Teoría de la dependencia (2)
Esta sección, destinada al análisis de la Teoría de la Dependencia, concluye con el siguiente artículo. Luego del planteo teórico en el primero, aquí se puede apreciar mejor la aplicación de la misma a casos prácticos de nuestro país y también de América Latina.
Realizo en este artículo, una lectura teórica acerca de la complejidad que debe asumirse al conformar un modelo económico. No sólo por la complicación inmanente sino por el embrollo que implica elaborarlo en un mundo como el de hoy, con avances tan vertiginosos que es difícil estar a la par,
Espero que este escrito sirva, una vez más, para pensarnos como un país independiente económicamente.
Teoría de la dependencia sobre América Latina
Cuando uno realiza un análisis crítico de un desarrollo teórico que implica una visión de acontecimientos, estructuras sistémicas y predicciones (como se articula la Teoría de la Dependencia), no debe dejar de lado la reflexión de J. Schumpeter[1] sobre el significado de pronósticos sociales: “Lo que cuenta, en cualquier tentativa de pronóstico social, no es el sí o el no que resume los hechos y argumentos que conducen al mismo, sino esos hechos y argumentos, pues ellos contienen todo lo que es o no es científico en el resultado final”. Todo lo demás no es ciencia sino profecía”[2].
El análisis, ya sea económico o de otra clase, nunca proporciona más que una exposición sobre las tendencias actuales, dentro de un modelo que tendrá siempre definido explícita o implícitamente sus limitaciones. Es decir, dentro de determinadas condiciones podrían suceder determinadas situaciones o procesos, si los factores considerados para que sucediesen se mantienen estables. Lo aleatorio o el acontecimiento no entran dentro de los miramientos de determinados modelos. Uno, al considerar o estudiar un enfoque de las características de la Teoría de la Dependencia, no debería olvidar que la inevitabilidad o necesidad sólo es posible si se cumplieran todas las condiciones.
No obstante, conviene resaltar algunos aspectos de la teoría aquí analizada que considero importantes en el abordaje de la problemática estructural de la realidad latinoamericana:
ü Si el sistema interno de dominación está constituido por los dominados –dominantes de la dependencia, dentro de este juego de poder no siempre se utilizará todo el dominio posible. Los márgenes se ajustarán en función de la hegemonía operante al interior del modelo socio-económico. Esto nos lleva a la conclusión que el problema de la dependencia no puede ser separado, ni por la teoría ni por la acción política del problema interno de dominación.
ü La teoría, a través de sus diferentes expositores, desarrolla la diferencia entre el modelo primario de dependencia y el modelo que predomina cuando el interés se centra en el mercado interno. Sobre esta segunda forma, se establecen niveles o cuotas de dependencias según la incidencia por transferencias de ganancias, intereses, diferencias de facturación o regalías en concepto de royalties[3] por transferencias de tecnologías o uso de marcas.
ü En el caso de dominación por penetración de las compañías internacionales, su ámbito interno de repercusión es mucho mayor y tiende a asociar subordinadamente sectores nacionales que, gracias a ese carácter, mantienen una posición relativamente privilegiada y sin tanta exposición como en el caso de los enclaves de producción primaria.
ü De acuerdo a esta teoría, la inversión directa nace como una estrategia defensiva y a la vez ofensiva en términos de rendimientos a escalas crecientes. Lo primero, ante las dificultades con determinados estados nacionales y sus mercados, es seguir exportando productos terminados; además por la amenaza de otros competidores de apropiarse y cerrarlos a su favor. Lo segundo por la teoría de la renovación de productos y el consiguiente aprovechamiento de segundos mercados en productos que dejan de ser demandados o rentables en los mercados originarios. Siguiendo este razonamiento, las empresas multinacionales no pueden dejar de ofrecer productos intensivos en capital y en tecnologías renovadas y variadas constantemente y dirigidos a un público cada vez con mayor poder adquisitivo. Aquí se establecería la conexión fundamental entre el patrón de expansión de la empresa multinacional y el proceso de pauperización relativa de amplias capas de la población que quedan fuera del mínimo de productividad que va demandando el sistema.
ü Otro aspecto es la dependencia cultural, entendiéndola como la incapacidad de pensar originalmente la propia circunstancia. Como consecuencia, insertarse acríticamente dentro de un sistema altamente autodestructivo en términos de Estados – Nacionales, bloqueando toda posibilidad de formular lógicas diferentes al discurso único. Esto último no es compartido por Theotônio dos Santos.
El cuadro que muestra la Teoría de la Dependencia es riguroso y fuerte. Esto implica que un desarrollo analítico de la realidad, y un pronóstico referido a tendencias, sería muy pobre sin el aporte de su método. Sin embargo, a su formulación es incompleta y de características deterministas. Tal cual está planteada la teoría, tal como lo hemos realzado de sus expositores con fuerte sentido marxista de la historia en el primer artículo de la sección, la única alternativa se plantearía en términos de revolución social.
No obstante, el pensamiento neomarxista también rescata el valor de las particularidades y su significado ideológico. Sternberg[4], en su libro El Imperialismo, aborda la diferencia entre el campesinado ruso y el alemán:
La lucha para el caso ruso nos muestra una situación de clase en la que nada facilitaba la unión de los latifundistas con el frente de los trabajadores rurales y los campesinos. En consecuencia la acción revolucionaria pudo conseguir la adhesión de ese frente de lucha y sobre todo evitar el desarrollo de un frente contra revolucionario.
