente ítaloargentino
[10] Periodista y político radical argentino.
[11] Abogado, dirigente universitario reformista, periodista.
[12]Escritor, diplomático y político argentino.
[13]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[14] Sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia.
Este escrito refiere puntualmente al caso de Venezuela. La realidad en la que viven da cuenta de lo difícil que es continuar en la misma senda luego de la desaparición física del líder. La relación que se establece entre éste y el pueblo es indelegable. Por lo tanto, a posteriori, el desafío es mucho mayor. No saber cómo resolver esta situación es lo que muestra la realidad venezolana hoy.
Ojalá el artículo sea útil para seguir debatiendo sobre el destino de nuestro continente.
La herencia de Hugo Chávez
Antes que falleciera Hugo Chávez preveíamos las dificultades de la hermana República de Venezuela. Concretamente dije: “La República de Venezuela está viviendo una hora muy difícil. Pase lo que pase con la salud del Presidente Hugo Chávez, la situación institucional difícilmente se desenvuelva en los mismos términos que antes de su partida a Cuba”.[1]
Efectivamente, el gobierno que le sucede, presidido por Maduro, no pudo ni supo encontrar las raíces de connivencia democrática necesarias. Mejor dicho, las bases imprescindibles cuando se carece de la poderosa figura del líder reconocido por su pueblo. “Un líder popular no es solamente un desarrollo institucional. Es mucho más que eso. Es una forma o un modelo de relación que se nutre en términos dialécticos de la masa del pueblo, que siente que más allá de sus errores, ese líder los representa de manera genuina”.[2]
Lo anterior no es una mera frase. Si las condiciones de liderazgo no están presentes, la única posibilidad de seguir desarrollando un programa de transformación es a través del juego democrático, dado que el mismo implica un proceso de negociación permanente. La alternativa a esta interpretación es la vigencia de un gobierno de fuerza que podrá mantenerse según las siguientes posibilidades:
· El uso de excedentes importantes de la renta petrolera, que permita los niveles de arbitrariedad al que se somete a gran parte de la sociedad, como consecuencia de la aquiescencia de los sectores favorecidos.
· La imposición de un régimen político, sin sustento alguno de las reglas democráticas; esta segunda posibilidad, valga la paradoja, rompería con el propio discurso bolivariano al cuál Chavez le otorgaba un rango fundacional.
La realidad pareciera ser, al margen de las simpatías ideológicas, que la situación de Venezuela en lo institucional y económico es de un profundo quiebre; y, de ello, perspectivas sociales y políticas muy difíciles para el conjunto de la sociedad.
Desde mi mirada, las profundas divisiones acumuladas entre los distintos sectores de la sociedad venezolana es una llaga que será muy difícil de cerrar. Por mucho tiempo, estas divisiones seguirán existiendo y, cualquiera sea el gobierno que siga, se debería elaborar primero un plan estratégico y luego ponerlo en marcha. No hay duda que requerirá sacrificios difíciles de equilibrar dentro del conjunto del pueblo.
Es decir, el peor de los mundos, excepto que el excedente de la renta petrolera volviera a reconstituirse permitiendo por ello un proceso menos arduo. Ganancias que han permitido por décadas la existencia de sectores parasitarios y, de hecho, han socavado la cultura productiva de la sociedad. Los esfuerzos del Presidente Chávez al respecto, sólo han servido para demostrar las serias dificultades para transformar realidades políticas de carácter clientelar a otras de carácter emprendedor y con valores centrados en la eficiencia y en el respeto por las reglas de juego. En todo caso, esa posibilidad, no pareciera ser de corto plazo, salvo la capacidad y voluntad de tomar y asumir medidas de corte stalinistas.
En suma, la salida de la profunda crisis que vive Venezuela, salvo razones fortuitas, será larga y dependerá de la posibilidad de nuevos estilos de liderazgo e inteligentes acuerdos políticos, si lo que se pretende es la vigencia del sistema democrático. Obvio que lo anterior significa el contemplar resultados inciertos.
Chantal Mouffe[3] nos dice que la democracia es un escenario de conflicto, de negociaciones y de resultados según las relaciones de fuerza. Para esta autora y el que suscribe, la democracia no se basa en el consenso, salvo en situaciones extremas como podría exigir hoy -valga la paradoja- la propia realidad venezolana. Acertadamente, en sus escritos juega permanentemente en lo que podríamos llamar el juego dialéctico entre libertad e igualdad.[4] El problema es que la igualdad, como está comprobado históricamente, no es un hecho de magia. Más bien es el resultado posible de procesos institucionales y financieros que contribuyan a un crecimiento sustentable, al reconocimiento de derechos y a la redistribución de ingresos necesarios para apuntalar estructuralmente no sólo vidas dignas, sino también, y esto es un concepto fundamental, la igualdad de oportunidades. De lo contrario, estaríamos hablando de una ayuda social ampliada, algo meramente caritativo.
