Estado y democracia

Es importante este artículo porque visibiliza los contrastes propios de nuestras realidades para poner en su justo lugar los análisis que, desde distintas perspectivas, nos presentan los politólogos ligados a realidades de la Europa Occidental o del mundo anglosajón. Este juego que propongo, nos permitirá entender, en alguna medida, la tarea política a desarrollar en nuestras sociedades y los problemas cruciales a resolver. Lo que confunde es que lo específico no excluye coincidencias respecto a cierto corpus de análisis y conclusiones rigurosas.
   Con esta perspectiva me introduzco en el tema de la violencia y el significado político de los cárteles de la droga. Entiendo que el problema no es sólo de carácter delictivo, y por ende policial, sino fundamentalmente un problema político inserto en una tipología social.
   La mejor referencia actual es lo que expone el caso Odebrecht. América Latina imbuida en coimas que no hacen diferencias respecto a los partidos políticos. En Argentina están involucrados funcionarios nacionales del docenio pasado y mandatarios del actual gobierno. Puntualmente Córdoba, con la licitación otorgada a la empresa brasileña para construir gasoductos, simultáneamente investigada por el mundo.
   Nada es fácil pero será imposible transformar la realidad si no hay un cambio de cimientos que incluya a todos.  


¿Qué es lo normal en un mundo que prevalece la droga?


   El proceso de devastación que produce el negocio de la droga aparece, y se desarrolla, como una mancha de aceite. Cientos de muertos, primero en Colombia, luego en México y  Brasil; manifestaciones de corrupción en Argentina y otros países irrumpiendo en el poder del Estado,  plantean indudablemente nuevos interrogantes.
   Migración rural, desnivel de rentas, villas miserias ajenas al modelo urbano en discretas periferias en sus nacimientos, para luego desbordarlas, son consecuencias netas de la proliferación de sociedades envueltas por la problemática. Procesos ajenos a la preocupación del discurso neoliberal predominante en los últimos 30 años y, fundamentalmente, desde la caída del muro de Berlín.
   Un modelo de dirigencia de características mafiosas, insertos en terribles islas de pobreza, provee de salida laboral a muchos y de ingentes riquezas a personajes que no responden a ningún patrón de los modelos de análisis político predominante. Estos emergentes penetran dentro del modelo político corrompiendo conciencias. Procesos productivos, ajenos a un patrón de distribución del ingreso justo y la desconsideración total sobre el significado del empobrecimiento de vastos sectores de la población, han conducido a una situación política nada fácil de resolver. Su complejidad se define en:
ü  Ajenos totalmente al mercado.
ü  Desprovistos de Educación.
ü  Extraños a los valores cívicos formales.
ü  Ambientados en la miseria y el abandono.
ü  Miles e inadecuados a los intereses de cualquier clase definida desde la visión marxista o capitalista.
   En verdad, son grupos marginados pero, a diferencia de su significación en términos de clase, con creciente poder a través de la droga.
   A partir de un documento, del que no se ha podido comprobar si es veraz o fruto de la imaginación de alguien que sin duda conoce el ambiente de la droga, me permito, dada mi apreciación de lo valioso del mismo, tomar una pregunta como disparadora de reflexiones: ¿Cómo solucionar el abandono de los sin tierra, de los sin casas, de los sin trabajo, de los sin ninguna cultura del trabajo?

   La respuesta:

“¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo ¿Solución, cómo?  Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una “tiranía esclarecida” que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal del país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y federales (nosotros hacemos hasta “conference calls” entre presidiarios.) Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: Es imposible. No hay solución. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas.
¿Ustedes intelectuales no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe? Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja!  No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. ¿Ustedes no escuchan las grabaciones hechas “con autorización” de la Justicia? Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria. Eso. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes. Mis comandados son una mutación de la especie social. Son hongos de un gran error sucio. Nosotros ahora tenemos. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio. ¿Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila, es despedido y “colocado en el microondas”. Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo.  Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos “globales”. Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros “clientes”. Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos.
Ustedes sólo pueden llegar a algún suceso si desisten de defender la “normalidad”. No hay más normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: “Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno”.[1]