Observemos que para el caso del intento de imponer la resolución 125 por parte del Gobierno de Cristina Kichner, que regulaba las retenciones por exportación del campo argentino, se dio el caso parecido en lo que respecta a la unidad. Pero esta fue una unidad abiertamente rupturista con el intento del Gobierno, a favor -según su discurso- de las clases populares. Los intereses de los pequeños propietarios y de los grandes productores convergieron a un frente común, consolidando la ideología conservadora de estos sectores. La medida no sólo que no los dividió sino que trabajó por sus consecuencias beneficiando una mayor comunión que la preexistente.
El caso alemán referido por Sternberg nos marca en la búsqueda de particularidades que excedan el marco estructural, la diferencia de comportamientos de los pequeños propietarios respecto al latifundio en relación al ejemplo ruso. Alemania muestra, en aspectos decisivos, un cuadro diferente: No fue ni es posible hablar de una lucha del campesinado contra el dominio. La esperanza en la destrucción de la propiedad, por lo cual le correspondería una parte de la tierra, le parece al pequeño campesino absolutamente fantástico. La posibilidad de aumentar los aranceles en unión con el gran terrateniente e incrementar así el ingreso, haciendo ascender los precios de la tierra y elevar el poder del préstamo. Es por ello que, antes de la guerra, el conjunto del pequeño campesinado se hallaba en total dependencia ideológica con respecto al latifundio. Por consiguiente, la comunidad de intereses económicos actúa como un baluarte contra la penetración de ideas socialistas, actúa como un bastión incluso entre la población agrícola activa. Los intereses de ésta con la clase terrateniente son mínimos, a pesar que desde un punto de vista clasista pertenecen a las filas del proletariado
Sternberg resalta el hecho que “La superestructura ideológica de una clase resulta de la infraestructura económica, pero no siempre concuerda con ella. Puede adelantarse con respecto a esta o revelar una cierta lentitud”[5].
La propia América Latina nos da diversas muestras del concepto de imprevisibilidad:
El cuadro político y social tiene autonomía por sobre las estructuras. Lo ideológico tiene una íntima relación con los aspectos culturales de un pueblo, sus creencias y valores, su historia; además de los efectos en cascada que producen determinados acontecimientos, imprevisibles dentro del contexto previo al que sucede.
Eric Hobswbam hace referencia al significado e imprevisibilidad de la Revolución Boliviana de 1952, donde se unieron mineros y militares; o de la profunda reforma que intentaron realizar, y en parte lo lograron, los militares peruanos a fines de la década del sesenta y principios de los setenta. Si bien la situación internacional, y los límites reformistas de dichos modelos, teóricamente podrían ajustarse al marco teórico de la dependencia. En el mismo tenor de incertidumbre, la forma que adoptó la sucesión del régimen de Pinochet en su continuidad democrática. Qué decir del significado de que los dirigentes que acompañaron a Salvador Allende hayan aceptado sus reglas, más allá de las modificaciones que el propio sistema les fue permitiendo.
A mi parecer, la teoría de la dependencia se debilita cuando no le da su debido valor a los elementos culturales y no establece con rigor las particularidades nacionales y su significado respecto a la acción política. Por otra parte, de su esquema conceptual deriva prácticamente en una sola solución posible. Ésto aparece con un fuerte sentido de irreversibilidad y algunas ponencias aparecen como profecías, lo que da asidero a la reflexión de Schumpeter.
Dos aspectos a evaluar
La Teoría de la Dependencia hace un particular énfasis en que los procesos de integración económica, entre Estados dependientes, constituyen un objetivo de las empresas multinacionales; y que el proceso de industrialización, en los términos de tecnología correspondiente a la fase posterior a la segunda guerra mundial, sería adjudicado a países subdesarrollados que cumplieran al menos dos requisitos: Mano de obra esencialmente barata y cierta capacidad técnica derivada de un nivel educativo adecuado y con una infraestructura científica y tecnológica complementaria.
Mi visión es que los procesos de integración responden a la necesidad de resolver los tamaños de mercados relativos y la complementación tecnológica y científica a partir de la necesidad de defender espacios de producción y posibilidad de intercambio dentro de un orden internacional fragmentado al interior de las economías hegemónicas. Si bien las empresas multinacionales tratan de acondicionar a su conveniencia dichos procesos, la integración constituye una posibilidad cierta de un mayor poder de los estados dependientes en términos de poder político y económico. Además, el proceso de complementación (largo, arduo y complicado por las propias estructuras que se han ido configurando) permitiría escalas de producción adecuadas a la fase de globalización, al permitir una mayor productividad por mejor uso de los factores de producción.
El otro punto es que existen desarrollos relativos en el campo de la ciencia que convenientemente coordinados pueden permitir abrir o profundizar nuevos campos. Es el caso de la nanotecnología, la biotecnología, la energía atómica y el propio desarrollo de la estructura informática; por supuesto esto tiene diferencias de grados según el país que se trate. Por ej. es comprensible que Brasil enfoque el proceso de integración desde una perspectiva más amplia que Argentina. Pero a la vez, y quizás como consecuencia del fracaso reiterado de las políticas neoliberales y la búsqueda por un mayor grado de desarrollo y autonomía, esto permite alianzas específicas (se negocian dentro del campo de la educación, de la ciencia y tecnología y las propias relaciones comerciales con el exterior). Observemos que, dentro del campo de las fuerzas armadas, aparecen claros signos de cooperación. Incluso ante crisis del modelo de integración adoptado, o de cualquiera de los países miembros, existe una resistencia muy fuerte a renunciar a los avances logrados.