Es obvio que en Venezuela ese proceso es incipiente, y prácticamente tronchado por las restricciones económicas que han surgido como consecuencia de políticas de gasto mal montadas en el excedente petrolero. Algo así, como todo o nada.
Diferencias centrales
Una de las diferencias fundamentales entre el pensamiento de raíces marxistas y de los que suelen sostener regímenes de carácter popular, centrados en la figura de un líder transformador y carismático, es que en el primero la justicia posible que implica la desaparición de la propiedad privada, sólo es factible si el sistema colectivista es capaz de alcanzar niveles de productividad superiores al sistema capitalista. Basta investigar los discursos del premier de la URSS, Nikita Kruschev[5]en las NNUU[6] sobre este tópico, para apreciar su significado. Por otra parte, el grupo de intelectuales bolcheviques que encabezaron la revolución triunfante contra el Zar, hablaban permanentemente en términos de productividad. Incluso llegaron a plantear lo que llamaron la “Nueva Política Económica” para el período de transición en términos capitalistas. El hecho que concluyera en un gobierno dictatorial, responsable de los juicios y asesinatos de sus propios camaradas por Stalin, no invalida lo central del pensamiento marxista al respecto. Además, muestra los costos humanos de estos procesos dogmáticos de transición a marchas forzadas.
En la concepción populista, al menos la predominante en Latinoamérica, se plantea la igualdad como resultado del ejercicio del poder y la movilización de sectores del pueblo, consustanciados con el discurso del líder, sin que esto implique el abandono de la propiedad privada. Se incrementa el rol del Estado, pero los incentivos hacia el consumo y los erróneos destinos del gasto no sólo se mantienen incólumes, sino que se acrecientan en aquellos que, por su ubicación dentro de los estratos políticos o por su relación con estos, pueden usufructuar con los beneficios de los fondos del Estado.
Por otra parte, se conciben los sistemas de equiparación social como un sistema de aportes a los sectores que pudieren estar más necesitados, sin las contraprestaciones necesarias para mantener la cultura de la dignidad del trabajo. Quizás, y esto es una mera hipótesis, la influencia de la Iglesia pese en la concepción fuertemente idealista de los líderes populistas.
Es interesante observar que las referencias muy comunes a la doctrina peronista y al rol de su líder, General Domingo Perón, no suelen rescatar de sus discursos el valor que éste le daba a la productividad del sistema económico y el significado del trabajo digno. Claro está que las políticas peronistas intentan y lo logran en gran parte, instalar un sistema más justo, pero sobre una realidad industrial montada al calor de la oligarquía y de carácter prácticamente único en América Latina.
Lo anterior sirve para expresar que el proceso de igualdad esencialmente democrática no es un proceso mágico, como lo decíamos previamente. Sino que es el probable resultado de las políticas de acumulación de capital con fuerte proyección social y de futuro, concebidos dentro de un plan estratégico viable. En suma, negociaciones políticas apuntaladas por decisiones económicas coherentes con un proceso de redistribución sostenible en el tiempo. A partir del principio de autonomía respecto a los capitales financieros internacionales, la tasa de ahorro e inversión se torna aún más importante que en la propia economía de mercado. La intención es explicar, al menos en parte, lo que sucede hoy como resultado de las políticas post chavistas, pero también generadas en el origen de la revolución bolivariana.
Reconocimientos necesarios
Sin embargo, seríamos injustos si no reconociéramos que el análisis institucional de la realidad venezolana no puede ignorar que la relación única de líder y su pueblo, se establece y nutre como consecuencia de años de despilfarro de la renta petrolera en favor de sectores minoritarios, de la política, del comercio, las finanzas y los servicios. Esta política nefasta escondía una rosca política de barniz democrático, en detrimento de las necesidades de las grandes mayorías. En verdad, un pueblo abandonado a su suerte.
De esa situación nació y se desarrolló el liderazgo de Chávez, quien se consolidó como líder por reivindicar los derechos del pueblo olvidado, y promoverles su identidad al lograr que hagan propio un discurso político de profundas raíces históricas. Esto fue lo que justamente permitió dar el marco ideológico adecuado a una relación casi de carácter visceral. Es evidente que los pueblos son agradecidos con quienes no sólo lo interpretan como artífices de sus reivindicaciones sino también, y no menos importante, son capaces de devolverles un sentido de pertenencia y poder para transformarlos en protagonistas de la gesta que se les propone.