    Mi apreciación es que el contenido de este diálogo, real o supuesto, con uno de los caciques de la droga en Brasil, nos dice más que cien tratados. En primer lugar, la relación entre tecnología, crimen organizados y miseria desprovista de esperanza; en segundo lugar, la creación de un mundo social no sólo diferente, sino que confronta por su propia conformación mafiosa con el Estado; en tercer lugar, las dificultades de captar la profundidad del fenómeno del narco tráfico, en países cuya marginalidad social, respecto a los sectores comprendidos en el mercado y valores cívicos convergentes, adquieren o han adquirido niveles significativos.
  La suma de disvalores engendrados dentro de Estados en estadios de subdesarrollo, cuyas políticas fundamentalmente han sido concebidas desde una mirada mercantilista, no han podido conjugar el desarrollo económico con una política inclusiva. Un proceso capitalista salvaje, enhebrado a través de políticas desarrollistas. Iniciativas, insertas o derivadas en un cambio de valores sobre el concepto ético que implica la vida en sociedad, han derivado hacia la exacerbación del consumo y la pérdida de sensibilidad ante la situación de los excluidos. Lo peor es que, cuando esa sensibilidad pareciera que representa la acción de gobierno, estas acciones naufragan por avasallar las instituciones democráticas o plantear discursos únicos que conllevan al unicato del poder, el despilfarro de recursos y la arbitrariedad política. En  consecuencia, situaciones  aún más injustas para amplios sectores que quedan fuera del sistema.
   Dicho de otra manera, es probable que sea casi imposible, por las características del proceso capitalista procreado en las realidades latinoamericanas, incluir a todos los sectores dentro del marco de una sociedad regida por el estado de derecho. El consumismo explosivo de los sectores ligados a las clases altas y  medias torna muy difícil la aceptación del proceso de desarrollo en estas condiciones. Para los no incluidos, esta situación crea resentimientos y sentimientos ajenos a la de comunidad de intereses del resto de la sociedad.
   Por otra parte, el emergente de la droga erosiona aún más las estructuras de poder. Debido a que aparecen sectores o agentes cuyos intereses avanzan en el sentido contrario del concepto occidental de sociedades organizadas. Esto acrece, en mi opinión, valores que tienden a la disolución social.
   Argentina presenta un cuadro menos complejo pero las dicotomías son igualmente contrastantes. Si bien su riqueza agropecuaria genera una clase media en condiciones de entender lo que significa un proceso de crecimiento cívico, en donde los partidos juegan necesariamente un papel crucial, el conjunto de la sociedad está erosionado por la pérdida de la educación pública, el extrañamiento social y la pérdida de identidad de sus grandes partidos. Instancia que no necesariamente es irreversible, sin embargo produce una separación del conjunto de la ciudadanía con los agentes partidarios. Se dan los componentes de comportamiento de los partidos occidentales pero dentro de un marco absolutamente diferente.
   Lo que para Europa es un problema de perfeccionamiento cívico y renovación de sus estructuras productivas, para nuestros países es un problema de conformación del Estado a través de las resoluciones de sus contradicciones fundamentales. Es decir, desarrollo auto-sostenido, integración social, educación inclusiva, regeneración de valores comunitarios. En realidad todo lo que pide nuestro personaje.
   La pregunta es ¿qué tipo de respuesta podrán dar los partidos políticos a esta realidad? La falta de cultura cívica democrática precipitó soluciones por fuera de los canales de su lógica hasta el año 1983. Esto debido al agotamiento de facciones y de una dictadura cruel, carente de proyecto político y el cambio en el contexto internacional.
   El peronismo y el antiperonismo rigieron casi sesenta años de la vida política argentina, anulando de esa manera las posibilidades de acuerdo sobre líneas fundamentales de un proyecto de identidad que alcanzara a todos[2]. El proceso democrático, asentado en una sociedad sin práctica cívica y sin resolver los temas planteados ut supra[3], se va manifestando en forma similar a pasos de contradanzas, que lamentablemente han provocado una erosión social sin precedentes.
   El s. XXI nos envuelve y se manifiesta en los problemas que provoca la evolución social. Implica complejidad en la búsqueda de soluciones a temas fundamentales, como la inclusión total de sus ciudadanos. ¿De qué forma la sociedad incluye como ciudadanos a aquellos que no están posibilitados de ser parte del circuito productivo? Sea en términos de producción, de servicios tecnológicos, educativos o los propios del Estado. ¿Cómo se rescata un discurso ideológico serio, responsable, con referentes preparados y creíbles para la ardua tarea de acción política que atienda estas nuevas realidades sin oportunismo?   ¿Cómo se construyen políticas de Estado que puedan preservar la identidad social y las  posibilidades de desarrollo inclusivo? Atento un juego equilibrado del mercado y las decisiones políticas necesarias para conducirlo. ¿Cómo se instrumentan las alianzas que nos permitan preservar nuestra identidad ante un proceso de globalización que barre las fronteras generadas por el propio proceso capitalista en la construcción de los estados?
   La pregunta fundamental: ¿Cómo preservar un sistema democrático genuino? Capaz de aceptar la confrontación ideológica,  pero idóneo en resolver los problemas fundamentales y prioritarios, ante los problemas estructurales que sacuden  sus propios cimientos.
   Lo que surge claramente de mis preguntas es la necesidad de conformar o acrecentar una clase dirigente lo suficientemente lúcida que, interpretada por el pueblo, pueda avanzar hacia los cambios estructurales necesarios. Por caso, ¿se puede concebir en términos de inteligencia política que la red ferroviaria mejor desarrollada en América Latina haya desaparecido como factor de desarrollo en un país de una riqueza eminentemente agropecuario? En el mismo tenor, ¿se puede imaginar que esta misma sociedad no haya tomado conciencia del retroceso de su sistema educativo considerado notable en términos comparativos  a principios del s. XX?