Todos estos acuerdos se desarrollan con tensiones y, en algunos casos, con claras ventajas para las compañías internacionales, por caso el sector automotriz. Pero en la medida que avanza el proceso se van creando nuevos lazos de intereses comunes y, por ese hecho, se van desplegando situaciones de asociación que afianzan el desarrollo de productos y tecnologías competitivas a nivel mundial. Dicho de otra manera, en la medida que estos métodos superen las instancias de intereses minoritarios, y se afiancen dentro de un modelo de intereses recíprocos, avanzarán hacia condiciones estructurales diferentes. Esta concepción no es nueva, es la que esgrimía el Gobierno de Perón durante la postguerra con la oposición del emergente imperio. Obstrucción que se sigue manifestando pero a través de otros instrumentos, dado que el problema actual no se refiere a la contienda este/oeste sino al dominio de los mercados, a partir de la presencia del coloso chino.
Para los países latinoamericanos, el rol de Inglaterra se ha redivivo con la presencia de China pero con la salvedad de que la experiencia industrial y social es diferente. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que durante el boom de la soja, las estructuras industriales retrocedieron ante el avance de los productos chinos, especialmente en Brasil. Se produjo con claro desmedro de la sustentabilidad social. Esto habla de la complejidad que significa avanzar en un proceso de desarrollo sustentable.
Desde mi punto de vista, y tal cual lo expone Theotonio Dos Santos en La dimensión Tecnológica de la Crisis Internacional (1985), asistimos a un quiebre en el modo de producción. Como suele ocurrir ante estas revoluciones tecnológicas, nacen sectores cuyo asentamiento se produce no sin un número de fracasos. En los 90’ la crisis de los punto com, los fracasos en grandes proyectos dentro del campo biotecnológico, los grandes fiascos de la industria automotriz a principios de siglo o en la propia industria de aviación y sus consecuencias en el campo del empleo, dentro de los propios los países dominantes.
Este proceso, inserto y originado en las formas que adoptó la denominada Guerra Fría, produjo en forma paralela ciertas posibilidades en países que utilizaron esta confrontación con inteligencia estratégica al alinearse con los EEUU. Un caso es la China nacionalista, Corea del Sur, Japón e incluso Brasil, en función de su alineamiento definido en la Segunda Guerra Mundial y en la década de los sesenta. Dentro de este marco, Europa Occidental recupera su potencialidad y en especial Alemania y los países nórdicos pero sin excluir ninguno de los grandes.
Lo anterior es importante porque esta evolución, paralela a un salto tecnológico casi sin precedentes, jaquea varias de las industrias de EE.UU. y el marco competitivo pasa a ser fluctuante (serios problemas de pobreza o empleo) en el seno de estos países. Esto permite que Estados con políticas estables y cierto poderío tecnológico y poblacional puedan, al menos grupos importantes de su población, aspirar a niveles de vida impensables décadas atrás. Caso de China e India.
Dentro de este marco, no me parece inapropiado desarrollar conceptos de industrias que, quizás siendo desplazadas de los países centrales, sean cooptados por países en desarrollo. Recordemos que toda estructura industrial nace para satisfacer las necesidades últimas de los consumidores. Por esto mi deducción es que para poder desarrollar tecnologías de última generación es indispensable contar con un parque industrial lo suficientemente desarrollado, que se transforme en el primer mercado demandante de las industrias denominadas de punta. En el caso de Argentina, ya lo ha demostrado, puede desarrollar tecnología nuclear, aeroespacial, actualmente biotecnología y materiales. Por supuesto, esto requiere de planes de mediano plazo y una visión de largo, para conformar una asociación eficaz en lo económico y en lo social del aparato del Estado y el mercado. Aprendizaje que estará ligado a la capacidad de la dirigencia política y económica en lograr que el ahorro se encauce a sectores productivos mientras la eficiencia del gasto social, se incrementa con especial énfasis en el proceso educativo acorde a los requerimientos del siglo 21. La crisis de la estructura política de Brasil y de sus niveles de competitividad es una muestra clara de los problemas culturales que atentan contra las posibilidades ciertas de desarrollo económico y social.[7] Sin embargo, aun con todos los defectos del proceso de integración instituido, la búsqueda de incrementar los lazos pareciera resistir. Además la indagación de nuevas formas, considerando los países del pacífico y el cambio de políticas de EE.UU. en relación con el mundo, fruto del crecimiento de sus contradicciones internas.
En mi concepto, la tecnología de punta, y las actividades a ellas asociadas, no corresponden a lo que suele llamarse la sociedad pos industrial sino a la etapa avanzada de la sociedad industrial. En definitiva, una cosa es que el grueso de la fuerza de trabajo se transfiera de la manufactura a los servicios, a partir de cierta etapa de desarrollo económico, y otra distinta es que el factor dinámico del crecimiento haya dejado de ser la industria. Los servicios de telecomunicaciones, la robótica, los semiconductores, las computadoras, las fibras ópticas, el rayo láser, la inteligencia artificial, son formas industriales extremadamente sofisticadas. Cuya importancia radica en la productividad que generan al interior de la estructura industrial y de los propios servicios en que pueden ser aplicados.