Problema central
El problema central de los que fincan su fuerza ideológica en el concepto de libertad y de derechos humanos, es que se les escapa totalmente la antítesis de la importancia de la dignidad de los pueblos, al presuponer similares condiciones de vida y de cultura. De ello que la autora citada, Chantal Mouffe, habla de la política agonal como expresión que reconoce a los seres humanos, según lo que ella entiende, como “imperfectos”, con serias debilidades éticas y de coherencia. Por lo tanto, señala que la interpretación de la condición humana como expresión de un sentido ético trascendente es un concepto vacío. Esto es interpretar la política desde lo que considera la realidad de la condición humana. Por eso también su descalificación del pensamiento de autores como Habermas o Rawls, precursores, según estima, de una concepción idealista.
No obstante, en mi caso, las posturas sobre el sentido de los valores, como justicia e igualdad de oportunidades que preconiza Rawls[7], se tornan fundamentales si queremos hablar de la constitución de una sociedad cuyos miembros manifiestan sentido de pertenencia. Sin embargo, si aceptamos la diversidad y el conflicto como propia de cualquier realidad social, sostengo que los valores comunes adquieren un significado fundamental en el pacto constitucional que rija esa sociedad.
Decía que los riesgos del personalismo estriban en que, al debilitar las autoridades institucionales, la mayor parte de las decisiones quedan libradas al buen juicio del líder. Estos personajes, siguiendo el razonamiento de Chantal o del propio Lacan, son individuos que tienen su propio relato existencial, sus propios modelos mentales y, por lo tanto, su interpretación de la realidad está sujeta a sus experiencias y los valores que ha asumido. La realidad es que cuando estos individuos asumen el poder, salvo un fuerte autocontrol, empiezan a jugar sus egos y de ello sus interpretaciones de la realidad y de la lealtad. La paradoja es que, atendiendo la imperfección humana, los que pueden aparecer como los más leales, pudieran ser los más corruptos y oportunistas. Indudablemente lo facilita la falta de transparencia de las instituciones y el sentido de defensa a ultranza de los favorecidos por el sistema, más allá de la transgresión de los valores básicos de una comunidad.
En la medida que se debilitan las instituciones, todo queda sujeto al sistema de identidad política basada en principios dogmáticos, toda imputación es tomada como traición al proyecto que encarna el líder. Las posibilidades de perder el rumbo crecen en esas circunstancias exponencialmente, ya que los verdaderamente leales pero capaces de sostener un pensamiento crítico, son acusados de traidores por los compañeros de ruta que temen perder el favor del líder o sus circunstanciales canonjías.
Como escribía en el 2011: “Lo institucional pierde fortaleza porque todo gira alrededor de ese líder capaz, con su sola presencia, de rescatar el agradecimiento de ese pueblo olvidado”.[8]Dentro de esas circunstancias, de genuinos reconocimientos de los derechos de los desplazados del sistema, se puede expresar que de nada valdrían, al menos por un buen período de tiempo, las inteligentes reflexiones que se pudieran efectuar sobre las nuevas características del despilfarro y el agotamiento del modelo adoptado. ¿Por qué? Porque para ese pueblo sufriente, en este caso hablamos de Venezuela en concreto, no ha existido otro en su historia que se haya jugado en los términos que lo hizo el gobierno chavista.
Es una realidad incontrastable. También lo parecía la imposibilidad de trasladar a terceros esa íntima relación. De allí derivaban mis reflexiones sobre los niveles crecientes de incertidumbre respecto al futuro de Venezuela. Además, sobre lo que esto pudiera significar para la autonomía latinoamericana.
Los sucesores de Chávez, sin su capacidad de interpretar los límites del modelo proyectado y su visión del mediano y largo plazo, llevaron al proceso chavista a su total agotamiento. Sin liderazgos, sin discursos apropiados y sin pensamientos y acciones de carácter estratégico, el gobierno se instituye como un modelo burocrático apegado a los privilegios, por considerarse depositario del poder del pueblo. Esto sucede dentro de un marco de cierta normalidad institucional, hasta que la realidad estalla. En este caso detonó con el resultado de las últimas elecciones. El gobierno dejó de ser el elegido del pueblo. Comenzó otra historia.
El chavismo en América Latina
Hablaba años atrás que, más allá de que uno no compartiera la concepción sobre la democracia del que fuera presidente venezolano, es innegable que fue un fuerte inspirador de las políticas crecientemente autónomas de nuestros países respecto a los polos tradicionales del poder. Sin duda, Chávez contribuyó activamente, con su discurso y su acción, a crear condiciones de unidad más promisorias para nuestros pueblos.
La crisis de los gobiernos populares lamentablemente debilita el proyecto de unidad latinoamericana. Los que no tienen en claro el valor de ese discurso para el desarrollo de nuestros países, por siglos sojuzgados y divididos en beneficio del imperio, ya sea por mentalidad colonialista o por antagonismos extremos, trabajarán indudablemente para debilitar un frente prácticamente inédito de la historia de la región.