Problemas devenidos en estructurales en un mundo harto complejo

   En este punto, para reflejar el nivel de complejidad en el cual estamos insertos, nos valdremos de Bruno Latour[4]. La intención es mostrar que la situación de asombro, y de dificultades para interpretar la realidad, también obedece a que nuestra concepción clásica de análisis no nos permitiría ver ciertos fenómenos, que indudablemente afectan la eficacia de instituciones generadas en otro contexto.

 “En la página 4 del diario leo que este año las mediciones por encima de la Antártica no son buenas: el agujero de la capa de ozono se agranda peligrosamente. Al continuar con la lectura, paso de los químicos de la atmósfera a los ejecutivos de Amochen y Monsanto, que modifican sus cadenas de producción para remplazar los inocentes clorofluorocarbonos, acusados de crimen contra la exósfera. Algunos párrafos más adelantes tenemos a los jefes de Estados de los grandes países industrializados que hablan de química, heladeras, aerosoles, y gases inertes. Pero en la parte inferior de la columna, me encuentro con que los meteorólogos  ya no están de acuerdo con los químicos y hablan de fluctuaciones cíclicas. Por si fuera poco los industriales ya no, saben qué hacer. Los capitostes también vacilan. ¿Hay que esperar? ¿Ya es demasiado tarde? Más abajo, los países  del tercer mundo y los ecologistas se meten  donde no lo llaman y hablan de tratados internacionales, de derecho de las generaciones futuras, de derecho de desarrollo al desarrollo y de moratorias.
Así el artículo mezcla reacciones químicas y políticas. Un mismo hilo relaciona la más esotérica de las ciencias y la política más baja, el cielo más lejano y una fábrica específica en las afueras de Lyon, el peligro más global  y las elecciones que vienen o el próximo consejo de administración. Los tamaños, los desafíos las duraciones, los actores no son comparables y sin embargo ahí están, comprometidos en la misma historia.
En la página seis del diario me entero que el virus del sida de París contaminó al del laboratorio del profesor Gallo, que los señores Chirac y Reagan, sin embargo habían jurado solemnemente no volver a cuestionar el historial de ese descubrimiento, que las industrias químicas se demoran en poner en el mercado medicamentos reclamados a voz de cuellos por enfermos organizados en asociaciones militantes, que la epidemia se extiende en el África negra. Una vez más, capitostes, químicos, biólogos, pacientes desesperados, industriales, se encuentran comprometidos en una misma historia incierta.
En la página ocho se habla de computadoras y de microchips controlados por los japoneses; en la nueve de embriones congelados; en la diez, de bosques que arden arrasando en sus columnas de humo  especies en peligro que algunos naturalistas quieren proteger (…) Felizmente en el diario hay algunas páginas tranquilas donde se habla de pura política (una reunión del partido radical) (…) Sin esas páginas despejadas, uno se marearía. Lo que ocurre es que esos artículos híbridos que dibujan madejas de ciencias, de política, de economía, derecho, religión, técnica, ficción, se multiplican. Si la lectura del diario es la oración del hombre moderno, entonces, un hombre muy extraño el que hoy ruega leyendo esos asuntos embrollados. Aquí la cultura y la naturaleza aparecen mezcladas todos los días.
Sin embargo, nadie parece preocuparse por eso: Las páginas de economía, política, ciencias, libros, cultura, religión, policiales se reparten los proyectos como si tal cosa. El más pequeño virus del sida hace que uno pase del sexo al inconsciente, al África, a los cultivos de célula, al ADN a San Francisco. No obstante coligen los autores: los analistas, los pensadores, los periodistas, y los que toman decisiones van a recortar la fina red que dibuja el virus en pequeños compartimientos limpios dónde sólo se encontrará ciencia, economía, representaciones sociales, policiales, sexo…
(…) No mezclemos el cielo y la tierra, lo global y lo local, lo humano y lo inhumano. “Pero esas madejas constituyen la mezcla – dirán ustedes-, tejen nuestro mundo” “Que sea como si no existieran”, responden los analistas”…[5]