Las características del saber científico y la disponibilidad de capitales existentes resultan, en parte, como derivación de la etapa de transición del modo de producción y los consecuentes excedentes financieros. Así es que se plantea, a partir de reconocer las formas de dominación bien expuestas por la teoría de la dependencia, el desafío de construir el poder político suficiente para lidiar con dicha realidad. Esto será lo que permita proyectar un proceso de desarrollo, seguramente no lineal, pero sí interdependiente de la autonomía y crecimiento intelectual de la elite de los países dependientes. Al menos los que puedan recuperar o acumular masa crítica suficiente en el campo de la tecnología, la cultura del emprendimiento y los valores de justicia social. De esto la importancia de las alianzas estratégicas. Sobre estos puntos habría que profundizar la relación entre el marco teórico de la dependencia y el análisis del desarrollo.
A modo de cierre
Estamos ante un mundo de cambios tecnológicos y científicos alucinantes, también ante una situación de crisis de los modelos de crecimiento sostenidos al presente. La debacle financiera del 2008 mostró con claridad los límites del modelo del s. XXI, los desafíos y reiteró la propia naturaleza de la economía capitalista, siempre necesaria.
Este escrito sobre La Teoría de la Dependencia, constituye un marco analítico estructural que tuvo la intención de permitir visualizar, con la mayor claridad posible, los obstáculos a enfrentar en cualquier proyecto de autonomía. Nos permite evaluar para cada realidad el tipo de dominación y los efectos ideológicos posibles de cada uno de los sistemas. Sin embargo, su evaluación del significado de los cambios mundiales, si bien son descriptos en cuanto a sus efectos sobre el modo de producción, no presenta con claridad los efectos posibles al interior de los países dominantes ni de las posibilidades disponibles a partir de características del conocimiento científico actual.
El retroceso del nivel de autonomía ha sido ostensible en países de características como el de Argentina o Brasil, sin embargo con efectos disímiles. La economía de Brasil era un 15% mayor que Argentina en el año 1959 y hoy su estructura industrial, a pesar de la crisis comentada, es cuatro veces mayor[8]. No obstante, aparece por primera vez en Argentina una estructura capitalista en la producción agraria, uso de tecnologías incorporadas al acervo científico-tecnológico y un nivel de conciencia inédito respecto al significado de las políticas neoliberales experimentadas. Esto podría constituir al menos lo que se denomina “condición necesaria”.
El tema es que el uso de lo eventualmente disponible depende del nivel y coherencia de las clases representativas de los sectores del capital y de sus correspondientes clases medias. A partir de aquí se generarán los cambios necesarios en la práctica política, también seriamente agotada en sus formas y esencias. Un aspecto probable pero impredecible en términos de tiempo.
El fracaso del modelo socialista, instaurado a partir de la revolución de octubre, y la propia concepción justicialista como marco ideológico de la clase trabajadora, es posible y no sin tensiones y luchas, se pliegue al desarrollo de políticas que puedan redundar en trabajos dignos y mejor remunerados, dentro de una perspectiva de recuperación de su identidad y dignidad. En el caso argentino, la ideología justicialista, tan cara al movimiento obrero, deberá conectar la defensa de sus intereses con dos factores claves: Uno, los sectores fuera del mercado; el otro, la evolución de las tecnologías y la competitividad internacional. Son aspectos que hacen a la sustentabilidad de cualquier modelo. Esto será posible si el plan de desarrollo a adoptar converge en una promoción industrial, de servicios inclusivos y abiertamente democrático. Es decir, sin autoritarismos mesiánicos.
En las condiciones imperantes dentro del orden mundial, y la frustración ideológica mencionada a partir del problema nunca debatido lo suficiente respecto al ejercicio del poder, apreciamos que, si bien la revolución burguesa es difícil, aparece como más probable -al menos en países de extendida clase media y diversificación productiva- que una revolución que plantee la destrucción del Estado capitalista.
[1] Economista austro-estadounidense.
[2] Joseph Schumpeter. Imperialismo y Clases Sociales. Editorial Tecnos S.A. 1965.
[3] Regalía.
[4] Psicólogo estadounidense.
[5] Fritz Sternbrg. El Imperialismo. Siglo Veintiuno Editores. 1979.
[6] Eric Hobsbawm. Historia del siglo XX. Editorial Crítica. 1994.
[7] Oscar Camilión. Crecimiento Económico en Revista Argentina de Política Económica y Social. Desarrollo o Sociedad Dualista. Diciembre 1985.
[8] Oscar Camilión. Crecimiento Económico en Revista Argentina de Política Económica y Social. Desarrollo o Sociedad Dualista. Diciembre 1985.
Realizo en este artículo, una lectura teórica acerca de la complejidad que debe asumirse al conformar un modelo económico. No sólo por la complicación inmanente sino por el embrollo que implica elaborarlo en un mundo como el de hoy, con avances tan vertiginosos que es difícil estar a la par,
Espero que este escrito sirva, una vez más, para pensarnos como un país independiente económicamente.