Triste situación. En gran parte, a mi juicio, ocasionada por el infantilismo de dirigentes populares que conducen sus países a crisis terminales. No creo, por el comportamiento de los excedentes producidos de los commodities, que el imperialismo haya tenido fuerza efectiva para ocasionar el colapso previsible.
Es importante que el proceso de la unidad latinoamericana (tan ansiado por líderes reformistas e intelectuales como Ingenieros[9], Taborda[10], Roca[11] y Ugarte[12]), toma forma a partir de las nuevas realidades del concierto mundial: la creciente crisis internacional y el desarrollo inédito de países emergentes con un poder de autonomía relativo en lo económico, tecnológico y educativo. Esto representa una nueva posibilidad de poder, mientras la potencia dominante no logra salir de una maraña de intereses y de políticas que debilitan su presencia en el mundo. No es que su poder disminuya, sino que afronta una crisis de su sistema de desarrollo que le llevará años resolver.
Los gobiernos populares de Brasil y Argentina se acoplaron y acompañaron la visión chavista sobre la importancia de la unidad regional. Pero hoy ambos se encuentran en períodos de revisión de las políticas trazadas al calor de sus representantes e inmersos en serias situaciones de dificultades económicas.
No hay duda que la visión geoestratégica de Chávez posibilitó, en su momento, pedir la integración de su país al Mercosur, buscando fortalecer en gran medida las posibilidades de independencia de nuestra América. No identificar esta claridad del mandatario venezolano sería desconocer las bases reales de una independencia efectiva de América Latina. No obstante, las debilidades de concepción y de ejecución de las políticas públicas dejan a América Latina con nuevos interrogantes. Decía que toda esta búsqueda no sería suficiente “si las políticas domésticas efectivas de cada una de nuestras repúblicas no se adecuan a las exigencias de una libertad mancomunada”.[13] Las contradicciones fueron permanentes, aun en el caso de los socios principales del Mercosur.
Por cierto, un proceso de integración implica un largo y sinuoso camino. De tal forma que su recorrido es imposible sin una fuerte voluntad política y una capacidad creciente de consensuar políticas.
Consideraciones finales
En conclusión, los procesos de cambio difícilmente puedan ser impuestos por la fuerza. Los sentimientos, creencias y la propia experiencia de la sociedad son como fuerte raíces que definen su cultura y, de hecho, sus contradicciones y antagonismos.
Los gobiernos que se proponen rescatar la dignidad de sus pueblos tienen que lograr equilibrar las reivindicaciones, con el respaldo de un sólido proceso económico y el rescate o redefinición consensuada de valores comunes por sobre los antagonismos. Porque sin la habitual identificación en un proyecto común, cualquier sociedad se destroza por lo mismo que expone claramente Chantal Mouffe. Quizás, el ejemplo más aleccionador al respecto, sea el tremendo ejemplo de Mandela tras el apartheid[14]. Caso que no ha sido bien ponderado por los líderes de nuestras experiencias populares. Vale la pena recordar que esto tampoco es suficiente para crear un modelo diferente de sociedad si no se logra rescatar o crear las condiciones de productividad necesaria del sistema. Cuba sería un caso apropiado para considerar.
Los dos países que quedan en el contexto de América Latina, gobernados por líderes populares, Bolivia y Ecuador, han mostrado un profundo respeto por el valor de las condiciones económicas como sustento de sus proyectos. Más allá del personalismo, ambos han estado acotados por la propia autonomía de los pueblos originarios que representan, más que por las propias cámaras de representantes. Dentro de esa realidad aparece más clara la intención política de integrar al conjunto social a partir de valores comunes. En el caso de Evo, en los próximos años, sin él en el poder, se podrá realmente vislumbrar la importancia y sustentabilidad de los cambios efectuados.
Libertad e igualdad son dos polos que convergen y se nutren en el desarrollo de sociedades más justas. Una tensión permanente entre ellas no sólo es inherente a la democracia sino que la ausencia de uno de éstos dos polos de conjunción dialéctica, implica su inexistencia. Sin embargo, ese juego dialectico no debería desconocer que la conformación de una sociedad en paz y dispuesta al progreso, se basa en determinados valores de convivencia como su piedra basal.
[1]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[2]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[3] Filósofa y politóloga belga.
[4] Desarrollado en La paradoja democrática. Gedisa. Barcelona. 2000.
[5]Primer Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, entre 1953 y 1964.
[6] Naciones Unidas.
[7] Filósofo estadounidense.
[8]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[9] Médico, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico, sociólogo, filósofo, masón, teósofo, escritor y docente ítaloargentino
[10] Periodista y político radical argentino.
[11] Abogado, dirigente universitario reformista, periodista.
[12]Escritor, diplomático y político argentino.
[13]http://www.lavoz.com.ar/opinion/liderazgo-hugo-chavez
[14] Sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia.
Comentarios
Publicar un comentario