   En este caso, proveniente del mundo de la cultura universitaria e intelectual por excelencia, se hace imposible aislar la realidad política desde una sola perspectiva. Desde cualquier ángulo que hace a decisiones de poder, sus consecuencias solamente se pueden comprender a partir de concebir o percibir un entramado de indudable raíz sistémica y corporizada como redes. Es más, lo que se desprende de la descripción de situaciones es que errores en la concepción de una decisión, o una serie de decisiones dentro del campo de la política por no ser independientes, pueden generar bifurcaciones impensadas y, de ello, procesos de caos -situación fácilmente observable dentro del campo financiero-.
   Más  allá de la profunda crítica epistemológica a la división clásica de las ciencias, lo que importa para nuestros fines es destacar el nivel de complejidad que requiere la función de gobierno y del significado social de cualquier hecho tecnológico o económico. Aparece aquí, con mucha claridad, el postulado de Schumpeter respecto a las dificultades del ciudadano común de entender y prever las consecuencias de decisiones que aborden procesos que exceden sus intereses directos e inmediatos. También me parece que surgen  algunas otras causas de la crisis de los partidos políticos.
   El paso de gestación de los partidos políticos, entre fines del s. XIX y la postguerra en los países occidentales, generó que lo fundamental de su cometido esté en el significado del ciudadano. Éste como parte esencial del juego democrático y de sus derechos a participar del ingreso nacional en condiciones de dignidad. Transcurso que toma mucha fuerza en los países de mayor desarrollo, como consecuencia de la Guerra Fría y el nivel de conciencia que despertó en las elites occidentales los riesgos de carácter nacional – socialista; luego, el escenario de los países del campo comunista. La fuerte influencia de los países europeos y de los EE.UU. se traslada al campo latinoamericano.
   Latinoamérica presenta un cuadro de situación de países dependientes, donde las instituciones democráticas y los partidos, como consecuencia de profundas fracturas socioeconómicas, toman la forma de las sociedades más avanzadas, pero su cultura no puede estar ajena al contexto. Esto explica en parte la posibilidad de los movimientos abarcadores de distintos sectores de la sociedad y la virulencia contra el enemigo externo.
   Sea en los países avanzados o en países como el nuestro, la evolución de las instituciones políticas no pudieron estar extrañas al proceso de gestación y a la influencia de las potencias hegemónicas hasta la caída del muro de Berlín. El tema subyacente, y no fácil de ver, es que el proceso de cambio de la realidad mundial modificaba subrepticiamente las condiciones de estabilidad del modelo capitalista y derrumbaba el proyecto de  la Unión Soviética. Este nuevo ciclo, denominado vulgarmente como la globalización del mundo, ocasiona otro nivel de complejidad y demanda otro tipo de respuestas a nuevas necesidades.
   Se da la paradoja que, según el lugar en que uno se sitúe, todos los tiempos de realizaciones son posibles. Si nos ubicamos en América Latina, paralelo a la consolidación del Estado, aparece la necesidad de integrarlo para hacer frente a las demandas del mercado mundial. Contiene en su seno las mayores contradicciones de pobreza y hábitos de consumo elitista, pero carece de un sector industrial y de servicios que le garantice un proceso de crecimiento autosostenido. A la vez presenta minorías con capacidad de desenvolverse en el mundo, altísimos porcentajes de población carecen de educación elemental. Es decir, tiene que resolver la complejidad que acarrea el proceso científico-tecnológico, a partir de sus consecuencias en el tejido social y productivo cuando aún no ha resuelto otras contradicciones de carácter previo, más bien básicas. Se trata de la necesidad de repensarnos y actuar en derivación, lo cual implica rever los paradigmas culturales que nos han conducido a la presente situación.


[1] Entrevista publicada en O’Globo, periódico brasileño, a Marcos Camacho (Macola)  No se ha comprobado la veracidad, pero aquí permite comprender la problemática en la que estamos insertos.
[2] Dalmasso, Eduardo. 2004.
[3] Como arriba.
[4] Filósofo, sociólogo y antropólogo francés.
[5] Latour, 2007. La proliferación de los híbridos.

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