Teoría de la dependencia sobre América Latina
Cuando uno realiza un análisis crítico de un desarrollo teórico que implica una visión de acontecimientos, estructuras sistémicas y predicciones (como se articula la Teoría de la Dependencia), no debe dejar de lado la reflexión de J. Schumpeter[1] sobre el significado de pronósticos sociales: “Lo que cuenta, en cualquier tentativa de pronóstico social, no es el sí o el no que resume los hechos y argumentos que conducen al mismo, sino esos hechos y argumentos, pues ellos contienen todo lo que es o no es científico en el resultado final”. Todo lo demás no es ciencia sino profecía”[2].
El análisis, ya sea económico o de otra clase, nunca proporciona más que una exposición sobre las tendencias actuales, dentro de un modelo que tendrá siempre definido explícita o implícitamente sus limitaciones. Es decir, dentro de determinadas condiciones podrían suceder determinadas situaciones o procesos, si los factores considerados para que sucediesen se mantienen estables. Lo aleatorio o el acontecimiento no entran dentro de los miramientos de determinados modelos. Uno, al considerar o estudiar un enfoque de las características de la Teoría de la Dependencia, no debería olvidar que la inevitabilidad o necesidad sólo es posible si se cumplieran todas las condiciones.
No obstante, conviene resaltar algunos aspectos de la teoría aquí analizada que considero importantes en el abordaje de la problemática estructural de la realidad latinoamericana:
ü Si el sistema interno de dominación está constituido por los dominados –dominantes de la dependencia, dentro de este juego de poder no siempre se utilizará todo el dominio posible. Los márgenes se ajustarán en función de la hegemonía operante al interior del modelo socio-económico. Esto nos lleva a la conclusión que el problema de la dependencia no puede ser separado, ni por la teoría ni por la acción política del problema interno de dominación.
ü La teoría, a través de sus diferentes expositores, desarrolla la diferencia entre el modelo primario de dependencia y el modelo que predomina cuando el interés se centra en el mercado interno. Sobre esta segunda forma, se establecen niveles o cuotas de dependencias según la incidencia por transferencias de ganancias, intereses, diferencias de facturación o regalías en concepto de royalties[3] por transferencias de tecnologías o uso de marcas.
ü En el caso de dominación por penetración de las compañías internacionales, su ámbito interno de repercusión es mucho mayor y tiende a asociar subordinadamente sectores nacionales que, gracias a ese carácter, mantienen una posición relativamente privilegiada y sin tanta exposición como en el caso de los enclaves de producción primaria.
ü De acuerdo a esta teoría, la inversión directa nace como una estrategia defensiva y a la vez ofensiva en términos de rendimientos a escalas crecientes. Lo primero, ante las dificultades con determinados estados nacionales y sus mercados, es seguir exportando productos terminados; además por la amenaza de otros competidores de apropiarse y cerrarlos a su favor. Lo segundo por la teoría de la renovación de productos y el consiguiente aprovechamiento de segundos mercados en productos que dejan de ser demandados o rentables en los mercados originarios. Siguiendo este razonamiento, las empresas multinacionales no pueden dejar de ofrecer productos intensivos en capital y en tecnologías renovadas y variadas constantemente y dirigidos a un público cada vez con mayor poder adquisitivo. Aquí se establecería la conexión fundamental entre el patrón de expansión de la empresa multinacional y el proceso de pauperización relativa de amplias capas de la población que quedan fuera del mínimo de productividad que va demandando el sistema.
ü Otro aspecto es la dependencia cultural, entendiéndola como la incapacidad de pensar originalmente la propia circunstancia. Como consecuencia, insertarse acríticamente dentro de un sistema altamente autodestructivo en términos de Estados – Nacionales, bloqueando toda posibilidad de formular lógicas diferentes al discurso único. Esto último no es compartido por Theotônio dos Santos.
El cuadro que muestra la Teoría de la Dependencia es riguroso y fuerte. Esto implica que un desarrollo analítico de la realidad, y un pronóstico referido a tendencias, sería muy pobre sin el aporte de su método. Sin embargo, a su formulación es incompleta y de características deterministas. Tal cual está planteada la teoría, tal como lo hemos realzado de sus expositores con fuerte sentido marxista de la historia en el primer artículo de la sección, la única alternativa se plantearía en términos de revolución social.
No obstante, el pensamiento neomarxista también rescata el valor de las particularidades y su significado ideológico. Sternberg[4], en su libro El Imperialismo, aborda la diferencia entre el campesinado ruso y el alemán:
“Después de la guerra, Alemania volvió a introducir los aranceles proteccionistas agrícolas; con ello se introdujo una cuña en el frente de lucha de los trabajadores rurales y los pequeños campesinos que, de lo contrario, hubiera permanecido unidos. En Rusia, ya antes de la guerra, ambos tenían un programa común: supresión, y en caso de no ser posible, reducción del latifundio. Tanto el frente de los trabajadores rurales rusos como el de los pequeños campesinos, antes de la guerra mundial y durante la revolución Rusa, estuvo unívocamente contra los latifundistas; no había con ellos un interés común; la dependencia ideológica se aflojaba cada vez más, lo que permitió que la pequeña burguesía urbana y los intelectuales en enconada lucha contra el zarismo y el feudalismo, y conductores de la revolución burguesa, apoyaran la lucha del campesinado”.
