Raíces de nuestra cultura (6)

Este artículo permite comprender la complejidad vivida durante la primera mitad del s. XX. Muchos actores, con demasiados intereses propios, buscaron su protagonismo. Sin embargo, la historia cambió para siempre con la llegada de Perón, Coronel sobresaliente del segundo golpe que sufrió la Argentina. Los favorecidos dejaron de ser unos pocos y se lograron compartir derechos y avances significativos con los trabajadores, con la mayoría. Se abrió un nuevo y apasionante capítulo en Argentina, con otros perjudicados y otros beneficiados.
    Como siempre, los comentarios son bienvenidos y ayudan a pensar.


El advenimiento del peronismo


Sinopsis histórica

   La Generación del 80 desarrolló un proceso de modernización acelerada, atado a los intereses británicos. El modelo adoptado, y la ideología de las clases propietarias, no permitieron un desarrollo autónomo de crecimiento. La oligarquía se respaldó en un sistema de democracia restringida y en el desarrollo de una política inmigratoria que terminó incidiendo en un serio problema de identidad. Los crecientes conflictos sociales y políticos debilitaron un sistema que había perdido el norte. La irrupción del radicalismo quiebra la unidad de la oligarquía, sin embargo, no el modelo dependiente.
   La década del 30 reveló las contradicciones sociales y políticas de la Argentina, a partir de un Golpe de Estado que sólo triunfó por la debilidad del gobierno de Yrigoyen. Doce años de dictadura camuflada: Persecución de obreros y estudiantes, censura a la prensa, desconocimiento de veredictos de las urnas, fraudes, crimen en el Senado y negociados que llegaron a salpicar al propio Presidente Ortiz, construyeron la “década infame”. Ghioldi[1] en la Cámara de Diputados increpó a la coalición oficialista:
“Son factores intencionales, conscientes, voluntarios del derrumbe institucional que se viene practicando deliberadamente, desde hace algún tiempo. Es el estado de subversión de la Provincia de Buenos Aires: es el fraude preliminar en febrero de este año en la provincia de Santa Fe; es el fraude presidencial de setiembre; es el manoseo de la justicia; es la complicación de los universitarios; la complicación de hombres que profesan el culto católico; es en una palabra, el cuadro completo de una minoría que se llama a sí misma, minoría selecta y sobre la cual podemos decir que nadie le discute que sea minoría, pero que todos tenemos la duda que sea selecta”.
   La oligarquía había recuperado el poder a costa de todos los requisitos del orden constitucional. El radicalismo abandonó su intransigencia y convalidó el sistema. Sólo los radicales de Córdoba gobernaron con reconocido espíritu republicano.

Consecuencias

   Castillo sucedió al presidente Ortiz, pero su aval a la continuidad del régimen, careció de los soportes políticos necesarios. Las Fuerzas Armadas comenzaron a tomar posiciones sobre la vida institucional, luego de años de declarada profesionalidad –debido, quizás, a la habilidad política del Presidente Justo y a la influencia de ingentes recursos recibidos-. Los oficiales en su mayoría, y no sin significativas contradicciones, se negaban a seguir convalidando el fraude y la situación de anomia institucional. La idea de su rol auto interpretado y fomentado por las circunstancias, como resguardo de la nacionalidad, comenzó a tomar fuerte vigencia. Castillo cayó y los militares entraron en escena.
   La segunda irrupción de las fuerzas militares, dio cuenta con prontitud, que sus conductores no estaban dispuestos a entregar el gobierno. El Ejército  realizó la revolución en aras de terminar con un proceso político que consideraba disolvente del Estado. Tanto los sectores pro liberales o aliadófilos, como los pro nacionalistas y alineados con el Eje, coincidían en que la República había perdido el rumbo, y que las administraciones corruptas, habían contribuido a un desamparo social e institucional de consecuencias imprevisibles. Los oficiales aglutinados en el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) lo manifestaban con absoluta claridad, según lo describe el historiador Robert Potash en su libro “Perón y el GOU”[2].
   La Revolución del 43 comenzó a mostrar coherencia, una vez que los sectores nacionalistas lograron hacerse del poder y adecuaron las políticas de Estado a una nueva concepción de su función. En esta etapa se visualiza que la Revolución, era conducida por un astuto e inteligente estratega político: el Coronel Perón. Proceso que además se insertó dentro de la disputa de intereses de los estados beligerantes, con clara incidencia en el derrotero político.
   Dentro del convulsionado contexto, el GOU definió que preservar la Nación sólo sería posible si los sectores, abandonados a su suerte, lograban integrarse a un proyecto del cual se sintieran parte y actores. Aspiración compartida por la Iglesia, ante el avance del Comunismo y su histórica confrontación con los políticos e ideólogos liberales, autores del proyecto de modernidad. La acción del Estado tomó un rumbo decididamente político y la figura del Coronel Perón ante las masas y las organizaciones de los trabajadores, es reconocida como propia.
   Es posible colegir que la práctica política, la derrota del Eje y el desprestigio del fascismo hayan incidido para que los discursos emergentes del conductor y sus seguidores, tomaran una fuerte impronta yrigoyenista. Este giro, ligado a la acción concreta del gobierno, condujo a que sectores del radicalismo y del partido socialista se incorporaran a sus filas.
   La pueblada del 17 de Octubre, que reintegra a Perón al poder, ocurrió no sólo por su habilidad política, sino por una serie de hechos trascendentes. Terminado el ciclo inicial contra el movimiento obrero, la disolución del Parlamento y la intervención a las provincias, se reorganizó la Justicia, se reafirmó el principio de neutralidad, se creó el Banco de Crédito Industrial, se reafirmó la voluntad industrialista como proyecto de país, se allanaron las oficinas de la CADE y la ITALO, se intervino la Corporación de Transporte, se expropió la compañía primitiva de Gas, se plantearon reformas en la legislación aduanera. Pero lo fundamental es que, aparte de medidas circunstanciales (aumento de salarios, mejoramiento de condiciones laborales, estatutos destinados a amparar a diversos gremios), quedaron establecidos instrumentos jurídicos sumamente importantes, como los que crearon los tribunales de trabajo, la reglamentación de las asociaciones profesionales, la unificación del sistema de previsión social y la extensión de los beneficios de la Ley de Despido[3] a todos los trabajadores.
   Todos cambios generados desde el poder del Estado y sin duda violentos para un importante sector de la sociedad, que tuvo que allanarse, no sin resistencia, a un nuevo alineamiento de derechos. Claro, esto no era el problema de los trabajadores, ellos vivían por primera vez, derechos fundamentales y los defendieron.
   Las elecciones enmarcadas por la antinomia Braden o Perón demostraron que gran parte de la dirigencia política, de raigambre democrática, no había tomado nota que el país ya era otro.
  


[1] Américo Ghioldi fue Diputado por el Partido Socialista.
[2] Editorial Sudamericana.
[3] 11.729

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