La lucha para el caso ruso nos muestra una situación de clase en la que nada facilitaba la unión de los latifundistas con el frente de los trabajadores rurales y los campesinos. En consecuencia la acción revolucionaria pudo conseguir la adhesión de ese frente de lucha y sobre todo evitar el desarrollo de un frente contra revolucionario.
Observemos que para el caso del intento de imponer la resolución 125 por parte del Gobierno de Cristina Kichner, que regulaba las retenciones por exportación del campo argentino, se dio el caso parecido en lo que respecta a la unidad. Pero esta fue una unidad abiertamente rupturista con el intento del Gobierno, a favor -según su discurso- de las clases populares. Los intereses de los pequeños propietarios y de los grandes productores convergieron a un frente común, consolidando la ideología conservadora de estos sectores. La medida no sólo que no los dividió sino que trabajó por sus consecuencias beneficiando una mayor comunión que la preexistente.
El caso alemán referido por Sternberg nos marca en la búsqueda de particularidades que excedan el marco estructural, la diferencia de comportamientos de los pequeños propietarios respecto al latifundio en relación al ejemplo ruso. Alemania muestra, en aspectos decisivos, un cuadro diferente: No fue ni es posible hablar de una lucha del campesinado contra el dominio. La esperanza en la destrucción de la propiedad, por lo cual le correspondería una parte de la tierra, le parece al pequeño campesino absolutamente fantástico. La posibilidad de aumentar los aranceles en unión con el gran terrateniente e incrementar así el ingreso, haciendo ascender los precios de la tierra y elevar el poder del préstamo. Es por ello que, antes de la guerra, el conjunto del pequeño campesinado se hallaba en total dependencia ideológica con respecto al latifundio. Por consiguiente, la comunidad de intereses económicos actúa como un baluarte contra la penetración de ideas socialistas, actúa como un bastión incluso entre la población agrícola activa. Los intereses de ésta con la clase terrateniente son mínimos, a pesar que desde un punto de vista clasista pertenecen a las filas del proletariado
Sternberg resalta el hecho que “La superestructura ideológica de una clase resulta de la infraestructura económica, pero no siempre concuerda con ella. Puede adelantarse con respecto a esta o revelar una cierta lentitud”[5].
La propia América Latina nos da diversas muestras del concepto de imprevisibilidad:
“En términos puramente militares la amenaza era modesta, lo máximo que había demostrado hasta 1958 -aunque no era poco –era que una fuerza irregular podía controlar un gran territorio liberado y defenderlo contra la ofensiva de un ejército desmoralizado. Fidel ganó porque el régimen de Batista era frágil, carecía de apoyo real excepto el nacido por razones de conveniencia y estaba dirigido por un hombre al que un largo período de corrupción había transformado en un ocioso. Se desmoronó cuando la oposición de todas las clases, desde la burguesía democrática hasta la comunista, se unió contra él y los propios agentes del Dictador, soldados, policías y torturadores llegaron a la conclusión que su tiempo había pasado”[6].
Eric Hobswbam hace referencia al significado e imprevisibilidad de la Revolución Boliviana de 1952, donde se unieron mineros y militares; o de la profunda reforma que intentaron realizar, y en parte lo lograron, los militares peruanos a fines de la década del sesenta y principios de los setenta. Si bien la situación internacional, y los límites reformistas de dichos modelos, teóricamente podrían ajustarse al marco teórico de la dependencia. En el mismo tenor de incertidumbre, la forma que adoptó la sucesión del régimen de Pinochet en su continuidad democrática. Qué decir del significado de que los dirigentes que acompañaron a Salvador Allende hayan aceptado sus reglas, más allá de las modificaciones que el propio sistema les fue permitiendo.
A mi parecer, la teoría de la dependencia se debilita cuando no le da su debido valor a los elementos culturales y no establece con rigor las particularidades nacionales y su significado respecto a la acción política. Por otra parte, de su esquema conceptual deriva prácticamente en una sola solución posible. Ésto aparece con un fuerte sentido de irreversibilidad y algunas ponencias aparecen como profecías, lo que da asidero a la reflexión de Schumpeter.
Dos aspectos a evaluar
La Teoría de la Dependencia hace un particular énfasis en que los procesos de integración económica, entre Estados dependientes, constituyen un objetivo de las empresas multinacionales; y que el proceso de industrialización, en los términos de tecnología correspondiente a la fase posterior a la segunda guerra mundial, sería adjudicado a países subdesarrollados que cumplieran al menos dos requisitos: Mano de obra esencialmente barata y cierta capacidad técnica derivada de un nivel educativo adecuado y con una infraestructura científica y tecnológica complementaria.
Mi visión es que los procesos de integración responden a la necesidad de resolver los tamaños de mercados relativos y la complementación tecnológica y científica a partir de la necesidad de defender espacios de producción y posibilidad de intercambio dentro de un orden internacional fragmentado al interior de las economías hegemónicas. Si bien las empresas multinacionales tratan de acondicionar a su conveniencia dichos procesos, la integración constituye una posibilidad cierta de un mayor poder de los estados dependientes en términos de poder político y económico. Además, el proceso de complementación (largo, arduo y complicado por las propias estructuras que se han ido configurando) permitiría escalas de producción adecuadas a la fase de globalización, al permitir una mayor productividad por mejor uso de los factores de producción.
El otro punto es que existen desarrollos relativos en el campo de la ciencia que convenientemente coordinados pueden permitir abrir o profundizar nuevos campos. Es el caso de la nanotecnología, la biotecnología, la energía atómica y el propio desarrollo de la estructura informática; por supuesto esto tiene diferencias de grados según el país que se trate. Por ej. es comprensible que Brasil enfoque el proceso de integración desde una perspectiva más amplia que Argentina. Pero a la vez, y quizás como consecuencia del fracaso reiterado de las políticas neoliberales y la búsqueda por un mayor grado de desarrollo y autonomía, esto permite alianzas específicas (se negocian dentro del campo de la educación, de la ciencia y tecnología y las propias relaciones comerciales con el exterior). Observemos que, dentro del campo de las fuerzas armadas, aparecen claros signos de cooperación. Incluso ante crisis del modelo de integración adoptado, o de cualquiera de los países miembros, existe una resistencia muy fuerte a renunciar a los avances logrados.
Todos estos acuerdos se desarrollan con tensiones y, en algunos casos, con claras ventajas para las compañías internacionales, por caso el sector automotriz. Pero en la medida que avanza el proceso se van creando nuevos lazos de intereses comunes y, por ese hecho, se van desplegando situaciones de asociación que afianzan el desarrollo de productos y tecnologías competitivas a nivel mundial. Dicho de otra manera, en la medida que estos métodos superen las instancias de intereses minoritarios, y se afiancen dentro de un modelo de intereses recíprocos, avanzarán hacia condiciones estructurales diferentes. Esta concepción no es nueva, es la que esgrimía el Gobierno de Perón durante la postguerra con la oposición del emergente imperio. Obstrucción que se sigue manifestando pero a través de otros instrumentos, dado que el problema actual no se refiere a la contienda este/oeste sino al dominio de los mercados, a partir de la presencia del coloso chino.
Para los países latinoamericanos, el rol de Inglaterra se ha redivivo con la presencia de China pero con la salvedad de que la experiencia industrial y social es diferente. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar que durante el boom de la soja, las estructuras industriales retrocedieron ante el avance de los productos chinos, especialmente en Brasil. Se produjo con claro desmedro de la sustentabilidad social. Esto habla de la complejidad que significa avanzar en un proceso de desarrollo sustentable.
Desde mi punto de vista, y tal cual lo expone Theotonio Dos Santos en La dimensión Tecnológica de la Crisis Internacional (1985), asistimos a un quiebre en el modo de producción. Como suele ocurrir ante estas revoluciones tecnológicas, nacen sectores cuyo asentamiento se produce no sin un número de fracasos. En los 90’ la crisis de los punto com, los fracasos en grandes proyectos dentro del campo biotecnológico, los grandes fiascos de la industria automotriz a principios de siglo o en la propia industria de aviación y sus consecuencias en el campo del empleo, dentro de los propios los países dominantes.
Este proceso, inserto y originado en las formas que adoptó la denominada Guerra Fría, produjo en forma paralela ciertas posibilidades en países que utilizaron esta confrontación con inteligencia estratégica al alinearse con los EEUU. Un caso es la China nacionalista, Corea del Sur, Japón e incluso Brasil, en función de su alineamiento definido en la Segunda Guerra Mundial y en la década de los sesenta. Dentro de este marco, Europa Occidental recupera su potencialidad y en especial Alemania y los países nórdicos pero sin excluir ninguno de los grandes.
Lo anterior es importante porque esta evolución, paralela a un salto tecnológico casi sin precedentes, jaquea varias de las industrias de EE.UU. y el marco competitivo pasa a ser fluctuante (serios problemas de pobreza o empleo) en el seno de estos países. Esto permite que Estados con políticas estables y cierto poderío tecnológico y poblacional puedan, al menos grupos importantes de su población, aspirar a niveles de vida impensables décadas atrás. Caso de China e India.
Dentro de este marco, no me parece inapropiado desarrollar conceptos de industrias que, quizás siendo desplazadas de los países centrales, sean cooptados por países en desarrollo. Recordemos que toda estructura industrial nace para satisfacer las necesidades últimas de los consumidores. Por esto mi deducción es que para poder desarrollar tecnologías de última generación es indispensable contar con un parque industrial lo suficientemente desarrollado, que se transforme en el primer mercado demandante de las industrias denominadas de punta. En el caso de Argentina, ya lo ha demostrado, puede desarrollar tecnología nuclear, aeroespacial, actualmente biotecnología y materiales. Por supuesto, esto requiere de planes de mediano plazo y una visión de largo, para conformar una asociación eficaz en lo económico y en lo social del aparato del Estado y el mercado. Aprendizaje que estará ligado a la capacidad de la dirigencia política y económica en lograr que el ahorro se encauce a sectores productivos mientras la eficiencia del gasto social, se incrementa con especial énfasis en el proceso educativo acorde a los requerimientos del siglo 21. La crisis de la estructura política de Brasil y de sus niveles de competitividad es una muestra clara de los problemas culturales que atentan contra las posibilidades ciertas de desarrollo económico y social.[7] Sin embargo, aun con todos los defectos del proceso de integración instituido, la búsqueda de incrementar los lazos pareciera resistir. Además la indagación de nuevas formas, considerando los países del pacífico y el cambio de políticas de EE.UU. en relación con el mundo, fruto del crecimiento de sus contradicciones internas.
En mi concepto, la tecnología de punta, y las actividades a ellas asociadas, no corresponden a lo que suele llamarse la sociedad pos industrial sino a la etapa avanzada de la sociedad industrial. En definitiva, una cosa es que el grueso de la fuerza de trabajo se transfiera de la manufactura a los servicios, a partir de cierta etapa de desarrollo económico, y otra distinta es que el factor dinámico del crecimiento haya dejado de ser la industria. Los servicios de telecomunicaciones, la robótica, los semiconductores, las computadoras, las fibras ópticas, el rayo láser, la inteligencia artificial, son formas industriales extremadamente sofisticadas. Cuya importancia radica en la productividad que generan al interior de la estructura industrial y de los propios servicios en que pueden ser aplicados.
Las características del saber científico y la disponibilidad de capitales existentes resultan, en parte, como derivación de la etapa de transición del modo de producción y los consecuentes excedentes financieros. Así es que se plantea, a partir de reconocer las formas de dominación bien expuestas por la teoría de la dependencia, el desafío de construir el poder político suficiente para lidiar con dicha realidad. Esto será lo que permita proyectar un proceso de desarrollo, seguramente no lineal, pero sí interdependiente de la autonomía y crecimiento intelectual de la elite de los países dependientes. Al menos los que puedan recuperar o acumular masa crítica suficiente en el campo de la tecnología, la cultura del emprendimiento y los valores de justicia social. De esto la importancia de las alianzas estratégicas. Sobre estos puntos habría que profundizar la relación entre el marco teórico de la dependencia y el análisis del desarrollo.
A modo de cierre
Estamos ante un mundo de cambios tecnológicos y científicos alucinantes, también ante una situación de crisis de los modelos de crecimiento sostenidos al presente. La debacle financiera del 2008 mostró con claridad los límites del modelo del s. XXI, los desafíos y reiteró la propia naturaleza de la economía capitalista, siempre necesaria.
Este escrito sobre La Teoría de la Dependencia, constituye un marco analítico estructural que tuvo la intención de permitir visualizar, con la mayor claridad posible, los obstáculos a enfrentar en cualquier proyecto de autonomía. Nos permite evaluar para cada realidad el tipo de dominación y los efectos ideológicos posibles de cada uno de los sistemas. Sin embargo, su evaluación del significado de los cambios mundiales, si bien son descriptos en cuanto a sus efectos sobre el modo de producción, no presenta con claridad los efectos posibles al interior de los países dominantes ni de las posibilidades disponibles a partir de características del conocimiento científico actual.
El retroceso del nivel de autonomía ha sido ostensible en países de características como el de Argentina o Brasil, sin embargo con efectos disímiles. La economía de Brasil era un 15% mayor que Argentina en el año 1959 y hoy su estructura industrial, a pesar de la crisis comentada, es cuatro veces mayor[8]. No obstante, aparece por primera vez en Argentina una estructura capitalista en la producción agraria, uso de tecnologías incorporadas al acervo científico-tecnológico y un nivel de conciencia inédito respecto al significado de las políticas neoliberales experimentadas. Esto podría constituir al menos lo que se denomina “condición necesaria”.
El tema es que el uso de lo eventualmente disponible depende del nivel y coherencia de las clases representativas de los sectores del capital y de sus correspondientes clases medias. A partir de aquí se generarán los cambios necesarios en la práctica política, también seriamente agotada en sus formas y esencias. Un aspecto probable pero impredecible en términos de tiempo.
El fracaso del modelo socialista, instaurado a partir de la revolución de octubre, y la propia concepción justicialista como marco ideológico de la clase trabajadora, es posible y no sin tensiones y luchas, se pliegue al desarrollo de políticas que puedan redundar en trabajos dignos y mejor remunerados, dentro de una perspectiva de recuperación de su identidad y dignidad. En el caso argentino, la ideología justicialista, tan cara al movimiento obrero, deberá conectar la defensa de sus intereses con dos factores claves: Uno, los sectores fuera del mercado; el otro, la evolución de las tecnologías y la competitividad internacional. Son aspectos que hacen a la sustentabilidad de cualquier modelo. Esto será posible si el plan de desarrollo a adoptar converge en una promoción industrial, de servicios inclusivos y abiertamente democrático. Es decir, sin autoritarismos mesiánicos.
En las condiciones imperantes dentro del orden mundial, y la frustración ideológica mencionada a partir del problema nunca debatido lo suficiente respecto al ejercicio del poder, apreciamos que, si bien la revolución burguesa es difícil, aparece como más probable -al menos en países de extendida clase media y diversificación productiva- que una revolución que plantee la destrucción del Estado capitalista.
[1] Economista austro-estadounidense.
[2] Joseph Schumpeter. Imperialismo y Clases Sociales. Editorial Tecnos S.A. 1965.
[3] Regalía.
[4] Psicólogo estadounidense.
[5] Fritz Sternbrg. El Imperialismo. Siglo Veintiuno Editores. 1979.
[6] Eric Hobsbawm. Historia del siglo XX. Editorial Crítica. 1994.
[7] Oscar Camilión. Crecimiento Económico en Revista Argentina de Política Económica y Social. Desarrollo o Sociedad Dualista. Diciembre 1985.
[8] Oscar Camilión. Crecimiento Económico en Revista Argentina de Política Económica y Social. Desarrollo o Sociedad Dualista. Diciembre 1985.
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